A mis compañeros de
armas
I
Fernando Ochoa Antich.
Los
aspectos tratados en la reunión celebrada el pasado 8 de noviembre, entre
Nicolás Maduro y el cuerpo de generales y almirantes, casi no se conocen. Me
imagino que a causa de la permanente restricción impuesta a los medios de
comunicación no gubernamentales. La poca información difundida ha sido
sumamente repetitiva. Tampoco se percibe en las diferentes tomas televisivas, con
suficiente claridad, si hubo un período de preguntas y repuestas después de
terminar la intervención de Nicolás Maduro. Lo que si se trató de resaltar, con
particular interés, fueron los aplausos
que los generales y almirantes prodigaron
a sus palabras. No tengo la menor duda en afirmar que la idea de dicha
reunión debe haber surgido como consecuencia de informaciones recibidas de los
servicios de inteligencia que señalan un creciente descontento en todos los
cuadros militares. Este hecho es normal que esté ocurriendo, ya que el malestar
nacional se incrementa permanentemente como consecuencia de la gravedad de la
crisis que en todos los órdenes aqueja a la sociedad venezolana. Ese malestar
es imposible que no se transmita a los cuadros militares, ya que sus familiares
tienen que enfrentar diariamente el indetenible proceso inflacionario, la
escasez de productos de primera necesidad, la inexistencia de medicinas, el
colapso de los servicios públicos, la inseguridad desbordada y pare usted de
contar.
Durante estos dieciocho años les he dirigido
permanentemente numerosos mensajes, tratando de hacerles ver la inconveniente
orientación que, en todos los aspectos del devenir nacional, ha tenido y tiene
el régimen chavista, ahora llamado madurista. El caos generalizado que vivimos
actualmente los venezolanos es una clara demostración de cuanta razón teníamos
quienes nos dedicamos obstinadamente a advertir los peligros que enfrentábamos.
Sin embargo, uno de los aspectos que siempre me ha sorprendido es el silencio
de la Fuerza Armada Nacional ante el creciente proceso de disolución
nacional. Desde 1958, año en que los
Altos Mandos decidieron abandonar el ejercicio directo del poder político, nos
transformamos en un importante factor de poder que le permitió a la Institución
Armada opinar con prudencia y discreción, pero con gran firmeza, sobre
cualquier circunstancia que pudiese comprometer el destino nacional. Esa
patriótica actitud le fue reconocida por los venezolanos que siempre la
colocaron entre las tres instituciones de mayor prestigio en nuestra sociedad. Esa
trascendente conducta fue desechada durante estos años. Los mandos de la Fuerza
Armada Nacional consideraron involucrarse en el ejercicio directo del poder
político, sin valorar lo que significaba comprometer a nuestra Institución en los
graves errores que se estaban cometiendo en la conducción de Venezuela
Intento retomar mi prédica con la esperanza de ser
escuchado por ustedes y poder así contribuir a que se tomen las medidas
necesarias para evitar se sigan cometiendo tantas equivocaciones. Su contenido
buscara hacerles ver la realidad de lo que ocurre en Venezuela. Analizaré en
seis artículos los principales problemas políticos, económicos, sociales,
internacionales y militares de la actual realidad nacional. Estoy seguro que la mayoría de ustedes la
conocen, aunque la permanente campaña de propaganda del régimen puede
confundir, a través del engaño y la ilusión, a cualquier ciudadano que no sea
suficientemente perspicaz para dedicarse a buscar la verdad de lo que ocurre en
nuestra Patria. Comenzaré por responder a algunos de los planteamientos
puntuales realizados por Nicolás Maduro durante su disertación. En un primer aspecto
busca convencer a los asistentes que los permanentes accidentes ocurridos en
instalaciones vitales de servicios públicos se originan por permanentes
sabotajes de militantes de la oposición. Ustedes saben perfectamente bien que
ese señalamiento es una irresponsable manipulación política. El problema se reduce
a varios aspectos: robo de materiales que tienen un alto costo en un mercado
ilegal que no ha sido controlado por existir complicidad con funcionarios
públicos, un limitado entrenamiento de los operadores y una absoluta falta de
mantenimiento.
Así mismo, Nicolás
Maduro resaltó en su exposición que
“Venezuela vive una arremetida nunca antes vista por razones que obedecen a
motivos de geopolítica, una batalla por los territorios, las riquezas y los
minerales”. La supuesta “arremetida” contra Venezuela ha sido otro factor de
manipulación de la opinión pública que busca explotar, a través de la
propaganda, nuestro exacerbado nacionalismo al insistir permanentemente que el
imperialismo norteamericano busca apoderarse de las riquezas de Venezuela. Sin
embargo, tanto a ustedes como a todos los venezolanos nos consta la política
entreguista que Hugo Chávez y Nicolás Maduro han mantenido en contra de los más
altos intereses nacionales. Evidencia de ello han sido, entre otras, la
invasión cubana en todos los aspectos, incluyendo los más sensibles de la vida
nacional, la negligencia cómplice en el manejo de nuestra reclamación en el
Esequibo, la permisividad ante las grandes transnacionales en la explotación petrolera y minera y la negligencia cómplice
con el crimen organizado. Además, se ha buscado una alianza con China y Rusia,
no solo desde un punto de vista comercial, perfectamente aceptable, sino
político estratégico, que busca reeditar los tiempos de la guerra fría, en la
cual Venezuela tendría un papel importantísimo en el enfrentamiento contra los
Estados Unidos. Hay que recordarles a estos estrategas de pacotilla el fiasco
de Fidel Castro en la crisis de los cohetes en 1962.
Mantener que la
posición de la Fiscal Luisa Ortega Díaz era parte de “un plan acordado con sectores externos de
poder para intentar incendiar a nuestro país” es una exageración difícil de
aceptar. Su posición surgió ante la inconstitucional sentencia del Tribunal
Supremo de Justicia que buscaba disolver en la práctica la Asamblea Nacional. También
es necesario recordar que la doctora Ortega Díaz era de reconocida militancia
chavista. Es mucho más lógico pensar que su distanciamiento con el gobierno
madurista surgió por razones de luchas internas en el PSUV. Otro aspecto, que
por lo menos causa sorpresa, es su afirmación: “la oposición no tomó en cuenta
mi llamado a un diálogo”. Es más que conocida la carta pública del cardenal
Pietro Parolin en la cual mantuvo que el diálogo había fracasado por
irresponsabilidad del gobierno de Maduro y las palabras del Santo Padre con
respecto a Nicolás Maduro en septiembre pasado: "Lo
que dice (el presidente Maduro) que lo explique él. No sé qué tiene en su
mente. Pero la Santa Sede hizo mucho". También afirmó que la
solución de la crisis había sido consecuencia de la Asamblea Nacional
Constituyente Comunal. Parece no recordar la forma inconstitucional que fue
convocada y el rechazo a su legitimidad realizado por más de 90 países en el mundo.
Caracas, 19 de
noviembre de 2017