¡HOY ES 23 DE ENERO!
Enrique Prieto Silva
Domingo, 23 de enero de 2022
Rememorar el 23 de enero es recordar cuando el pueblo de Venezuela y las Fuerzas Armadas Nacionales, se unieron para derrocar la última dictadura militar sufrida por el país en el siglo XX; y hoy, 64 años después, vivimos la incertidumbre de querer rechazar el consolidado sistema totalitario y atrasado, inserto desde 1998 con el pomposo nombre de "Socialismo del Siglo XXI", luego de que la desviada estupidez de la joven generación militar insurgiera el 4 de febrero de 1992, contra el régimen democrático constituido desde nuestra odisea, aquel 23 de enero de 1958, engendrado en nuestro sueño también juvenil militar, ambas enraizadas en el fulgor popular.
Ese día de 1958, acude a nuestra mente como el recuerdo de una vivencia perdurable. El día en que muy jóvenes, nos deparó la vida un momento que marcó en nosotros un camino para vivir del orgullo existencial. Ese camino de la huella con destino cierto, que han querido mancillar nuevos y viejos actores, algunos con insistencia, antes inmadura y hoy equivocada. Actores de la terquedad y del desatino, quienes piensan que el mundo puede ser, a pesar de sus fracasos, la utopía de Moro o el camino de Marx, alimentada y aderezada con los incultos caudillismos criollo y latino de un mundo diferente. Siempre, sin sentido, llamada "revolución".
En diciembre de 1957, se había efectuado un plebiscito para decir "SI" o "NO" al gobierno de Pérez Jiménez. Fue un plebiscito secreto, pero los empleados tenían que llevar al día siguiente la tarjeta (redonda) del "NO" a su trabajo. El malestar se fue generalizando, hasta que se desata un descontento general.
El 1º de enero de 1958, una rebelión militar debelada desencadena una serie de manifestaciones de todos los sectores. En ese entonces no funcionaban las encuestas ni los fabulosos medios cibernéticos de hoy, pero los paros, las huelgas y la desobediencia civil ocupaban todo el espectro socio-político. Crisis que se agudizó con la decisión gubernamental de ocupar los principales cargos públicos con oficiales de las Fuerzas Armadas. Es de recordar la designación del general Prato como ministro de educación, lo que causó como burla y protesta una manifestación con el desfile de un burro con las iniciales de "ME" en su gualdrapa.
Desde el día 1° se ordenó acuartelamiento clase "A" (general) y se desencadenó la persecución de los militares que tuvieron que ver o supieron algo sobre la rebelión. Eran vox pópuli los manifiestos militares pero muy escondidos ya que no existía ni el correo electrónico ni el internet y muchos menos el celular y las redes sociales. Los líderes de la asonada, unos huyeron al exterior y otros fueron internados en calabozos de las instalaciones militares y los civiles en la Seguridad Nacional. Vivimos esos momentos y podemos contar sobre nuestras angustias, hasta la mañana del 23 de enero, cuando Venezuela pudo ver en la incipiente TV, la huida del que creímos el líder del último gobierno militar. Fuimos testigos y escoltas para la salvaguarda de la vida de los que le acompañaron en los mandos y mal utilizaron el nombre de las FAN.
Pero no fue tan simple; había concluido el 21 la huelga de los medios de comunicación, bajo el ataque inclemente de la Seguridad Nacional y la vigilancia antimilitarista de los "medias blancas" (Policía Militar). En la noche del 22 con su amanecer del 23, no había vuelta de hoja, la historia estaba marcada para nuestro estreno militar, por lo que aceptamos el reto y decidimos enfrentarlo contra una diatriba cuyo rumbo iba a lo desconocido. Teníamos que decidir, entre quedarnos estáticos para mantener la visión de "El Nuevo Ideal Nacional", o dar un paso al frente para apoyar y dar cabida al ideario de los políticos que, luego del "golpe" de 1945, habían sido depuestos en 1948, por uno de los líderes militares que los acompañaron en la aventura, convertido por la voluntad de sus seguidores, en el Jefe del Estado. Dimos el paso al frente solicitado, que significó "romper pabellones" y tomar las armas para, con voluntad, revivir el movimiento iniciado en Maracay el 1° y poner fin al sistema de gobierno presidido por el general Marcos Pérez Jiménez, que apuntalado por la Seguridad Nacional se autoproclamada el gobierno de las Fuerzas Armadas, pero sin los militares.
La historia se presenta siempre activa y real, cuando existen personajes actores que pueden contarla, aunque sabemos que no es irreal, el que siempre la escriben los vencedores. También es real, que durante los últimos 23 años nos trataron de vender la historia de una "revolución" sin vencedores, producto solo de la palabra ensalzada de mentiras y ataques malsanos al quehacer, de los que si luchamos por lograr esta democracia.
Aunque en decadencia, aún permanecen renacientes viejos Quijotes del comunismo otoñal, pero hoy, cerca de una nueva primavera que vemos deslumbrar, cuando tendremos flores para embellecerla y perfumarla, y como paradoja, los verdaderos cambios pareciéramos verlos sin la premura que quisieron impregnarles de ambiente los revolucionarios, creyendo que por amanecer temprano recogerían buen rocío y un mejor sol para alumbrar el día, pero como en todas las paradojas, el día siempre llegara, sin premura y sin atropellos, y el transcurrir del tiempo, aunque largo, siempre ha sido de angustiosa esperanza, pero pareciera en nuestro entorno, que este 23 de enero impregnado de mañana y de amanecer, nos depara un día para conciliar la fe y la esperanza; y cuando llegada la tarde y al final la noche, nos sintamos impregnados de luz resplandeciente que perdure para el nuevo amanecer.
Viene a nuestra mente el recuerdo de aquel día, habían transcurrido tan solo siete años y 23 días de la segunda mitad del Siglo XX, cuando ocurrió el cambio; ese cambio que nos vio crecer con esperanza siempre, y vimos sin ingratitud, a pesar de inequidades y los malos momentos de la diatriba política; siempre con la esperanza que vendrían días mejores y que el retardo y el letargo serian pasajeros y muchas veces convenientes.
Hoy, a pesar de las ingratitudes que hemos sentido durante más de 22 años de desidia y espanto, tenemos que reconocer que el tiempo no pasa en vano, pero que siempre, si queremos vivir con alegría, tenemos que amarrarnos a la esperanza. Nunca desmayar por los quebrantos ni por los sinsabores, que forman parte de la vida. Pareciera, que esta víspera nos brindara hálito de esperanza y a pesar de lo ingrato, tenemos que abordar la vida con ella. Así debemos ver este 23 de enero; sin ingratitudes ni desvaríos, porque en la vida es imposible regresar al pasado y mucho menos predecir el futuro si no alimentamos la esperanza.
Si, así como en un sueño, ¡siempre el 23 de enero será como un nuevo despertar!
@Enriqueprietos