Nada ilustra mejor la quiebra absoluta de la ideología comunista que Cuba, donde se ha registrado la mayor oleada de protestas antigubernamentales en al menos tres décadas.
Al menos un manifestante ha perdido la vida y los detenidos se cuentan por centenares, pues el régimen fundado por el dictador Fidel Castro ha respondido con su brutalidad característica.
La causa de las protestas ha sido el penoso estado de la economía, y los cubanos claman por la falta de medicinas y alimentos. Además, la inepta gestión de la crisis del coronavirus se ha traducido en que Cuba, con 11 millones de habitantes, tiene más casos de covid per cápita que cualquier otra nación latinoamericana relevante.
El régimen autocrático de Miguel Díaz-Canel es totalmente incapaz de cubrir aun las necesidades más básicas de la ciudadanía, pero sabe perfectamente cómo intimidarla, como ha vuelto a quedar claro con la implacable represión de las protestas.
Tan pronto como miles de cubanos se echaron a la calle en lo que parecían manifestaciones espontáneas a lo largo de todo el país, las fuerzas de seguridad del régimen se pusieron en acción para asegurar su autoridad.
La policía y las fuerzas especiales inundaron las calles, y se cortó el acceso a internet para impedir a los disidentes que coordinaran las protestas, a resultas de lo cual en sólo unas horas se dispersó a casi todos los manifestantes.
Desde las concentraciones del primer momento, que tuvieron lugar el pasado día 11 en la localidad occidental de San Antonio de los Baños, desde donde se extendieron a más de 40 pueblos y ciudades –La Habana incluida–, las fuerzas de seguridad, asistidas por las brigadas de reacción rápida y militantes del Partido Comunista armados con palos, han estado muy ocupadas reprimiendo a más de un centenar de disidentes.
No obstante, aunque las autoridades se congratulen por su represión de las protestas, hay cada vez más evidencias de que el deseo de un cambio radical en la manera en que se gobierna el país, con una oposición que cada vez se hace escuchar más, puede ser finalmente irresistible.
Los jerarcas comunistas cubanos llevan mucho tiempo ufanándose de su capacidad para atajar cualquier desafío a la supervivencia de su revolución marxista. Si bien los regímenes comunistas, especialmente el de la Unión Soviética, han sido relegados a los libros de Historia, o, como en China, han abrazado discretamente los beneficios del capitalismo, Cuba sigue aferrada a la mentalidad anacrónica que ha imperado en el país desde la revolución de Fidel Castro, en 1959.
Pero sin el liderazgo carismático de Castro la actual generación dirigente es totalmente incapaz de conseguir el apoyo del pueblo.
Es la primera vez que el Gobierno comunista de La Habana ha de hacer frente a un desafío de primer orden sin que esté a los mandos un miembro del clan Castro. La última vez que el país vivió protestas a gran escala, en 1994, Fidel Castro personalmente hizo frente a los manifestantes en el Malecón capitalino y consiguió imponérseles.
Al morir Fidel (2016), fue reemplazado por su hermano Raúl. Y cuando éste, que tiene 90 años, se retiró de la primera línea, su sustituto, Díaz-Canel, se reveló un burócrata sin rastro de pedigrí democrático. Así que cuando llamó a los fieles del partido a defender el régimen frente a los manifestantes, la mayoría de los cubanos no quedaron precisamente impresionados.
Si a esto se añade el pavoroso estado de la economía local, es fácil ver por qué los cubanos que viven exiliados en la Florida están excitados ante la perspectiva de un pronto cambio de régimen en La Habana. En el último año la economía de la Isla se contrajo más de un 11%, con lo que los cubanos han de hacer cola durante horas para aprovisionarse de alimentos básicos como el pan y el pollo.
La Isla padece regularmente largas interrupciones del suministro eléctrico, mientras que la gestión gubernamental de la pandemia ha resultado en un incremento masivo de los fallecimientos, desde los 146 de 2020 a los casi 2.000 del momento actual.
Debido a la penosa gestión gubernamental de la economía y de la pandemia, los cubanos del común están dando a conocer sus verdaderos sentimientos sobre el fracaso de los dirigentes comunistas, lo que ha llevado a los opositores a enmendar el viejo eslogan castrista de "Patria o Muerte" para convertirlo en "Patria y Vida".
De lo que no cabe duda es de que, si verdaderamente quieren llevar una vida mejor, lo primero que tienen que hacer los cubanos es despachar al opresivo e incompetente régimen comunista.
En cuanto al presidente Biden, los disturbios en Cuba deberían persuadir a su Administración de no repetir el error de la era Obama de intentar alguna clase de acercamiento con la dictadura de La Habana.
Aparentemente, EEUU podría, y de hecho debería, restaurar inmediatamente la capacidad del pueblo cubano para utilizar internet.
Una de las razones por las que el régimen comunista cubano brega por la mera supervivencia es el impacto sobre la economía de la Isla de las sanciones que impuso la anterior Administración norteamericana. Todo intento de la de Biden por levantarlas no haría sino recompensar al régimen por su brutal represión sobre el pueblo.
Mantener las sanciones incrementaría la presión sobre el régimen de La Habana, presión que podría finalmente resultar en el colapso del mismo y en la liberación del pueblo cubano de sus opresores comunistas.