COLGADO
DEL AVIÓN.
Por: Coronel ® (FAV) Sammy
Landaeta Millán.
Anécdota FAV.
Un
vez que egresé de la Escuela de Aviación Militar (EAM) de la Fuerza Aérea
Venezolana (FAV) en el año 1975, fui
designado al Grupo Aerotransportado Aragua (GATAR), unidad de Paracaidistas
asignada a la FAV, acantonada en la Base Aérea El Libertador (BAEL) en Palo
Negro, Estado Aragua, donde en mis inicios, como oficial Paracaidista, tuve un
accidente en un salto de rutina, y de allí,
el título de éste relato: COLGADO DEL AVIÓN.
Había
llegado al GATAR en los primeros dias de Septiembre de 1975. Disfrutar de la
bienvenida en la unidad por parte de su Comandante el Tcnel. (Ej.) Régulo
Ismael Farías Gamboa, me llamó
poderosamente la atención, porque del total de profesionales y tropas técnicas
asignados al Grupo, el que no tenía un vendaje o un cabestrillo, tenía un
férula o un yeso, o en su defecto, un bastón o una muleta, que quizás era el
precio de servir a la Nación en una unidad táctica, que lleva por lema: PARACADÍSTAS POR VENEZUELA.
Cuatro
oficiales que egresamos de la promoción EAM-75, Stte (Av.) Armando Ramón Cuicas
Vargas, Stte (Av.) Rafael Agustín Bandres, Stte. (Av.) José Catalino Sotillo y
mi persona Stte (Av.) Sammy Landaeta Millán, fuimos asignados al GATAR bajo un
proyecto piloto de cumplir con el comando de tropas, al inicio de la carrera. Pero
creo estar seguro, que la superioridad NO conocía, que la tropa paracaidista no
se le paraban firme a quienes NO eran paracaidistas, razón por la cual había
que hacer el curso respectivo, también recuerdo que al momento de
reconocimiento como comandante del 3er pelotón de la 2da compañía de
paracaidistas, mi teniente (Ej.) Eddy Márquez Luzardo, hizo la acotación frente
a la tropa, indicándole que yo era Piloto Aviador Militar y así pasaba a ser
un integrante más del Batallón de
Paracaidistas, José Leonardo Chirinos, a quien debían obedecer y respetar.
En
esos tiempos, en los Paracaidistas, se comandaban Hombres, ya formados con
criterio propio y con una madurez incuestionable. Yo por mi parte había
cumplido 25 años, por mi ingreso tardío a la EAM, venia de trabajar con
personal en la Comandancia de Policía de El Tigrito. Estado Anzoátegui y había estado inscrito en el Curso básico de
Medicina, Odontología, Dietética y Bioanalisis, que NO terminé por los
conflictos políticos en Venezuela.
Recibí la inducción y el apoyo de muchos oficiales y suboficiales
profesionales de carrera (SOPC) que integraban el cuerpo de planta del GATAR,
donde destacan el Tte. (Ej.) Luis Zambrano
Vargas quien comandaba el 1er pelotón del la segunda compañía. Allí también conseguí a Tte. (Ej.)
Pedro Asunción Manzano Márquez, recientemente fallecido como teniente
coronel, quien prestaba servicios en el
Batallón de Paracaidistas José María España y era de El Tigrito, pero casualmente
también conseguí al cura párroco de la
población de San Francisco de Asís: Juan Antoñon, a quien conocí también en El
Tigrito, en mis inicios en la Iglesia católica, quien fungía como párroco de la
unidad, donde NO era fácil comandar el patio de 1200 hombres en formación,
porque cuando caían a discreción el eco del piso, retumbaba en la vecina
población de Palo Negro.
En
una fecha no precisada, se cumplía una aniversario más de una unidad de la
Brigada Blindada de Valencia. Estado Carabobo. A la segunda compañía le correspondió la misión y fui designado con mi pelotón para
saltar en un área del Fuerte Paramacay en Naguanagua, en horas diurnas. En el
avión, me toco estar como de número 5 o 6 detrás de los oficiales que
encabezaban la salida por la puerta izquierda del avión C-123 operado por el
Grupo de Transporte No 6 de BAEL. El
primero que saltaría sería el G/B (Ej.) Luis Enrique Rangel Bourgoin,
comandante de dicha brigada, quien tiempo después, desempeño la cartera Ministro
de la Defensa; sus Oficiales de Estado
Mayor, y luego, veníamos la compañía de
paracaidistas.
Por
imprecisiones del momento, la maniobra tuvo un ligero retardo en la puerta, y cuando
me tocó salir vi que las cintas estáticas, de apertura de los paracaídas, estaban
muy cerca de la puerta del C-123, como que si hubiesen regresado. Lance mi
cinta, y sentí el sonido que pegó con las otras y salté. Un vez en el aire, vi
que dicha cinta, la tenía a nivel de la mano izquierda, y trate de quitármela,
pero ya era tarde, se me hizo una especie de nudo que me dejó sin acción en los
dos brazos, uno porque era sostenido por la cinta y otro porque la mano derecha
también quedo aprisionada. De inmediato me sentí golpeando el fuselaje del
avión, con el casco, que posteriormente,
cuando me lo quitaron, NO me lo mostraron, por las abolladuras, que
tenía. Estaba si poder llevar mis manos
a la cabeza, para indicarle al maestro de salto que estaba consciente. Mi mano
izquierda amarrada y la derecha semi aprisionada por la cinta, y además utilizaba el codo derecho, para
presionar el gancho de apertura del paracaidas de reserva, que lo veía levantado,
mientras seguía golpeando el avión con la cabeza, protegida por el casco.
Total,
esa condición de emergencia, de pánico,
y cara de terror, como la que vieron los profesionales desde el avión,
quizás NO se olvidan, y así se pierda la noción de algunos procedimientos, la
mente sigue activa, y siempre he dicho, que vi hasta una especie de película,
de un cortejo fúnebre, que se desplazaba en la calle primero de mayo de El
Tigrito, donde pude ver familiares y amigos, que estaban en lo que yo
consideré, se dirigían a mi inhumación. Pero
con el tiempo entendí, que no era mi entierro, porque cuando en 1990, falleció mi
mama, Graciana Millán de Landaeta (GACHA)
yo llevaba su féretro sobre uno
de mis hombros, y se acercó alguien para darme el pésame y en ese momento
-pasados 15 años- retorno a mi mente, la imagen de estar COLGADO DEL AVIÓN.
Pero
volviendo al caso, de los que estaban a bordo del avión, el maestro de salto y
los paracaidistas acrobáticos de la FAV, decidieron subirme a la aeronave, y
allí comenzó una odisea donde yo veía las cabezas de los militares, salir por
encima de mi torso porque hacían esfuerzos para quitarme el paracaídas de
reserva, cosa que lograron hacer y luchaban por salvarme, sin escatimar, esfuerzo
alguno. En esas labores recuerdo
claramente al Tcnel (Ej.) Elmer Lanz Odreman, al Tte. (Ej.) Gustavo García Ordoñez, al MT2 (Av.) Salvador
Torres Ocanto y al MT1 (Av.) Carlos Rodriguez Galindez, quienes entre otros oficiales y SOPC, del
equipo de Paracaidismo Acrobático Los Halcones, me subieron al avión, y
tuvieron gran preocupación por los posibles daños en mi columna vertebral, me
acostaron en el piso, no dejaron que me viera el brazo, y me dieron una goma de
chicles, para que masticara.
Pienso
que el avión comenzó el proceso de ascenso para lanzar a los acrobáticos, sin
percatarse que yo estaba colgado. Mi hermano Juvenal Freites, unos primos y
otros estudiantes de la Universidad de Carabobo, vieron desde la azotea de una
residencia, ubicada en la calle Cedeño, la persona que estaba colgando, sin
tener conocimiento que se trataba de su propio hermano. Lanzados los Acrobáticos,
el avión se dirigió a la Base Escuela Mariscal Sucre (BASUCRE) donde aterrizó. Allí
me montaron en una camilla y con un soldado paramédico me llevaron al hospital
militar en la avenida Bolívar, donde en ese
trayecto llamaba a GACHA y lloraba mi brazo izquierdo, ahora
inmovilizado.
Al
llegar, me estabilizaron, me tomaron placas y me hospitalizaron, luego mandé al
Soldado Vigo Hernández, a avisarle a mi hermano en Valencia y el ST2 (Av.)
Guerra Ramírez, se encargó de telefonear a mis famulares maternos, en Caracas. Pase
48 horas en el área de hospitalización y el lunes en la mañana se presentó el
Tcnel (Ej.) Pedro Pablo Montenegro Alonso, comandante del Batallón de Paracaidistas
José Leonardo Chirinos, quien con una referencia del Hospital Girardot, me
llevó en su vehículo particular, directamente al Servicio de Traumatología del
Hospital Militar Carlos Arvelo en Caracas, donde después de haberme evaluado y tomarme placas
de columna, recomendaron tratamiento oral, reposo domiciliario y una vez que se
redujera la hinchazón, iniciara un proceso de terapia.
El
brazo izquierdo se me inflamó de tal manera que no podía ponerme una camisa, y
la lesión similar al color de un berenjena, se extendía desde el hombro, hasta
los dedos. Me dieron de alta, y decidí viajar a Margarita en un avión de Aeropostal
a reunirme con GACHA y en el asiento de al lado una señora me preguntó, que si
había tenido una accidente de moto y yo le conteste, que me había quedado colgado
de una avión, por mal procedimiento en la salida en un salto de paracaidismo. Ella
me dijo: Que hace usted aquí en éste avión, Señor? porque si es a mí que me pasa eso,
yo no me monto más en un bicho de estos. Con el tratamiento de medicinas, antiinflamatorios,
remedios caseros, terapias y personas que se dedican en sobar huesos, volví a la
normalidad, entre Margarita y El Tigrito. Recuerdo que ya el 17 de diciembre de
1975 estaba integrado a las labores del GATAR, donde me sentía restablecido
completamente. Volví a mis eventuales labores de salto, compartidas con mis
actividades de vuelo en el Grupo 10, y realice un curso de maestro de salto en
aviones y helicopteros de la FAV, aunado a otras labores cotidianas de
patrullaje en la Guarnición de Maracay, que me proporcionaron la experiencia primaria,
de mi carrera profesional.
En junio
de 1977, me reasignaron al Grupo de Operaciones Especiales No 10 (Grupo 10) y
con el tiempo de servicio en la unidad, en BAEL, en el Comando de Operaciones Aéreas
(COA) en Cuartel General de la Comandancia General FAV. En los Grupos de Servicios y Policía Aérea de
la Base Miranda (BAGEM), en la Division
de Búsqueda y Salvamento del MTC y en el
Comando de la Base Aérea Luis de Valle García de Barcelona, por espacio de 25
años, siempre fui una persona tenaz para concretar
las entregas del servicio diurno a los diferentes turnos de guardia nocturna, resaltando que en caso de emergencia, se deberían tomar las
acciones iniciales y las sucesivas, estaban bajo mi decisión final. Siempre lo hice todo por escrito, como me habían enseñado,
recién graduado, los oficiales del Ejército en el GATAR y en el ejercicio de mi carrera profesional uno
que otro superior, me indicó, que parecía un oficial del Ejército, sin
considerar los inicios que cumplí por disposición del superioridad, en una
unidad mixta, con mayoría del Ejército y más adelante, como piloto de
helicópteros a la orden del EJÉRCITO VENEZOLANO, en toda la geografía nacional.
Al
final, agradezco a Dios, a la Virgen del valle, y a los oficiales y SOPC
del GATAR -Ejercito, Aviación o Guardia Nacional- que salvaron mi vida, en ese
momento crítico al servicio a la Nación, donde los paracaidistas siempre
comparaban quienes había salido mejor o peor de un accidente de ese tipo, y
en la cena navideña de 1975, conocí a un
teniente de la GNV que había estado en los paracaidistas y apodaban “concha é
coco” que sus relatos y traumatismos por un accidente similar, eran elocuentes,
y particularmente mi persona, había corrido con mejor suerte de solo quedar
quemado o marcado, por la cinta estática de apertura del paracaídas, en la parte superior del codo izquierdo a nivel
del brazo e inicio del antebrazo, donde ahí tengo la huella indeleble del servicio
a la Patria, en la unidad de los PARACAIDISTAS POR VENEZUELA, como producto de
haber quedado: COLGADO DEL AVIÓN.
Que
los fieles difuntos descansen en Paz.
Gracias
a la Fuerza Aérea Venezolana, por haberme permitido, ser parte de su Historia, NO contada.
Cita
“Echemos
el miedo a la espalda y salvemos a la patria”.
Simón
Bolívar
Coronel
® (FAV) Sammy Landaeta Millán.
Naguanagua,
24 de septiembre de 2019.