Antonio Sánchez García
Lunes, 29 de junio de 2009
Lunes, 29 de junio de 2009
Sólo un miope, un imbécil o un social-fascista rojo-rojito podría desvincular los hechos que hoy suceden en Honduras de la mano y bajo la batuta del golpismo castro-chavista de los titiriteros del Caribe: obedece a un guión perfectamente pre establecido, probado y aprobado desde el 4 de febrero de 1992 y puesto en vigencia durante los diez años de neo dictadura venezolana, así en este caso se encuentre al final del camino del gobierno constitucional de Manuel Zelaya y no en los prolegómenos de su asalto al Poder, como sucediera con Evo Morales. Los actores son otros, el guión el mismo: introducir la pata golpista en el dintel antes de que las instituciones, siguiendo la correspondiente Constitución, cierren la puerta a las aventuras y las mantenga abiertas a un proceso electoral.
Tras la aparente inocuidad de una “mera encuesta” – como hoy afirma el cariacontecido Zelaya desde Costa Rica - se trata de entrarle a saco a la constitución y secuestrar el espacio de la institucionalidad democrática, vaciar sus instituciones de todo contenido y montar una faramalla fascistoide mediante la obertura de una constituyente y la coda de un gobernante entronizado.
Es una comedia en varios actos de la que en Venezuela hemos presenciado y vivido varios desenlaces. Aquí con la intromisión cubana, allí con la mano peluda del teniente coronel. Quien primero puso en práctica el esquema castro-chavista fue Evo Morales, quien defenestró al gobierno legítimamente electo del presidente Sánchez de Lozada y puso suficientes zancadillas a sus sucesores como para que el poder le cayera como una pera madura en sus manos.
Nadie puso el grito en el cielo por Sánchez de Lozada como hoy lo pone por el oligarca terrateniente y chavista de última hora, Manuel Zelaya. Ni la OEA, ni el Parlamento Europeo movieron un dedo, mientras la dupla Chávez-Castro le alfombraba al dirigente cocalero el ingreso al trono del altiplano. Allí está: hoy tamborilea en una disyuntiva hamletiana, mientras busca manera de darle una patada al tablero e imponer lo que ya constituye apetencia de los gobernantes de débiles convicciones democráticas en América Latina: hacerse reelegir cuantas veces lo estimen apetecible. No es el caso de Lula ni de Michelle Bachelet, demócratas ejemplares: es el caso de Chávez, de Evo Morales, de Rafael Correa y ahora de Manuel Zelaya. Caimanes de un mismo pozo. Se pone de moda gobernar de manera vitalicia y en el colmo del descaro y la hipocresía: de manera seudo constitucional y seudo legalista. El viejo modelo de Adolfo Hitler, ahora en short, de alpargatas y maracas.
Quien jugó al rompimiento del hilo constitucional en Honduras fue Zelaya, inspirado y apalancado por Hugo Chávez. Los aviones con materiales para la “inofensiva encuesta” eran militares y salieron de Maiquetía o La Carlota. Posiblemente llevaban no sólo urnas y papeletas, sino armas, operadores y expertos. Y su misión era de una llaneza sorprendente: a través de una seudo consulta crear las condiciones plebiscitarias para entorpecer el próximo proceso electoral, cambiar violenta aunque subrepticiamente las reglas del juego y permitir la reelección de Manuel Zelaya. Un golpe a la Constitución hondureña, que lo prohíbe y castiga expresamente. Un golpe al Congreso, que no lo permite. Una burla a la Corte Suprema, que no lo legitima. Un desprecio a todos los partidos políticos, incluido el de Zelaya, que no lo respaldan.
Que ahora Zelaya no se queje: fue él el inspirador de este Golpe al Golpe. Que Chávez no se rasgue sus vestiduras: detrás de Zelaya se ven sus colmillos imperiales y su insaciable sed de dominio. Que Insulza aproveche la circunstancia para aplicar una Carta Democrática que lleva años negándole al pueblo venezolano. Y que gracias a ella se restablezcan en Honduras la Constitución y las Leyes, impidiéndole a Zelaya burlarse de la institucionalidad democrática de su patria.
Fuera Cuba y Venezuela de Honduras. Honduras para los hondureños. Que se restablezca cuanto antes la vigencia plena de la Constitución y se celebren las próximas elecciones sin interferencias ni afanes vitalicios. Y que Zelaya siga el consejo de otro demócrata ejemplar, Ricardo Lagos, que recomienda aprender a hacer las maletas. Le llegó la hora de decir adiós. Que no lo obliguen a decirlo.