El Batallón de Infantería de Marina N. 2 fue sublevado por oficiales que tomaron parcialmente la Base Naval y al Destructor Zulia, anclado en el muelle por reparación. Fueron detenidos casi la totalidad de la oficialidad y luego se movilizaron hacia la ciudad para establecer líneas de defensa, incrementadas por civiles armados y por los guerrilleros recién liberados del Castillo Libertador.
El gobierno reaccionó rápidamente y antes de que los rebeldes se extendieran fuera del área de la ciudad, hacia San Felipe, Morón y Las Trincheras según sus planes, entraron en acción conjunta las tropas del Batallón “Carabobo 41”, reforzado por Compañías de fusileros de los Batallones “Piar 31”, “Girardot 32”, Paracaidistas “Aragua”, una compaña de tanques AMX-13 del “Bravos de Apure”, una Batería de Artillería del “Grupo Salóm”, pelotones de la Policía Militar, el Destafac 55 con unidades del Destafac 57 y el Móvil.
Estas unidades de tierra contarían con el apoyo de una escuadrilla de bombarderos Camberras, Vampiros y Sabre Jet F-86 de las Fuerzas Aéreas. Con instrucciones de dominar en el menor tiempo posible la insurrección, evitando la posible propagación a otras Guarniciones, las fuerzas leales al Gobierno actuaron de manera enérgica y antes de las 48 horas estaba tomada la ciudad.
Esa pesadilla de horas que debió parecer una eternidad para el pueblo porteño, puso en evidencia el coraje, solidaridad y espíritu de sacrificio del venezolano. La actitud del T.F Justo Pastor Fernández Márquez, quien vestido de sacerdote y acompañado por dos marineros pudo liberar a los altos oficiales de la Base Naval, detenidos al comienzo de la insurrección y lograr luego el apresamiento de los tres líderes de esa conspiración.
La valentía de nuestros soldados, de ambos bandos, por su sacrificio ante la causa justa y ante el engaño, la reciedumbre de nuestra oficialidad ante la difícil situación de combate en localidades, la inmolación del pueblo porteño atrapado entre dos fuegos y ese ejemplo de abnegación y servicio al prójimo del Monseñor Luis María Padilla, Capellán de la Base Naval quien, a riesgo de su propia vida, auxilió a los moribundos y les otorgó la absolución.
Su imagen en la masacre de La Alcantarilla, auxiliando al Cabo 2. Pedro Garcés, del Batallón Piar 21, le dió la vuelta al mundo y ganó el Premio Pulitzer, foto tomada en el sitio por el arriesgado fotógrafo Héctor Rondón. Así como también, el fotógrafo José Blasco y tantos otros héroes anónimos, plasmaron en sus cámaras lo dantesco de “El Porteñazo”, en medio de una constante lluvia de mortíferas balas, en calles sin luz y bajo un pertinaz aguacero. Solo queda la recordación de un suceso triste que volvió a repetirse un 4 de Febrero y un 27 de Noviembre de 1992, es decir 30 años después.
Lo paradójico de este capítulo de nuestra Historia, es que quien motivó este enfrentamiento fraticida en Puerto Cabello, es el mismo que alimentó y apoyó con milicianos, armas y otros recursos la subversión rural y urbana de la décadas del 60 y 70, que ensangrentaron al país y vistió de luto a la familia venezolana. Es el sátrapa Fidel Castro quien se ha entrometido en las Instituciones nacionales y quien hoy sustenta su oprobioso régimen, con los recursos que le regalan desde Miraflores, su pupilo y eterno admirador.
La Historia nunca pasa, siempre está latente como enseñanza de lo que debe ó no ser. Ya se debe haber aprendido la lección, en esta Venezuela tuya, mía y nuestra. La Patria es primero. Fuera los chulos invasores.
¡Hasta luego !
GD. Oswaldo Sujú Raffo.