CUBA: MARCHA Y CONTRAMARCHA
La Marcha Cívica por el Cambio es una manifestación contra la violencia,
por todos los derechos para todos los cubanos, por la liberación de los presos
políticos y la solución de las diferencias por vías democráticas y pacíficas,
según han anunciado sus promotores.
Debía celebrarse en La Habana pero se ha extendido a toda Cuba; convocada
por las plataformas Archipiélago y Ágora pero ahora asumida por numerosas
asociaciones y personalidades de la sociedad civil; la fecha era el 20 de
noviembre pero ahora adelantada al 15 del mismo mes, en la oportunidad de la
apertura de las fronteras al turismo extranjero.
El régimen respondió al anuncio con extrema gravedad, convocando a su vez a
unos ejercicios militares denominados “Moncada” los días 18, 19 y decretando el
20 como Día Nacional de la Defensa. Amén de la grosera interrupción de las
comunicaciones, amenazas, intimidación, persecución y desproporcionadas
condenas a prisión.
Esta desconcertante secuencia de eventos ya es una resonante victoria para
las plataformas que entraron, quizás sin esperarlo, en un pulseo con el régimen
como si se tratara de actores de cierta equivalencia y proporción siendo que, aparentemente,
en Cuba lo que hay es un régimen prepotente frente a una población inerme.
La respuesta fácil que consistía en un predecible “la marcha no va y punto”
ha sido superada por una situación compleja en que se mezcla la anunciada
apertura oficial del país al turismo extranjero el 15N con una manifestación
cívica que amenaza aguarle la fiesta al turismo europeo y canadiense que hizo
de Cuba su ideológico parque temático.
Quizás la buena conciencia de los izquierdistas europeos y norteamericanos,
si todavía la tienen, sienta como algo embarazoso el sangriento espectáculo de
la represión castrista que ellos hacen tanto esfuerzo en ignorar, como lo están
haciendo ahora mismo con las víctimas de las manifestaciones del 11J, tan
cruelmente invisibilizadas por los medios globales.
Una de las críticas iniciales que se hizo a la convocatoria fue su
exagerada anticipación que le da mucho tiempo al régimen para elaborar su
abanico de respuestas; pero el régimen fue igualmente prematuro en su reacción,
por lo demás exorbitante, lo que ha dado a su vez tiempo para una reformulación
que puede embrollarse si, por ejemplo, se anunciara otra fecha para la
reapertura del 15N y así ad infinitum,
si no ocurre algún imponderable.
Este es sólo el primer aspecto de la controversia que han desatado,
respecto del régimen; el otro es en cuanto a la oposición con la que han
trazado una línea que permite distinguir con toda nitidez las diferencias que
ya existían dentro del espectro del anticastrismo y que ahora pueden observarse
con meridiana claridad.
Estos jóvenes contestatarios, artistas en su mayoría, que ninguno se define
como político, que dicen formar parte de un “colectivo” horizontal, sin
jerarquías y no aspiran a derrocar la tiranía sino a construir una democracia,
hacen un llamado es a la izquierda internacional, para que abandone su
proverbial hipocresía y comience a llamar al castrismo como lo que es, una
dictadura, militar podría añadirse, que está a contrapelo de la agenda globalista
y debe execrarse porque “nada es más conservador y antidialéctico que el
continuismo”.
De manera que estos jóvenes sí que entendieron el exabrupto que entraña la
consigna del VIII Congreso del PCC definido como de la “continuidad histórica”,
y en consecuencia se deslindan hacia la izquierda, como genuinos portadores del
espíritu revolucionario.
Hay otros indicios inquietantes, como que a la interrogante de si se puede
asistir a esa marcha con un cartel que diga “Abajo el bloqueo” responden que
sí, que esta convocatoria es para todos los cubanos sin exclusión alguna; pero
asumir la retórica oficial no es algo
que pueda hacerse sin consecuencias, con esta lógica, también podrían llevar un
cartel que diga “Viva Fidel”.
Esto no es una distracción, el vocero más conspicuo del movimiento, Yúnior
García Aguilera, ha declarado que sí hay personas que pueden pensar
legítimamente que “el bloqueo” es contraproducente y sólo sirve como pretexto
para el régimen, así que lo mejor sería eliminarlo; asimismo da fe de que ellos
no han recibido ni un centavo del exterior por lo que no pueden llamarlos
“mercenarios” porque eso, dice, sería mentira.
Lo que sorprende de esta frase no es su aplastante ingenuidad (sí, es
mentira, siempre fue mentira, este es
un régimen calumniador) sino que refrenda el arraigado prejuicio sobre el
carácter deletéreo del dinero. Con este criterio la oposición se auto condena a
la indigencia. Además es intrínsecamente antiliberal, así no es posible el
ejercicio liberal de ninguna profesión, de un abogado, un médico hasta un
taxista, sin que el hecho de “recibir dinero” desvirtúe la opinión, el
diagnóstico o servicio que se preste.
El quid de la cuestión es que estos revolucionarios no han explicado cual
es el antídoto que tienen para recibir todos los millones del mundo sin quedar
pringados de mercenarismo. No hay ni uno solo de los líderes del Foro de Sao
Paulo, empezando por Fidel Castro, que no haya recibido millones de dólares del
erario público de Venezuela sin el menor reparo.
En la canción Patria y Vida, que muchos asumen como el himno de la nueva
revolución cubana, se dice a manera de crítica que la gente anda de prisa
“cambiando al Che Guevara y a Martí por la divisa”. Aquí hay una blasfema
equiparación de Martí con esa basura que es el Che Guevara, esto es mucho, pero
es que además se trata de un ícono oficial, que ilustra con su imagen y firma a
la moneda castrista. Entonces, ¿con quién estás tú, compañero?
El Movimiento San Isidro, cuya influencia e implantación en Cuba ha sido
exagerada hasta el absurdo, aboga y practica una agenda explícitamente LGBTI,
perfectamente repudiable para cualquiera que tenga una mentalidad conservadora,
más inclinada a la defensa de la
religión, la familia y tradición cubana.
Así podríamos continuar por largo rato, como volver sobre esa enfermedad de
llamar al régimen “fascista”; pero lo dicho es suficiente para advertir que
este es un movimiento de izquierda, progresista, anticonservador,
anticapitalista, antiliberal, en el sentido en que se entiende “liberal” en
Iberoamérica, no en EEUU, pero esto nos llevaría demasiado lejos.
Esta iniciativa se podría apoyar considerando que si va contra el castrismo
entonces está bien, partiendo del principio de que “el enemigo de mi enemigo es
mi amigo”; pero la pregunta es si todo lo que se haga es positivo y no hay
acciones contraproducentes.
Por ejemplo, estos jóvenes basan su iniciativa en supuestos derechos de
reunión, manifestación y asociación establecidos en el artículo 56 de la
sedicente Constitución de 2019, la misma que sirve para negárselos. Es que
cualquier panfleto que los comunistas impongan como “Constitución” no se
convierte por eso en una verdadera Constitución.
Ya lo dijo la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de
1789, en su artículo 16: “Una sociedad en la que no está asegurada la garantía
de los derechos ni determinada la separación de poderes, carece de Constitución”.
En la espuria Constitución de 2019 no existe división ni equilibrio de
poderes, los famosos checks and ballances,
ni garantía de los derechos, en consecuencia, no es una Constitución. Se repite
que fue aprobada por el 80% del electorado, pero se omite que estaba prohibido
votar “No”, a sus partidarios se les impidió organizarse y promover su opción, tildándolos
de saboteadores y contrarrevolucionarios. Ni hablar de quienes promovieron el
boicot.
En Derecho, la violencia o amenaza de violencia entraña un vicio en el
consentimiento que lo hace nulo de toda nulidad y este es un principio
universalmente aceptado, de manera que en ninguna parte se puede considerar
como que ese instrumento antijurídico fue aprobado por nadie, ni mucho menos se
corresponde con ningún derecho natural.
Tomarlo como fundamento de la iniciativa es un error de principio imposible
de convalidar.
En Cuba hay que cambiarlo todo o no se cambia nada.
Luis Marín
14-10-21
Luis Marin / @lumarinre
Abogado-politólogo. Profesor UCV