¡FELIZ
NAVIDAD!
Enrique Prieto Silva
Lunes, 23 de diciembre de
2019
¡Solo con esperanza se mantiene la vida!, y la esperanza
no es un mito, es realidad, si pudiéramos decirlo, la única realidad que nos
hace vivir. Cuando decimos con frecuencia, ¡amanecerá y veremos!, no solo
queremos amanecer, que es el signo de esa esperanza de vivir, sino que nos
auspiciamos el mayor signo de esperanza, ¡ver, como fruto de la vida!
En los actos cristianos existe el pensar que la celebración
de la Navidad es la mejor forma de agradecer al Dios de los cielos por
permitirles disfrutar de la vida, es un tiempo maravilloso en el que se respira
generosidad, humildad, gratitud, solidaridad, reconciliación, paz, amor; donde
el nacimiento del Niño Jesús es motivo de festividad, y su enseñanza cobra vida
en la humanidad. Durante esta época estamos llamados a vivir los valores que
sobresalen en la tradición navideña. Es un momento para reconciliarnos con
nosotros mismos; con esa esperanza de que tendremos el valor para afrontar los
avatares y también el de enfrentarlos con dignidad e inteligencia.
Hay quienes piensan que es momento de parsimonia, donde
solo el pensar debe motivar nuestra acción y reacción, pero algunos pensamos
que al contrario, celebrar el nacimiento del Cristo redentor nos invita a modelar bienes de inteligencia motora, de parsimonia activa, que como la luz
de Belén, nos ayude a encontrar ese norte como el que guio a los Reyes Magos a
encontrar el Niño Dios de la esperanza. Es allí donde surge la esperanza; esa
que despierta el brillo de la Navidad y hace renacer también los valores más
representativos de la Navidad para en cadena natural transmitirlos a los hijos
y vivirlos en familia.
Sin dudas, uno de los mayores lamentos en nuestra patria
hoy destrozada, es la pérdida de la esperanza que nos permita el reencuentro
con la sinceridad y la democracia, que aunque parecieran contradictorias, son
las bases gemelas de un sistema de gobierno que elimine la torpeza como acción
y reemplace la estupidez de su ortodoxo socialismo por una obra de paz cubierta
de actos inteligentes en un mundo que sin remedio asumió la universalidad de la
globalización indetenible, que obliga a vivir sociabilizado pero sin mordaza.
La Navidad es sinónimo de solidaridad, de cooperación,
de servicio, de sensibilidad ante las necesidades del otro. Ser solidarios con
la familia, con quien nos sirve en el centro social, en la escuela, con el
compañero de trabajo, con el anciano inmovilizado, con el colega, con el
copartidario, pero más con el contradictorio ideológico que en su terquedad,
cree que es posible eliminar al adversario por sumo capricho, creyendo que es
cierto que todo es de todos, olvidando la gracia de Dios, que como dice la
encíclica: “Dios ha
dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus
habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno… Ahora bien, la tierra
no da sus frutos sin una peculiar respuesta del hombre al don de Dios, es
decir, sin el trabajo.”
Ojalá que esta Navidad, a pesar de los errores
políticos, sirva para marcar el hito del cambio hacia la Venezuela que todos
queremos, una patria en paz, en concordia, pero sobre todo en democracia.
¡Feliz Navidad!