La criminal estrategia de Maduro
Fernando Ochoa Antich
Al definir una estrategia política como criminal, es obligante señalar
los hechos que la caracterizan. Un presidente de la Republica que prefiere
destruir al país y sacrificar a su pueblo, sometiéndolo a todo tipo de
penurias, con el fin de preservar el poder, sosteniendo que lo hace para
defender una supuesta revolución que ha sido la causante de esta tragedia
nacional, merece el más contundente rechazo de la sociedad, la exigencia perentoria
de la cesación de su mandato y un severo juicio de la historia. El mantenerse
en la presidencia con una nefasta política económica, que ha reducido hasta
niveles inaceptables la posibilidad de supervivencia de los venezolanos
justificándola con una mentira como la “guerra económica; impedir la
posibilidad de que sea abierto un canal humanitario que contribuya a paliar las
ingentes necesidades de los ciudadanos, como la reciente oferta de la Iglesia
Católica a través de “Caritas”; el sometimiento de sus adversarios políticos al
encarcelamiento, el vejamen y la tortura; el haber provocado la partida de
tantos connacionales a través del exilio político y de la necesidad de lograr
mejores condiciones de vida y la terrible cifra de muertes ocasionadas tanto por
la delincuencia, como por instituciones de seguridad del Estado, sin que se
tome ninguna medida para evitarlo y contrariamente se incremente cada día y
otras razones que no menciono por razones de espacio, no se pueden
calificar sino de actitudes definitivamente criminales.
Es obvio que el objetivo fundamental de esa criminal estrategia de
Maduro tiene por objeto evitar, a toda costa, cualquier consulta electora
durante losl próximos meses. Conoce de antemano, que la perdería de manera
aplastante y ello lo obligaría a entregar el poder. Ese temor fue lo que lo
obligó a tomar el atajo inconstitucional de utilizar unos tribunales penales
para evitar la recolección del 20 % de las firmas para convocar el referendo
Revocatorio, ya que de haberlo realizado, el resultado hubiese sido tan
abrumadoramente negativo que en la práctica hubiese constituido el mismo
Referendo Revocatorio. Por ello también suspendió arbitraria e inconstitucionalmente
la elección de alcaldes y gobernadores, posponiéndola para el mes de julio de
2017. Al darse cuenta del impacto que habían tenido dichas medidas en la
opinión pública y la decisión tomada por la MUD de organizar acciones de
protesta que, sin lugar a dudas, podían comprometer la estabilidad del régimen,
decidió viajar, casi de incognito, al Vaticano a convencer al papa Francisco de
que era urgente enviar su representante a Venezuela, ya que la oposición había
aceptado dialogar con el gobierno si eso ocurría.
La estrategia de Maduro estaba diseñada para mantener largas
conversaciones en la Mesa de Diálogo, sin ceder en ninguno de los objetivos
exigidos por la MUD: establecer un cronograma electoral para consultarle al
pueblo venezolano la solución de la crisis nacional, liberar a todos los presos
políticos, respetar las funciones
constitucionales del la Asamblea Nacional y establecer un canal humanitario
para resolver la escasez de medicinas y otros insumos médicos. Este
objetivo se confirmó en una de las tantas e irresponsables declaraciones de
Maduro: “los resultados posiblemente surgirán, si es que los hay, alrededor de
los meses de marzo y abril”. De ser así, pensaban los asesores de Maduro, se dividiría
la MUD y al mismo tiempo provocaría tal desesperanza en los venezolanos que
produciría una importante abstención en las elecciones para gobernadores y
alcaldes permitiendo de esta manera que el PSUV pudiera triunfar en un número
relativamente importante de gobernaciones, evitando de esta manera una trágica
y vergonzosa derrota al oficialismo. La primera demostración de que los hechos
resultarían de una manera diferente fue la decisión de la MUD de no asistir a
la reunión de la Mesa de Diálogo con el gobierno el 6 de diciembre, aceptando
solamente, conversar con monseñor Claudio María Celli. De todas maneras,
Nicolás Maduro consideró que la decisión de la oposición no iba a comprometer
totalmente su estrategia, pero ocurrió un hecho inesperado: la contundente
carta del Secretario de Estado, monseñor Pietro Parolín. Sus firmes argumentos
dejaron en el aire las ilusiones continuistas de Nicolás Maduro. Veamos…
Definitivamente, la carta que dirigió
monseñor Parolíin a Nicolás Maduro produjo una gran molestia en su gobierno y
en los sectores más radicales del chavismo. La mejor demostración de esa
realidad fueron la declaración del propio Maduro, en la cual mantuvo que “la
oposición está tratando de implosionar la mesa de diálogo a través de uno de
los mediadores” y la de Diosdado Cabello, que sólo buscó ofender a la Santa Sede y a los
católicos venezolanos, sin ninguna razón, al afirmar que esa carta no
representa la opinión del papa Francisco y dedicarse a desvalorizar el
significado moral que tiene la presencia del representante del Vaticano en la mesa
de diálogo, señalando problemas internos de la Iglesia Católica. La causa de la
molestia está a la vista. En ella se solicita, con gran fuerza, que se cumplan
los acuerdos alcanzados en la reunión del11 de noviembre y en las mesas
técnicas, es decir que se establezca el cronograma electoral discutido para
resolver la crisis venezolana; que se restituya a la Asamblea Nacional sus
competencias constitucionales; que se libere a todos los presos políticos; y
que se establezca de manera inmediata y permanente el canal humanitario para
enfrentar la crisis de alimentos y de medicinas. Si estos firmes planteamientos
no se realizan a la brevedad, la MUD podrá, como ya lo ha hecho, retirarse de
la mesa de diálogo conservando una gran autoridad moral. El inmenso costo
político lo pagará exclusivamente Nicolás Maduro. En definitiva, la criminal
estrategia del régimen fue derrotada, sin mayor esfuerzo, por la hábil
diplomacia vaticana y por la constancia y seriedad de la oposición venezolana.
Caracas, 11 de diciembre de 2016.