“El narcotraficante Fidel Castro Rus”
Por: Ruben Dario Bustillos Rávago
En 1994, Cuba estaba en medio de un terrible “periodo especial” de recesión económica que se había iniciado en 1991, poco antes del colapso soviético. A finales de los años 80, Fidel Castro dejaba de ser útil a la URSS, por lo que la reducción del subsidio del Kremlin y el fracaso de la reforma agraria, ponían a la población al borde de la hambruna.
Fidel Castro había empezado a desarrollar el turismo como fuente de ingresos con inversionistas europeos. Sin embargo, esa nueva fuente de divisas no era suficiente para satisfacer las necesidades de la isla y menos para acometer sus planes de expansión geopolítica.
Para generar los recursos adicionales necesarios para mantenerse su dictadura, Fidel empezó a desarrollar operaciones encubiertas con la guerrilla colombiana que se había apoderado del negocio de la cocaína. Pronto Fidel, a través de sus lugartenientes, se convirtió en un importante capo de una organización identificada, secretamente por la DEA, como el “Cartel de Fidel”, que permitía que el territorio cubano sirviera de santuario y trampolín del flujo de estupefacientes hacia Europa y los Estados Unidos. Esas operaciones secretas fueron diseñadas de tal manera que su responsabilidad no fuese rastreada ni probada para evitar escándalos internacionales que dieran al traste con su imagen. De esa manera furtiva, Cuba se fue convirtiendo en un Narco Estado.
Para gerenciar la nueva fuente de ingresos, Fidel estableció, con un grupo de militares de su mayor confianza, un equipo ultrasecreto encabezado por el general de división Arnaldo Ochoa. Este grupo entró en contacto con las guerrillas colombianas iniciando un activo tráfico que generaba más divisas que el turismo.
Aun cuando el negocio de los estupefacientes, además de abundante flujo de caja, engendra corrupción y problemas morales de todo tipo, para Fidel era algo de vida o muerte salvar la revolución. Fidel justificaba sus acciones con la mentira piadosa que, para él, la droga era un arma más en el arsenal de la lucha contra el imperio que además significaba unos cuantos millones de dólares adicionales para su bolsillo.
En 1989, Fidel se preocupó mucho cuando se enteró que la DEA tenía metida sus narices en La Habana y que Ochoa y otros miembros de su banda estaban desviando fondos del narcotráfico para su propio peculio. Pero, lo que más le preocupaba era que el gobierno de George Bush, ese mismo año, había invadido a Panamá y apresado al General Manuel Antonio Noriega, quien se dedicaba al tráfico de drogas.
Castro se decidió a matar dos pájaros con un solo tiro: despistar a los investigadores de la DEA y eliminar a un viejo pero molesto colaborador. Ordenó la detención del General Favio Ochoa y sus lugartenientes. Durante el juicio, Ochoa se mantuvo sereno creyendo que Fidel no se atrevería a tomar una medida extrema en su contra; pero estaba equivocado. Pese a sus vehementes votos de fidelidad, Fidel decidió, en forma sumaria, acusarlo por narcotráfico, procediendo a fusilarlo como chivo expiatorio.
Hasta el último momento, Ochoa, atado al poste del paredón, trataba de animar a uno de sus compañeros de infortunio, creyendo que se suspendería el ajusticiamiento, cuando sintió en sus entrañas el tránsito caliente de las balas que le quitaron la vida. De esa manera Fidel reafirmó su liderazgo interno y desmarcó su nombre del negocio de los estupefacientes dando a entender que no formaba parte de la banda.
Simultáneamente hizo ver al resto de la organización clandestina que castigaría con la muerte a los delatores. Al hacerlo, aparentaba ante el mundo que actuaba con energía y dureza contra los carteles de la droga, mientras que, solapadamente, continuó en forma encubierta sus relaciones con las guerrillas colombianas para continuar sumergido en el tráfico de la droga que acrecentaba su fortuna personal y salvaba la revolución.
En el año 2000, Fidel Castro recomendó a su discípulo Hugo Chávez Frías, reforzar sus viejos contactos en la frontera llanera con las FARC y el ELN que dieron origen al poderoso “Cartel de Los Soles” que hoy, a la cabeza de Nicolas Maduro. ha prevalecido como la mayor organización criminal internacional de la droga, integrada por la más alta jerarquía del régimen usurpador a quienes el gobierno de EEUU ha puesto precio a sus cabezas. Caracas, 24 de septiembre de 2020. rdbustillos@gmail.com, @rdbustillos.
Este es otro extracto de las 540 páginas de mi libro “La Guerra sin Nombre”, disponibles en Amazon, también en inglés como “The Nameless War”: La guerra sin nombre: Estragos del narcoterrorismo en América (Spanish Edition)
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