ALEJANDRO REBOSSIO - Buenos Aires - 07/08/2009
El presidente de Colombia, Álvaro Uribe, cosechó algo de comprensión y varios reparos en la gira relámpago que finalizó ayer por siete países suramericanos para convencerlos de la necesidad de su país de recibir militares norteamericanos en siete de sus bases actuales. Brasil, Argentina y Uruguay cuestionaron el acuerdo que está negociando Uribe con el Gobierno de Barack Obama, Bolivia fue el más crítico, Perú lo apoyó, mientras que Chile y Paraguay respetaron la decisión soberana de Colombia.
Ante el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, acabó la maratón de tres días de Uribe por las siete capitales, que había sido anunciada de urgencia por el Gobierno colombiano el lunes. Bogotá dijo que el jefe de Estado quería conversar con sus pares suramericanos -el viaje excluyó a Ecuador y Venezuela- sobre el terrorismo en su país y cuestiones de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), cuya cumbre se celebrará el lunes en Quito.
La realidad es que buscaba explicar la ampliación del acuerdo militar con EE UU. El pacto daría acceso a los estadounidenses a la base aérea de Palanquero, la más importante de Colombia. A finales de julio, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, puso en revisión las relaciones con Colombia por el proyecto de EE UU. "Éste puede ser el primer paso hacia una guerra en la región, porque EE UU es la nación más agresiva del mundo", dijo Chávez.
Antes de que Uribe llegara a Brasilia, había estado allí de visita el consejero de Seguridad Nacional de Obama, el general Jim Jones, que intentó aclarar que EE UU no tendrá bases propias en Colombia y que sus militares sólo continuarán la lucha conjunta contra el narcotráfico y misiones "humanitarias". El asesor de asuntos internacionales de Lula, Marco Aurélio García, expresó, tras reunirse el martes con Jones, su "percepción de que las bases no contribuyen a la distensión" sino que parecen "resquicios de la guerra fría", que "ya acabó".
La semana pasada, en una visita de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, a Lula, el anfitrión, en óptimas relaciones con Obama, había manifestado: "A mí no me agrada la idea de una base militar americana en Colombia". Sin embargo, las explicaciones de Uribe dieron sus frutos y la presidenta de Chile cambió de parecer. Después del encuentro del pasado miércoles en Santiago, el ministro de Relaciones Exteriores chileno, Mariano Fernández, admitió que "hay que respetar las decisiones soberanas".
El periplo había comenzado el martes por Lima, donde el presidente peruano, Alan García, se mostró como el principal aliado de Uribe en la región al asegurarle: "Siempre estaremos respaldando ese trabajo fundamental que ha hecho usted" en Colombia y en Suramérica. La suerte del jefe del Estado colombiano fue diametralmente opuesta ese día en La Paz. "Eso [la presencia militar de EE UU en Colombia] no es contra las FARC [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia] ni contra el narcotráfico. Es para la región", advirtió el presidente boliviano, Evo Morales. Ecuador y Nicaragua también rechazan el futuro acuerdo entre Obama y Uribe.
De Buenos Aires Uribe se fue con sabor amargo. Tras reunirse con su par Cristina Fernández, el Gobierno argentino no comentó el encuentro, pero fuentes oficiales relataron que la presidenta le pidió a Uribe "bajar la conflictividad en la región" y le advirtió de que "lo de las bases no colabora con este objetivo". El presidente colombiano acabó su segundo día de gira en Asunción, donde el presidente paraguayo, Fernando Lugo, no sólo se ofreció a mediar entre él y su amigo Chávez, sino que aceptó con algún matiz el acuerdo con EE UU. El ministro de Relaciones Exteriores de Paraguay, Héctor Lacognata, dijo que "las decisiones son autónomas y soberanas de cada país", pero reclamó que "ese tipo de iniciativas tengan la garantía de que eventualmente no pongan en riesgo la seguridad de países vecinos".