Ensayo sobre la ceguera
Tomo el título de este escrito del laureado libro de José Saramago, pues como en su novela, pareciera que muchos perdieron la capacidad de ver lo que tienen en frente, por eso me arriesgo a trazar de donde surgió el comandante Chávez y de dónde saldrán los que están por nacer.
Hugo fue parido por el vientre de la ceguera política, de la soberbia y de esa mala hierba que va creciendo en los brocales y termina cubriendo hasta los caminos más virtuosos, la codicia. Hugo no es producto único del pasticho ideológico que tenía el comunismo en Venezuela, también es hijo de Caldera y la mezquindad con que justificó el golpe militar en una Venezuela que estaba al borde del precipicio en que cayó, es hijo de Uslar Pietri y sus notables que entre viejos resentimientos y deseos aristocráticos le dieron a Venezuela una de las tantas puñaladas, también el comandante es hijo del vandalismo orillero que mostraron los dirigentes de AD a principios de los 90 al ser despojados de las carteras ministeriales, de las gobernaciones y alcaldías que antes eran asignadas a dedo. Chávez también es hijo del menosprecio y sobre todo del pecado mortal de la subestimación, de los egos masificados de algunos grupos que no entendieron que las mayores tragedias humanas llegan de la mano de hombres sin brillo, mediocres, incapaces, sin estructura, limitados, pero eso sí, con convicciones alimentadas por los complejos, por ser invisibles, por parecer desechables. Por eso cuando estos tiranillos grises llegan al poder destrozan a quienes los rechazaron (según ellos) por feos, negros, por blancos o bajos, por no haber sido inteligentes o por ser de raíces humildes, por ser católicos o musulmanes, por no hablar bien o por cualquier detalle que el complejo le grite a su cerebro reptil.
El chavismo no se instauró por presentar un modelo político atractivo, Chávez no se hizo presidente por carisma, que lo tenía, ni por populismo demagógico, que lo vendió, esas cosas aunque hicieron peso en la balanza no definieron su ascenso como si lo hizo la antipolitica que reinó, el asco que creció a escalas astronómicas hacia todas las toldas. A Chávez le pusieron una presidencia bombita los variopintos grupos que deseaban a trocha y mocha coronar sus visiones absolutas pero que además jadeaban por un enorme pedazo de la torta, es que querían la torta completa. Ellos marcaron el camino, colocaron hasta los pasamanos para que un vivo de esos que le gustaba beber y comer brindao' llegará a Miraflores, mira tú, los cachicamos trabajaron para lapa y como buen roedor esa lapa ya montada, trajo ejércitos de ratas.
Es imposible restarle responsabilidad del parto a todos los que de una u otra forma practicaron el facilismo, la viveza, a los que querían acceso a todo sin trabajo y sin esfuerzo, a los que creían que igualdad era solo derechos y ningún deber. Pero ese no es el foco de hoy. El introito es porque todos esos factores que gestaron a Chávez y a toda la horda de salvajes que hacen que Chávez viva y la lucha siga, están engranados nuevamente de una manera más efectiva, más exacta, más, mucho más peligrosa. Reciclando las crudas palabras del Bertolt Brecht; "la puta que parió a Hitler está caliente de nuevo." Este sistema político miope que mantiene la dirigencia opositora, esos egos hipertrofiados, esa seguridad en la que sostienen ser los herederos legítimos del valle, esa panoplia de elementos que trajeron la miseria a un país que dentro de sus imperfecciones era perfecto, es la misma que está gestando a varias decenas de Hugo Chávez y detrás de ellos a muchos Diosdados, Maduros, Rodríguez y haciendo cola en encubadoras están cientos de hombres y mujeres acomplejados, resentidos, sin espíritu, sin cacumen, pero con muchísimo odio, con unas convicciones que hierven y vibran con ideas aprueba de cárcel y persecución, impermeables a tortura y aislamiento. El régimen y nuestra vanidosa oposición tendrán muchos vástagos que dejarán a Hugo y a sus malqueridos como angelitos de los versos de Andrés Eloy, pero eso, eso no lo ven ni unos ni los otros, el régimen gasta sus segundos intentando apretar los tornillos aislados de su trono, la fuerza política opositora, que ya no es fuerza y a veces tampoco opositora, gasta sus días como narciso, contemplándose frente a un espejo con bandas presidenciales, practicando sonrisas y saludos. En sus ratos libres hacen mucho lobby y buscan, intuyen, rastrean donde pueden encontrar ventajas con la bandera de las necesidades de los coterráneos. El país es testigo de cómo jóvenes promesas opositoras declinan sus virtudes ante los lineamientos del partido y pasan de ilustres a bandidos sin darse cuenta que ya el fango les llega a la cintura (qué pensará Leopoldo, Henry, Julio y Manuel). "Espero que algún hueso sano vaya quedando".
El cuento se hizo largo, y larga también será la transición si la oposición no asume con humildad las visiones externas. Forjando a lápiz y tecla estas líneas entendí que el problema de Venezuela no ha sido la ignorancia de sus electores, nuestra tragedia ha sido y sigue siendo la presunción de sabiduría de nuestros políticos, su indisolubilidad. Betancourt supo identificar temprano el problema aquí planteado y a los posibles Chávez de la época, vástagos de la dictadura que harían quejumbrosa la democracia, a ellos supo cortésmente (pues fueron compañeros de luchas) abrirles caminos alternos que los distrajeran mientras los avezados construían algo que en aquel tiempo era tan novedoso y frágil como lo será para nuestra generación, la democracia.
Autor:
Eduardo Figueroa
IMAGEN SUPERIOR: Foto referencial de la Ceguera política por cortesía de El Español Digital