Golpes buenos, golpes malos
Fernando Ochoa Antich.
Venezuela padece una verdadera catástrofe
en todos los órdenes del devenir nacional. El caos en que vivimos lo genera un
régimen ilegítimo, ilegal, antidemocrático, totalitario, militarista, ineficiente,
profundamente corrupto, influido ideológicamente por Cuba y el Foro de Sao
Paulo y decidido a mantenerse en el poder a toda costa; y una oposición
democrática que, después de haber logrado un inmenso triunfo en las elecciones
parlamentarias de diciembre de 2016, el cual le permitió obtener una mayoría
calificada, no ha sido capaz de presentar un coherente programa de acciones
concretas que permita enfrentar, con posibilidades de éxito, a la neo dictadura que nos gobierna. Esta compleja
realidad política ha creado en los venezolanos un grado tal de desorientación y
desmotivación que ha limitado significativamente su voluntad de lucha, para el
logro del ansiado e impostergable cambio político. Esa lamentable situación ha
colocado el problema militar, una vez más, en el constante y permanente tema de
conversación de los venezolanos.
Esta
realidad condujo al padre Luis Ugalde a desarrollar en un Foro organizado por
la Fundación Espacio Abierto el pasado 12 de diciembre de 2016 un interesante
escenario que tituló “Larrazábal II”. Fue tal el realismo que quiso darle a su
planteamiento, con el fin de demostrar la importancia del tema militar, que
llegó a redactar el mensaje que un hipotético gobierno militar debería dirigir
a los venezolanos. En consonancia con ese planteamiento, los venezolanos
discuten permanentemente, en su desesperación por encontrarle una salida a esta
asfixiante crisis, sobre la naturaleza y resultados de los golpes de Estado a
través de nuestra historia. Ahora bien, conviene en este punto citar la
definición de golpe de Estado: “Un golpe
de Estado es la toma del poder político, de un modo repentino de forma violenta, por parte de un grupo de poder, vulnerando la legitimidad institucional establecida en un Estado, es decir,
las normas legales de sucesión en el poder vigente con
anterioridad nacidas del sufragio universal y propias de un estado de derecho”. ¿Existen golpes buenos y malos? Por definición, todos
los golpes de Estado son malos. Su ejecución constituye un acto de
traición de los militares que lo ejecutan y un irrespeto a su juramento de
soldado.
Las asonadas militares que derrocaron los
gobiernos de Rómulo Gallegos e Isaías Medina Angarita, constituyeron golpes de
Estado, contra gobiernos legítimos. Igualmente lo fueron las asonadas que
intentaron derrocar el gobierno de Carlos Andrés Pérez. ¿Fue un golpe de Estado lo
que provocó la ida al exterior del general Marcos Pérez Jiménez? A este
respecto, hay que aclarar que el General Pérez Jiménez nunca presidió un
gobierno legítimo, por el contrario, fue un usurpador y violador de derechos
humanos. En 1952, desconoció el resultado de las elecciones para Asamblea
Nacional Constituyente. En 1957, violó su propia constitución al convocar un
plebiscito en vez de unas elecciones presidenciales. Esos abusos, al ser
rechazados por la mayoría de los venezolanos, condujeron a la insurrección
militar del 1° de enero de 1958 y al derrocamiento de su gobierno el 23 de
enero de ese año. En consecuencia, no ocurrió un golpe de Estado.
La
pregunta que debemos hacernos en medio de esta debacle generalizada es la
siguiente: ¿Es ilegítimo el gobierno de Nicolás Maduro? No tengo la menor duda.
Violó la Constitución Nacional al participar en la elección presidencial,
ocupando el cargo de vicepresidente, encargado del poder Ejecutivo Además, ha ejercido, durante estos tres años, la
presidencia de la República de manera ilegal
al violar, de manera permanente y flagrante, la Carta Magna. En este caso, sólo
voy a referirme a algunas violaciones realizadas en sus funciones de comandante
en jefe de la Fuerza Armada Nacional: propiciar el incumplimiento de los
deberes constitucionales de la Institución Armada al instigar el respaldo
político de los militares al PSUV y al socialismo del Siglo XXI en lugar de
“estar al servicio exclusivo de la Nación”; reconocer la existencia y
funcionamiento de la Milicia Bolivariana, organización no establecida en la estructura constitucional de la Fuerza
Armada; promover ascensos de grado, contraviniendo el ordenamiento jurídico;
permitir que miembros activos de la Fuerza Armada Nacional “participen en actos
de propaganda o proselitismo político” violando el artículo 330 constitucional.
Estas violaciones a la Carta Magna comprometen principios fundamentales de
nuestra Constitución, entre ellos el pluralismo político, base fundamental de
nuestro sistema democrático, como lo establece el artículo 6 constitucional.
Ante tantos atropellos, cabe destacar el contenido del artículo 35 de la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la Revolución
Francesa: “Artículo 35. Cuando el gobierno viola los
derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para cada una de sus
porciones, el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes”. Propicio es también recordar el contenido del artículo
333 constitucional: “Esta
Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza
o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella.
En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de
autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva
vigencia”. Por
lo tanto, una acción militar destinada a tal fin, no podría considerarse un
golpe de Estado.
En
virtud del planteamiento del padre Ugalde, es necesario saber que una
insurrección militar contra un gobierno, sea éste legítimo o ilegítimo, es una
decisión fundamentalmente política, en la cual influyen un sinnúmero de
factores que determinarán su éxito o fracaso. Toda rebelión militar presenta un
sin número de interrogantes, según las circunstancias históricas del momento,
que deben ser respondidas plenamente antes de tomar una decisión que puede
comprometer el destino nacional. Dado el natural secreto que rodea a una
conspiración, es imposible conocer, su orientación ideológica,
determinar las ambiciones que impulsan las luchas internas en una
logia conspirativa y mucho menos conocer con certeza las políticas que se
aplicarían en caso de tomar el poder. He querido resaltar algunos de estos
complejos problemas con la finalidad de que mis lectores puedan percibir las
naturales tensiones que se manifiestan, casi de inmediato, entre el sector
civil y el grupo militar de una conspiración. Esas tensiones ocurrieron después
del 18 de octubre de 1945 y del 23 de enero de 1958. Afortunadamente, las
condiciones éticas, morales y profesionales del vicealmirante Wolfgang
Larrazábal facilitaron la transición a la democracia, sin mayores
contratiempos. De todas maneras, es necesario aceptar que, en medio del caos
que vive Venezuela, tienen que existir amplios sectores dentro de la Fuerza
Armada Nacional descontentos, al igual que la gran mayoría de los venezolanos,
por sus pésimas condiciones económicas, personales y profesionales y al mismo
tiempo, angustiados ante la tragedia nacional.
El
presidente Maduro y su gobierno están obligados a entender que no pueden
continuar violando la Constitución Nacional y mucho menos seguir infligiendo
tanto daño a nuestro país y a los venezolanos, con el
único fin de mantenerse en el poder “como sea”, sin que eso tenga una violenta
reacción en los venezolanos y en la Fuerza Armada Nacional. Si Nicolás Maduro
tuviera un mínimo de sensatez, sería suficiente para dar paso a un gobierno de
transición que permita superar la actual tragedia nacional. De no hacerlo,
pensando que es posible mantener posiciones inconstitucionales y arbitrarias
como la que se atrevió a señalar públicamente: “no habrán elecciones mientras
no estemos seguros de que el PSUV pueda ganarlas”, estaría provocando una
reacción en todos los estamentos de nuestra sociedad que se verían obligados a
utilizar la fuerza para restablecer la
vigencia de la Constitución Nacional. Ese desafío que usted, presidente Maduro,
está haciendo a los venezolanos, fue el mismo que hizo el general Marcos Pérez
Jiménez cuando decidió imponer un
plebiscito en lugar de las elecciones que establecía la Constitución de 1953.
El bombardeo de Miraflores en la madrugada del 1° de Enero lo hizo regresar a
la realidad. 23 días más tarde, ante la exigencia de las Fuerzas Armadas de que
entregara el poder, tuvo que viajar hacia Santo Domingo en la “Vaca Sagrada”,
atendiendo el inteligente consejo que le
dio su íntimo amigo el General Luis
Felipe Llóvera Páez, al decirle: “Vamonos Marcos, que pescuezo no retoña”. Reflexione,
presidente Maduro. No conduzca a
Venezuela a la violencia. La sangre que pueda derramarse caerá sobre su
conciencia. Piense en la historia.
Caracas,
26 de febrero de 2017.
fochoaantich@gmail.com.
@FOchoaAntich