Hablemos
del Esequibo
Fernando
Ochoa Antich
En
mi anterior artículo sostuve, con sólidos argumentos, que los gobiernos
democráticos, surgidos después de 1958, habían diseñado y ejecutado una
política exterior totalmente independiente de los centros de poder de ese
tiempo. Buenos ejemplos de esta realidad fueron la creación de la OPEP, la ruptura de relaciones
diplomáticas con cualquier dictadura militar que hubiese surgido de un golpe de
Estado, el decidido apoyo a Argentina en
la guerra de las Malvinas y la apertura de relaciones diplomáticas con Cuba. Al
contrario, los gobiernos de la mal llamada revolución bolivariana, en vez de
defender los intereses vitales de Venezuela, han orientado nuestra política
exterior con el fin de servir fundamentalmente a un proyecto internacional
dirigido por el Foro de Sao Paulo e inspirado fundamentalmente por Fidel Castro
y Lula Da Silva que trata de revivir la ideología comunista, desaparecida de la
faz de Tierra, en 1989, con la caída del Muro de Berlín.
Esta
realidad se ha reflejado en la sorprendente permisividad mantenida por el régimen chavista en nuestra
controversia con el gobierno guyanés ante el despojo territorial sufrido por
Venezuela en sus límites con lo que fue la Guayana Británica. Ha sido tal la parcialización del gobierno venezolano
en contra de los más altos intereses de la Nación que, en el año 2004, en una
visita a Guyana, Hugo Chávez, en una actitud rayana en traición a la Patria, afirmó
que Venezuela no se oponía a ningún proyecto de desarrollo en el Esequibo, autorizado
unilateralmente por el gobierno guyanés, si era en beneficio de su pueblo. Para
colmo, en el año 2007, afirmó que la reclamación venezolana se había iniciado
por presiones de los Estados Unidos para desestabilizar el gobierno de Cheddy
Jagan. De esa manera, el Presidente de la República desconocía todas las
reclamaciones que desde 1841 había realizado Venezuela en contra de la
usurpación de nuestro territorio por la
Gran Bretaña.
La
posición venezolana mantenía que la frontera debía ser la línea media del río
Esequibo, en virtud del principio del Uti Possidetis iuris, que mantenía que el
territorio de Venezuela era el mismo de
la Capitanía General De Venezuela al momento de su
independencia en 1810, la cual tenía como frontera este el río Esequibo. En
contraste, el Reino Unido sostenía, en base a uno de los mapas del geógrafo Schomburgk que la frontera llegaba hasta Punta
Barima en las bocas del río Orinoco, abarcando un área aproximada de 213.310
kilómetros cuadrados. El dictamen, en medio de indiscutibles irregularidades,
favoreció a la Gran Bretaña, al adjudicársele
el territorio denominado por
Venezuela como la Guayana Esequiba de 159,500 kilómetros cuadrados, aunque no satisfizo
su máxima aspiración de abarcar hasta
las bocas del Orinoco y controlar su navegación. De inmediato, Venezuela
protestó dicho laudo ante los innumerables vicios de nulidad existentes en
dicha decisión.
En
1962, Venezuela logró una victoria parcial en su reclamación al denunciar el
Laudo Arbitral de París, de 1899, ante las Naciones Unidas y lograr que tanto
Gran Bretaña, como Guyana, ante los numerosos alegatos sobre vicios de nulidad
del laudo, aceptaran discutir el asunto. El discurso del canciller Marcos Falcón Briceño,
ante las Naciones Unidas, es un
excelente resumen de esos vicios, entre los cuales resaltan las presiones que
recibieron los jueces norteamericanos, escogidos por Venezuela, Winston Fuller
y David Brewer y nuestros asesores
jurídicos, Benjamín Harrison y Severo Mallet Prevost, por el presidente de
dicho tribunal. Frederick de Martens, quien les hizo ver el riesgo que correría
Venezuela de perder las bocas del
Orinoco si no había unanimidad en la decisión. Ese esfuerzo diplomático condujo
a la firma del Acuerdo de Ginebra de ese año, el cual permanece vigente, hasta
no llegar a un arreglo práctico de la controversia mediante una solución satisfactoria.
Es
verdad, que la intransigencia de Guyana no ha permitido encontrar una solución
práctica al diferendo, pero la firme posición asumida por los gobiernos
democráticos permitió mantener viva la controversia e impidió a Guyana iniciar
proyectos de desarrollo en el territorio Esequibo, hasta tanto no lograr una
solución práctica y satisfactoria para ambas naciones. Lamentablemente, la
demagogia imperante en las relaciones con el Caribe ha comprometido gravemente
esa política. Después de las injustificadas declaraciones de Hugo Chávez y la negligencia demostrada por Nicolás
Maduro, como era de esperarse, Guyana ha empezado a dar concesiones no sólo en
la Zona en Reclamación sino en nuestra fachada Atlántica, tal como lo muestra la presencia de las transnacionales Anadarko y Exxon Mobil en labores de exploración. La Armada venezolana debería reiniciar, con urgencia, sus patrullajes para
preservar y defender nuestra plataforma continental ante la aspiración de
Guyana de ampliar la suya a 350 millas. Sin lugar a dudas, la responsabilidad
de los gobiernos de Chávez y de Maduro
es indiscutible.
Caracas,
10 de mayo de 2015.
@FOchoaAntich.