Enrique Prieto Silva
Viernes, 11 de octubre
de 2019
Con gran desagrado tenemos que admitir la existencia de
muchos apelativos que se aplican a los militares, en sendos intentos por buscar
el desprestigio de la institución armada, toda vez que sin son ni ton, se
impuso el llamado militarismo en la función pública cuando se militarizó el
sistema de gobierno.
Mucho se habla de precariedad y de malformación de los
militares, pero en realidad lo que ocurre es la perversión originada de un
mando militar, o mejor dicho, de una generación de militares forjada en la
oquedad de una torpe “revolución” perdida en el espacio, que no provino de la
escuela de las armas, sino la de prosaicos soldados que se acogieron al decir
torpe de la tosquedad, que creen que realmente existen los “herederos de los
libertadores”, mascullándolo como cantaleta creadora del misticismo militar,
que muchos asumen como una patente de corso para reclamar el supuesto
privilegio social que demanda la herencia libertaria.
Uno de los primeros cambios que hay que hacer para
reestructurar a las FAN, es eliminar de la mente de los militares la creencia
de que son los servidores privilegiados de la patria y que se merecen un trato
preferencial. Debe quedar al descubierto la verdadera razón de su existencia,
que no es la de solo honores, sino la de un mayor sacrificio por la patria y la
honra del servicio desinteresado. Que se meta en la cabeza de todos los
integrantes de la FAN, que la perversión de la institución ha sido la
injerencia del militar en la política y en la creencia de que su apoliticidad
es para darle más privilegios, ya que, antes por el contrario, se le aparta del
ejercicio de la política en la actividad, para que no intervenga en funciones
de gobierno porque hay incompatibilidad entre el poder de las armas y la
gobernabilidad civil, como los establece y reclaman la ciudadanía y el poder ciudadano.
Se le impide al militar participar en el gobierno, porque al
poner en sus manos el poder de las armas, siempre ha existido la tentación de
usarlas para gobernar, de donde surgen los intentos de golpes de estado y el
surgimiento del militarismo de gobierno. Los militares creen que participar en
funciones de gobierno es una función militar, al extremo de hacerlo incluir en
la Ley Orgánica respectiva.
Se crea una lucha interna por lograr posiciones
ministeriales y al frente de ministerios con poder político, policial o
judicial, asumen el rol de verdugos y justicieros políticos, dejando de lado la
constitucionalidad, aplicando la justicia bajo su mando, es decir
militarizándola como presunción de mano dura a la delincuencia, pero todo se
desdobla a perseguir la disidencia política, asumiendo la dirección del poder político
enfrentándolo sin dar la cara al verdadero liderazgo y amparándose en una
función de seguridad nacional, que atiende al apoyo al presidente usurpador,
enfrentando a toda disidencia legítima o no, como ha ocurrido en la actualidad
con el apoyo al presidente usurpador, en contra de la supremacía de la Asamblea
Nacional, único órgano del poder público elegido por el pueblo.
La actitud de estos militares en el militarismo, han creado
una aversión del pueblo contra todos los militares y contra las fuerzas
armadas, que contrasta con la aceptación de honroso servidor púbico como
siempre fue tratado.
Hoy aparece la denigrante calificación de: --Mafias de los
pasaportes; militares; -Mafias del oro: militares; -Mafias del coltan:
militares; -Mafias de la comida: militares; -Mafias de la medicinas: militares;
-Mafias de la gasolina: militares.
Deshonra que abarca a todos los militares y quienes más sufren la desidia son
los militares en retiro, quienes a más de tener que asumir la deshonra, sufran
el menosprecio y la discriminación que hacen los mandos activos, al no
incluirlos en los beneficios que crean para los militares en actividad, con los
que tapan las marramucias para engatusarlos en la lucha contra el poder
político que desconoce y adversa el militarismo.