Diáspora, ¿perdida, recuperable o aprovechable?
Durante el régimen de Pérez Jiménez todos los exiliados soñaban con regresar al día siguiente de la caída del dictador. En los cuarenta años de una democracia imperfecta y con señales de deterioro, pero perfectible, la gran mayoría de quienes salimos a estudiar o a trabajar regresamos al país. En lo personal, recuerdo que cuando renuncié a mi cargo en un centro internacional en Costa Rica, el director me dijo: sabía que no durarías mucho, ustedes tienen demasiadas oportunidades en Venezuela ¡Cómo ha cambiado esta situación!
Lamentablemente, las malas políticas económicas del período democrático no permitieron alcanzar un desarrollo sostenible, pero, aún así, estábamos mejor que nuestros vecinos, los cuales siguieron atraídos por nuestra tierra. Sin embargo, algunos venezolanos con formación profesional empezaron a emigrar al percibir el deterioro gradual del país.
La llegada de Chávez, con su carga de odio, las expropiaciones, la inseguridad personal y jurídica, la pérdida de valor de nuestra moneda y la intolerancia política aceleraron la emigración de profesionales y empresarios. Algunos han tenido éxito, otros no han podido superar las vallas de la reválida del título y están desempleados o realizando labores fuera de su experticia. Cuando se presentó la escasez de alimentos, de medicinas, se dificultó conseguir empleo, se agudizó la falta de agua, de electricidad, de combustibles y el bolívar quedó pulverizado, millones de compatriotas, la mayoría sin formación universitaria, iniciaron un éxodo masivo, inclusive a pie.
¿Cuál será la consecuencia para el futuro de Venezuela de este éxodo de capital humano? Destacados investigadores han trabajado este tópico. Recién, la Academia de la Ingeniería y el Hábitat auspició la publicación del libro digital Diáspora de talento venezolano: características de una migración calificada, cuyo editor y coordinador es el distinguido profesor José Manuel Martínez Cabrera. Este libro es de lectura obligatoria para quienes les preocupa el futuro de nuestro país. Quien esto escribe no es el indicado para discutir el tema. Solo pretendemos llamar la atención para que políticos e investigadores evalúen los impactos positivos y negativos de la emigración sobre la recuperación de nuestro devastado país. Este libro contiene importantes contribuciones.
¿Esta emigración es una pérdida total para Venezuela? ¿Es posible recuperar a quienes emigraron? ¿Se puede aprovechar la experiencia de quienes se fueron? ¿Debemos hablar de circulación de talento y no de fuga de talento, como propone Tomás Páez? ¿Cuáles son las dificultades que encuentran los profesionales que emigran? ¿Es posible superarlas sin apoyo? ¿Cómo pueden contribuir quienes emigraron a suavizar las penurias de quienes se quedaron?
Estas y muchas otras preguntas son debatidas en este importante libro. El mismo contiene artículos de distinguidos investigadores. Humberto García Larralde nos proporciona una clase magistral de lo que ha sucedido con nuestra economía. Tomás Páez postula la tesis de la circulación del conocimiento como consecuencia de los intercambios y esboza mecanismos para que no los perdamos. Ruth Castillo nos ilustra los casos de las emigraciones como consecuencia de la guerra civil española y de las barbaries del nazismo y del fascismo, y propone estrategias para apoyar a la ciencia venezolana en el exilio. Jassir Heredia nos informa de hermosos casos de organizaciones no gubernamentales que ayudan a quienes permanecen en Venezuela. Por último, hay once emotivas historias de las dificultades y éxitos de compatriotas en el exterior. Otros investigadores deberán emprender el estudio de los millones de emigrantes más recientes, muchos de ellos sin estudios universitarios, pero que eran importantes en nuestra economía.
Llorar o culpar a quienes se marcharon no tiene sentido. Es un hecho cumplido. El problema es grave por su elevado número y porque han pasado muchos años. Es difícil que regresen y sus hijos gradualmente van sintiendo a Venezuela como algo lejano. Lo mismo que les pasó a los hijos de los millones de emigrantes que llegaron a Venezuela y que la sienten como su única patria. Mis abuelos maternos Aarón Serfaty y María Benazar, judíos sefarditas emigrados de Tetuán y Tánger, respectivamente, murieron en Venezuela, al igual que sus hijos. Tristemente recuerdo, en una de las tantas marchas de protesta, a una abuelita chavista con un cartelón que decía Hijos de inmigrantes de m…. Tal es el odio que predicó el nefasto difunto La diáspora de talento no tiene que ser una pérdida total. Es posible aprovecharla con intercambios, que vengan a dictar cursos o conferencias y llevar proyectos conjuntos de investigación, intercambios culturales o simplemente de experiencias de vida.
Ojalá que regrese un grupo, como lo hizo Ulises a su Ithaca. Seguramente encontró a una Penélope no tan joven, con signos del tiempo. Quienes vuelvan a la patria no hallarán la Venezuela pujante que encontramos quienes regresamos del exilio en 1958, pero serán importantes para reconstruirla.
Como (había) en botica: lamentamos el fallecimiento en el exilio del distinguido general (GN) Régulo Díaz Vega, quien fue primero de su promoción y valiente defensor de la democracia. El régimen lo tildó de traidor en su foto colocada en la EFOFAC. Cabe preguntar ¿quién es traidor, el que protesta las violaciones a la Constitución y no acepta someterse a una dictadura o quienes como los generales Belisario Landis, Jesús Villegas Solarte, Lenín González Trómpiz, Nestor Reverol y Fabio Zavarce, señalados de haber violado los derechos humanos? ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!