El colapso del gobierno de Nicolás Maduro
II
En la primera
parte de este artículo señale los errores políticos cometidos por Nicolás
Maduro desde que el chavismo perdió la mayoría popular. La derrota que sufrió
el PSUV en las elecciones parlamentarias no fue nunca asimilada ni interpretada
por los incapaces capitostes del régimen. No entendieron que esa derrota
indicaba que había sido un gravísimo error
no rectificar la equivocada orientación política y económica del régimen
mantenida por Hugo Chávez, apenas Nicolás Maduro asumió la presidencia, mediante
un muy dudoso triunfo electoral. Sus últimas jugadas políticas, la criminal
represión a la protesta ciudadana, la elección fraudulenta de una inútil
Asamblea Nacional Constituyente Comunal, la utilización del presidente
dominicano Danilo Medina para que
invitara a un nuevo diálogo gobierno-oposición y la intempestiva
convocatoria a las elecciones regionales, lo único que han logrado es
evidenciar aun más, que la precariedad de su gobierno no le permite enfrentar,
con una mínima posibilidad de éxito, la
grave crisis nacional.
Esta visión del colapso del régimen
madurista fue ampliada desde el punto de
vista económico por Ricardo Hausmann en los siguientes términos: “La catástrofe
económica de Venezuela eclipsa cualquier otra de la historia de Estados Unidos,
Europa Occidental, y América Latina… Claramente una disminución del 40 % del
PIB per cápita es un hecho muy poco frecuente…, pero también hay que considerar
que el declive del ingreso
nacional, incluyendo el efecto de la caída del precio petrolero, es del 51%...
El despilfarro en la época de las vacas gordas dejó pocos activos que se
pudieran liquidar en el periodo de las vacas flacas, y los mercados no
estuvieron dispuestos a otorgar créditos a un prestatario con tal exceso de
deuda. Entre 2012 y 2016, los ingresos fiscales no petroleros se desplomaron en
un 70% en términos reales y durante el mismo periodo, la aceleración de la
inflación hizo que los pasivos monetarios del sistema bancario cayeran en un
79% a precios constantes. En dólares el
declive fue del 92%...Inevitablemente, también colapsó el nivel de vida…”
Tan grave
situación demuestra que el gobierno de
Nicolás Maduro no tiene ninguna capacidad de respuesta a los ingentes
problemas que aquejan a la sociedad venezolana.
Su permanente irrespeto al orden constitucional y la constante violación
de los derechos humanos han comprometido totalmente su escasa legitimidad de
origen. Es tal la gravedad de lo ocurrido que los gobiernos de los Estados
Unidos, Canadá, la Unión Europea y la gran mayoría de los países de América
Latina han decidido aplicar sanciones económicas en contra del gobierno de
Maduro y de algunos de sus funcionarios. Esta situación, aunada al
desconocimiento nacional e internacional de la ilegítima e ilegal Asamblea
Nacional Constituyente Comunal, así como el pleno reconocimiento de la Asamblea
Nacional, han fortalecido significativamente a la oposición democrática. La
creciente crisis social, política y económica, en medio de un indetenible
descontento popular, son delicados factores que muestran la necesidad de que en
Venezuela se produzca urgentemente un trascendente cambio político.
Los venezolanos están más que convencidos de
esa imprescindible solución. El desacuerdo en la opinión pública surge en la
determinación de la forma de lograrlo. En este sentido, existen
actualmente tres visiones sobre la vía
para forzar el ansiado cambio político: la protesta de calle, la cual se
desarrolló con gran fuerza durante 4 meses, pero, a pesar de que logró desenmascarar
a la dictadura ante la opinión pública internacional, disminuyó progresivamente
debido a la criminal represión del régimen, dejando en la conciencia de nuestro
pueblo el recuerdo de los numerosos muertos que sacrificaron su vida en defensa
de la libertad y la democracia; la intervención militar en sus dos formas de
acción: la presión como factor de poder, con la finalidad de alcanzar un
determinado fin político y la negativa de los cuadros militares al cumplimiento
de órdenes inconstitucionales. Esta posible solución siempre tiene un número importante de
partidarios. Nuestro pasado histórico la fortalece. La tercera forma de acción
es el camino electoral. La cercanía de las elecciones de gobernadores obliga a
una más larga discusión sobre sus ventajas y desventajas.
El régimen
madurista tiene una marcada tendencia totalitaria, militarista y
anti-democrática. No existe la menor duda al respecto. Sin embargo, a pesar de
que su triunfo electoral dejó mucho que
desear y la duda sobre su resultado no se ha disipado, éste fue finalmente
aceptado ante la ausencia de poderes públicos libres e imparciales que
atendieran los justos reclamos del sector opositor, pero también, esa
circunstancia lo obliga a someterse a los procesos electorales establecidos en
la Constitución Nacional. Sus triquiñuelas son más que conocidas. Ellas se
mantendrán, pero ha quedado demostrado que si se vota masivamente y la
oposición se activa efectiva y eficazmente en la defensa del voto, las
posibilidades de realizar trampas disminuyen de manera importante. Así se demostró en las elecciones
parlamentarias de 2015. Es verdad que después se cuestionó la mayoría
calificada de la oposición, pero el éxito internacional y la legitimación de la
oposición se originan fundamentalmente por el resultado de esa elección.
Estoy convencido
que el pueblo venezolano, víctima de la ineficiencia y la corrupción de Nicolás
Maduro y su camarilla, no se va a dejar
embaucar con las desgastadas campañas de manipulación y guerra
sicológica implementadas en la Sala Situacional de Miraflores para desmotivar y
desmoralizar a los electores. Analicemos algunas de ellas. “Los gobernadores
electos deben subordinarse a la Asamblea Nacional Constituyente”. Totalmente
falso. En primer lugar, los nuevos gobernadores estarán subordinados a la Constitución Nacional y a la voluntad
popular; además, todos los candidatos opositores han manifestado su rechazo a
esa espuria Asamblea. Delcy Rodríguez, la flamante presidente de una Asamblea
Nacional Constituyente Comunal no reconocida en su legitimidad por la mayoría
de nuestro pueblo y por más de ochenta países, mantiene que dicha Asamblea fue
la convocante a las elecciones regionales. Absolutamente falso. Esa asamblea no
está en capacidad de ordenar nada por sí sola. La verdad es que esas elecciones
fueron convocadas por el CNE a instancias de Nicolás Maduro pensando que esa
sorpresiva convocatoria lo favorecería. Se equivocó una vez más.
Entre otras mentiras, Nicolás Maduro se ha
dedicado a mantener engañosamente que existe un acuerdo entre gobierno y oposición.
La oposición democrática aceptó la invitación del presidente Danilo Medina de
manera acertada y prudente. No hacerlo podía comprometer el apoyo
internacional. A la segunda convocatoria no asistió. El comunicado fue
terminante: “no asistiremos a una nueva reunión
mientras el gobierno nacional no libere a los presos políticos y se inicien las
gestiones para permitir el acceso de donaciones de alimentos y medicinas a
Venezuela”. En este momento no existe diálogo entre gobierno y oposición. Esa
es la verdad. Lo demás son intrigas de baja monta para hacerle creer a los
venezolanos que existen componendas a sus espaldas y desmotivarlos en su deseo
de participar en la elección. Afortunadamente, el impacto negativo que tuvo esa
campaña ha disminuido vertiginosamente y la tendencia se ha revertido hacia la
participación. La encuestadora Datos, en su último sondeo concluye: si vota el
65 % de los venezolanos, la oposición gana todas las gobernaciones; si vota 55
% gana 19; si vota el 50 % gana 17; si
vota el 45 % queda empatada.
Los venezolanos debemos entender que nuestra
participación, en esta nueva justa electoral, representa no solo la legítima expresión
de nuestra voluntad sobre la designación de un gobernador en particular, sino
también, la voluntad de manifestar firmemente ante el mundo nuestro rechazo a
la oprobiosa dictadura de Nicolás Maduro y su corrupta camarilla. Así, que
todos a votar. Sería casi un suicidio no aprovechar la oportunidad para
demostrar el rechazo generalizado al deplorable régimen madurista.
Caracas,
8 de octubre de 2017.