Había una vez una chica que podía hacer cualquier cosa que quisiera en el mundo. Todo lo que tenía que hacer era elegir algo y concentrarse. Entonces, un día se sentó frente a un lienzo en blanco y comenzó a pintar. Cada golpe fue más perfecto que el siguiente, convergiendo lenta y graciosamente para construir una obra maestra impecable. Y cuando, finalmente, terminó la pintura, se quedó con orgullo en su trabajo y sonrió.
Era obvio para las nubes y las estrellas (que siempre estaban viendo sobre ella) que la pequeña tenía un don. Ella era una artista. Y ella también lo sabía. Lo sentía en cada fibra de su ser. Pero unos momentos después de haber terminado la pintura, se puso ansiosa y rápidamente se puso de pie. Porque se dio cuenta de que, aunque tenía la capacidad de hacer cualquier cosa en el mundo que quisiera hacer, simplemente pasaba su tiempo moviendo la pintura sobre un lienzo.
Se sentía como que había mucho más en el mundo para ver y hacer, tantas opciones. Y si ella finalmente decidiera hacer algo más con su vida, entonces todo el tiempo que pasara pintando sería un desperdicio. Así que echó un vistazo a su obra maestra por última vez, y salió por la puerta de la luz de la luna. Y mientras caminaba, pensó, y luego caminó un poco más.
Mientras caminaba, no notó las nubes y las estrellas en el cielo porque estaba preocupada por una decisión importante que tenía que tomar. Tenía que elegir una cosa para hacer de todas las posibilidades del mundo. ¿Debería ella practicar la medicina? ¿O diseñar edificios? ¿O enseñar a los niños? Ella estaba completamente perpleja.
Veinticinco años después, la niña comenzó a llorar. Porque se dio cuenta de que había estado caminando durante tanto tiempo, y que a lo largo de los años se había enamorado tanto de todo lo que podía hacer, la interminable gama de posibilidades, que no había hecho nada significativo en absoluto. Y aprendió, por fin, que la vida no se trata de la posibilidad. La vida se trata de tomar una decisión: decidir hacer algo que te mueva.
Así que la niña, que ya no era una niña, compró un poco de lienzo y pintura en una tienda de artesanía local, condujo hasta un parque cercano y comenzó a pintar. Un golpe guiado con gracia al siguiente, tal como lo había hecho tantas lunas. Y mientras sonreía, continuó pintando durante el día y la noche. Porque ella finalmente había tomado una decisión. Y aún quedaba algo de tiempo para deleitarse con la magia de vivir.
LO SIENTO; POR FAVOR, PERDÓNAME, TE AMO, GRACIAS
SOMOS AMADOS Y APRECIADOS MUCHÍSIMO Y PARA SIEMPRE
NO TENEMOS NADA QUE TEMER
NO HAY NADA QUE PODAMOS HACER MAL
YO SOY HIJO DE DIOS Y POR LO TANTO HEREDERO DE TODAS LAS RIQUEZAS DEL UNIVERSO
Arsenio González
El Negro e' Macha
Cumaná, 22-01-2021
Twitter: @aragonzal