Confieso que tiendo a cuadrarme con las víctimas. El abuso genera en mí, rechazos naturales.
Sospecho que tiene que ver con las comiquitas, con los superhéroes. Cuando un grande abusa de uno más débil asumo, sin pensarlo dos veces, que debo defender al desvalido. Puede que el agresor tenga millones de razones para hacer lo que hace, aun así, terminó al lado del sometido.
No me duele reconocer que en las corridas siempre le voy al toro. Tiendo a solidarizarme de manera automática con los ecologistas, con los defensores de delfines, perros y demás causas perdidas.
Lo que ocurre contra Leopoldo López dentro de algunos sectores de la oposición es algo parecido a lo que se le critica al chavismo. Hay un rechazo que raya en la injusticia, en lo visceral. El hombre insiste en que anda formando un movimiento, lo jura y una y otra vez, y sus adversarios insisten premeditadamente en que se trata de un partido.
La maldad llegó hasta convertirse en una campaña orquestada. Desde la tribuna de la oposición enviaron a los medios notas de prensa falsificadas en las que el propio López supuestamente confesaba que el acto del sábado 5 en Valencia era para fundar una nueva agrupación política y sabotear la unidad.
A Leopoldo lo atacan como niño malcriado, como egocéntrico, como un títere de los Cisneros. Hay sectores en la oposición que lo tratan peor que a un enemigo.
Sin entrar a considerar si se trata de un angelito o de un Chucky cualquiera, es fundamental discutir las cosas que hay de fondo en torno a la figura del ex alcalde de Chacao.
La idea de movimiento de movimientos viene del MAS. Supone la coincidencia de distintos factores alrededor de un grupo de ideas. López habla de hacer una política para los pobres, de priorizar los sectores mayoritarios. Eso no es ninguna atrocidad. Sin las grandes masas no saldremos de Chávez.
Se trata de hacer un gobierno que no sólo interprete sino que sea expresión de las mayorías. En la generalidad eso significa mejorar los servicios, una gestión eficaz y pulcra. Pasa por combatir la pobreza con gerencia y con una visión moderna de la economía. Sacudirse las trabas ideológicas para generar más desarrollo, más riqueza. Discutir como mejorar las condiciones de vida de la gente es parte del diseño de una nueva esperanza.
La más reciente encuesta de Hinterlaces revela que la caída irreversible de Chávez tiene que ver con la falta de luz, de agua. Pero, la causa fundamental de su deterioro radica en que las masas ya no entienden lo que dice. El discurso es lo que lo está matando.
Estamos obligados a hacer una oferta superior a la del socialismo del siglo XXI.
Ese debate es una de las claves para llegar a Miraflores. Ahora, ese no es sólo un problema de medidas y ya. El discurso democrático tiene que ser una propuesta de vida.
Hay que entregarle de verdad el poder a la gente. Consultarla, darle posibilidades de gestión real a las comunidades.
Esto significa acabar con el presidencialismo. Se debe discutir, por ejemplo, la posibilidad de una democracia parlamentaria. Todos los contrapesos que se puedan pensar para evitar la colonización de la sociedad, la dictadura de un sector social sobre otro.
En Venezuela está planteado restituir el diálogo, garantizar la igualdad de derechos para todos. Las encuestas hablan de una sensación en la calle de caos. Las masas sienten que Chávez es muy duro para perseguir a sus opositores. Pero, una mantequilla a la hora de garantizar el orden.
Todas estas cosas hay que hablarlas.
Nada esta blindado. Menos aún el problema de los partidos. Aquí hay quienes se rasgan las vestiduras en defensa de las organizaciones políticas y no dicen nada sobre la democracia interna que casi ni existe en los partidos de la oposición.
López plantea elecciones primarias, formas de organización y debate más horizontales en los partidos. Si los demócratas queremos ganar las parlamentarias en 2010 y más allá en el 2012, tenemos que ofrecer una nueva visión de país. Cambiar la manera de hacer política. Con o sin Leopoldo López esta debate hay que darlo y esta es la oportunidad.
Sospecho que tiene que ver con las comiquitas, con los superhéroes. Cuando un grande abusa de uno más débil asumo, sin pensarlo dos veces, que debo defender al desvalido. Puede que el agresor tenga millones de razones para hacer lo que hace, aun así, terminó al lado del sometido.
No me duele reconocer que en las corridas siempre le voy al toro. Tiendo a solidarizarme de manera automática con los ecologistas, con los defensores de delfines, perros y demás causas perdidas.
Lo que ocurre contra Leopoldo López dentro de algunos sectores de la oposición es algo parecido a lo que se le critica al chavismo. Hay un rechazo que raya en la injusticia, en lo visceral. El hombre insiste en que anda formando un movimiento, lo jura y una y otra vez, y sus adversarios insisten premeditadamente en que se trata de un partido.
La maldad llegó hasta convertirse en una campaña orquestada. Desde la tribuna de la oposición enviaron a los medios notas de prensa falsificadas en las que el propio López supuestamente confesaba que el acto del sábado 5 en Valencia era para fundar una nueva agrupación política y sabotear la unidad.
A Leopoldo lo atacan como niño malcriado, como egocéntrico, como un títere de los Cisneros. Hay sectores en la oposición que lo tratan peor que a un enemigo.
Sin entrar a considerar si se trata de un angelito o de un Chucky cualquiera, es fundamental discutir las cosas que hay de fondo en torno a la figura del ex alcalde de Chacao.
La idea de movimiento de movimientos viene del MAS. Supone la coincidencia de distintos factores alrededor de un grupo de ideas. López habla de hacer una política para los pobres, de priorizar los sectores mayoritarios. Eso no es ninguna atrocidad. Sin las grandes masas no saldremos de Chávez.
Se trata de hacer un gobierno que no sólo interprete sino que sea expresión de las mayorías. En la generalidad eso significa mejorar los servicios, una gestión eficaz y pulcra. Pasa por combatir la pobreza con gerencia y con una visión moderna de la economía. Sacudirse las trabas ideológicas para generar más desarrollo, más riqueza. Discutir como mejorar las condiciones de vida de la gente es parte del diseño de una nueva esperanza.
La más reciente encuesta de Hinterlaces revela que la caída irreversible de Chávez tiene que ver con la falta de luz, de agua. Pero, la causa fundamental de su deterioro radica en que las masas ya no entienden lo que dice. El discurso es lo que lo está matando.
Estamos obligados a hacer una oferta superior a la del socialismo del siglo XXI.
Ese debate es una de las claves para llegar a Miraflores. Ahora, ese no es sólo un problema de medidas y ya. El discurso democrático tiene que ser una propuesta de vida.
Hay que entregarle de verdad el poder a la gente. Consultarla, darle posibilidades de gestión real a las comunidades.
Esto significa acabar con el presidencialismo. Se debe discutir, por ejemplo, la posibilidad de una democracia parlamentaria. Todos los contrapesos que se puedan pensar para evitar la colonización de la sociedad, la dictadura de un sector social sobre otro.
En Venezuela está planteado restituir el diálogo, garantizar la igualdad de derechos para todos. Las encuestas hablan de una sensación en la calle de caos. Las masas sienten que Chávez es muy duro para perseguir a sus opositores. Pero, una mantequilla a la hora de garantizar el orden.
Todas estas cosas hay que hablarlas.
Nada esta blindado. Menos aún el problema de los partidos. Aquí hay quienes se rasgan las vestiduras en defensa de las organizaciones políticas y no dicen nada sobre la democracia interna que casi ni existe en los partidos de la oposición.
López plantea elecciones primarias, formas de organización y debate más horizontales en los partidos. Si los demócratas queremos ganar las parlamentarias en 2010 y más allá en el 2012, tenemos que ofrecer una nueva visión de país. Cambiar la manera de hacer política. Con o sin Leopoldo López esta debate hay que darlo y esta es la oportunidad.