La culpa es de Machado
Enrique Meléndez
Uno de los temas más importantes, que tuvieron presente los firmantes del Pacto de Puntofijo, Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, fue el relativo a la responsabilidad administrativa, que era anejo al de la corrupción, en el sentido de que el gobernante no venía con la intención de construir las obras, pensando en sus intereses en el corto plazo, sino en las generaciones futuras; despartidizar la administración pública, cuyo personal, en efecto, llegó a ser variopinto durante la época de la República civil, y la prueba está en que Nicolás Maduro, siendo un militante de la Liga Socialista, haya pertenecido a la nómina del Metro de Caracas, sin ir muy lejos. Sobre todo, Villalba en su discursiva en el antiguo Congreso Nacional insistía mucho en dicho tema de la responsabilidad; que consistía en la ejecución de las obras, sin meterle la mano a la partida presupuestaria, destinada para una de ellas. Fue así como se desarrollaron una serie de obras de gran envergadura, como el Sistema Eléctrico Nacional (SEN), que arranca desde El Guri, y que alumbró a todo el país. En mi adolescencia me impresionaba la voz, que llegaba por una televisión, que todavía era en blanco y negro, de un señor que solicitaba a nombre de una fundación ecológica medias de nylon; mientras en escena se veía a un monito, al que le amarraban las patas con una de esas medias; que por entonces proliferaban mucho en el medio femenino; casi ninguna mujer usaba pantalón; el hecho era que se anunciaba, que aquella zona aledaña a la cuenca del río Caroní iba a ser ahogada por las aguas del embalse; que estaba en su fase de culminación; de cuyo complejo hidroeléctrico se iba a enviar energía hasta el último confín de Venezuela, y que no sólo nos alumbró, sino también que dio, para que se desarrollara la industria del aluminio de la Corporación Venezolana de Guayana, además del resto de empresas básicas, que en plena utilización de sus capacidades de producción demandaban grandes cantidades de electricidad. A mi me decía un amigo, que los venezolanos tenemos buen seso para la ingeniería; como se vino a demostrar también con Pdvsa (segunda transnacional más importante del mundo petrolero) y el parque industrial privado, que operaba, sobre todo, entre los estados Carabobo y Aragua, y que formaban una sinergia con las empresas básicas de Guayana. Hubo un momento, en el que el PIB en un 30% lo constituía el ingreso no petrolero.
Claro, esta responsabilidad administrativa se puso en duda, a partir de la aparición del denunciante de oficio, estilo Jotavé Rangel, que era lo que en términos figurados se conoce como un ventilador, mejor dicho, una cloaca a propósito de los numerosos casos de corrupción, que le llegaban a su mesa de periodista; aun cuando se caracterizaba por ser más perverso, que aquéllos a quienes denunciaba, puesto que congelaba casos, de acuerdo a un soborno, que le aplicaba a los autores de la fechoría. Es decir, no había una ética; puesto que la moral que se asumía era la del descrédito, que se traducía en expresiones, como la de Hugo Chávez, quien consideraba a la clase política venezolana, como la más corrupta del mundo, y se tenía a Carlos Andrés Pérez como el choro mayor, irrespetando su bien ganada investidura. Fue cuando comenzó a proliferar el igualitarismo hacia abajo; atizado, sobre todo, por los medios de comunicación, que cayeron en el desmadre de la antipolítica. Pero mal que bien, esa responsabilidad en la realización de la obra pública se mantuvo: el país se llenó de hospitales, carreteras y escuelas. El hecho es que en este momento el rastacuerismo llegó a tanto, que las partidas presupuestarias enteras se destinan para el bolsillo del funcionario, y el caso más patético lo constituye la crisis, por la que atraviesa el SEN. Recuerdo, en ese sentido, a Aixa López años atrás, entonces secretaria femenina de AD y presidenta del Comité de los Afectados por los Apagones, declarar que se habían destinado miles de millones de dólares, para el mantenimiento del Sistema del Guri, que comprendía las represas de Raúl Leoni, Macagua, Caruachi, de modo que el agua que se utilizaba en la primera, se turbinaba en la segunda; hasta Tocoma, cuyo financiamiento se había cancelado por completo, sólo que no estaba en funcionamiento, porque presentaba fallas por errores de construcción, y esto gracias al menosprecio que Chávez sentía por la meritocracia, en función de su clientelismo político.
-Chico, y que resultaste un gran ingeniero.
Así llegó mucha gente a los altos cargos de la burocracia estatal: sin credenciales algunas; dotados de su buenas dosis de arrogancia y de atropello, dada su impericia: única forma de igualarse a un personal, que lo superaba en credenciales académicas; de forma que esto propició la fuga del personal más calificado del SEN; unido al deterioro de las instalaciones y la falta de mantenimiento de plantas y equipos, que explican el colapso del mismo. Ahora, esta responsabilidad implicaba también lo que el funcionario decía. Uno nunca iba a encontrar a un Leopoldo Sucre Figarella alegar que, por ejemplo, la tragedia que vive hoy el pueblo de Margarita, al que han dejado sin servicio de electricidad por varios días, se debe a un ataque terrorista propiciado por María Corina Machado en connivencia con el jefe del grupo mercenario Blackwater, Eric Price, contra las instalaciones del complejo gasífero de Monagas, que alimenta las plantas termoeléctricas en la isla, y que estallaron en llamas; como lo ha hecho la vicepresidenta Delcy Eloina. Entonces había más respeto por la inteligencia. Por supuesto, Chávez era mucho más cínico que esta gente, y entonces decía: “Yo asumo la responsabilidad”. En efecto, de la boca para afuera, porque lo que no asumía era su incapacidad, que le exigía al menos la renuncia. La circunstancia es que preocupa este tipo de respuesta de Delcy Eloina; porque en el fondo lo que está demostrando, es que le está pasando por encima al problema. La tiene sin cuidado.
Twitter: @emelendezo