Todo el dinero del Estado es suyo, toda la riqueza nacional le pertenece: está personalizada, él da, él quita.
Reproduce su imagen sin ningún límite.
Alberto Barrera Tyszka
El Nacional / ND Enero 24, 2010
Meditación jimenista
¿Qué quiso decir, en realidad, Hugo Chávez cuando hace unos días, en la Asamblea Nacional, afirmó que “por primera vez” se asumía como “marxista”? No es fácil saberlo. Porque lo dijo con tanta grandilocuencia que más de alguno quedó confundido. Habló como si estuviera confesando algo tan trepidante como inesperado.
Tal vez los añadidos generaron el desconcierto. Chávez se asumió marxista y cristiano, y también sandinista y martiano, y además seguidor, por si fuera poco, del sucrismo y del mirandismo. Lo único que le faltó fue hablar de los postulados ideológicos del magallanerismo. Así cualquiera se enreda.
Cada vez había menos Marx y más matices.
Porque, de entrada, Chávez reconoció que no se ha leído El capital, obra fundamental de la doctrina marxista; aunque, al mismo tiempo y sin ninguna duda, sentenció que el marxismo “es la teoría más avanzada en la interpretación, en primer lugar científica de la historia, de la realidad concreta de los pueblos y luego el marxismo es, sin duda, la más avanzada propuesta hacia el mundo que Cristo vino a anunciar hace más de 2.000 años: el reino de Dios aquí en la Tierra, el reino de la igualdad, el reino de la paz, del amor, el reino humano”.
Lo más interesante de la escena fue la ausencia de grandes reacciones. Aparte de la derecha más purista, nadie pareció demasiado escandalizado.
Tampoco hubo un movimiento festivo, el júbilo de una iglesia que celebra la conversión pública de un nuevo apóstol.
Yo sospecho que, en el fondo, nadie se lo tomó demasiado en serio. Peor: sospecho que nadie le cree.
Gilles Deleuze dice que la ideología es una “engañifa”, que el diagnóstico de un sistema no se realiza a partir de sus ideas, de los enunciados que postula o predica, sino a partir de su organización del poder. Visto así, el marxismo de este gobierno es casi un absurdo de antología.
Trasladando la lógica del capital a la lógica del poder, podríamos decir que llevan once años en la etapa de “acumulación primitiva”, militando en el más feroz y salvaje capitalismo que el viejo Marx haya descrito.
El nombre del juego es “revolución” pero bien podría también llamarse “monopolio”.
Chávez ha convertido al país en un tablero por donde va dando zancadas, lanzando dados, voraz, ansioso: “¡Lo compro-lo compro-lo compro!”. “¡Lo adquiero!”. “¡Lo expropio!”. “¡Lo tengo!”. La ficha es, por supuesto, roja. Se puede llamar Che Guevara pero se comporta como Rico Mc Pato. Más allá de la retórica, el verdadero discurso, el que dialoga eficazmente con una buena parte del país, no tiene nada que ver con la izquierda sino con ese ejercicio desaforado del consumismo, con la imagen concreta del negocio que representa el Presidente. Él es el rico más posible de todos. Él es el millonario al que tú puedes aspirar más fácilmente. Él es nuestro sueño más probable, más real.
Chávez puede decir lo que quiera. Puede afirmar que es dianético o maoísta, que se convirtió en seguidor de Paul Lafargue o que desea renovar el estalinismo. Nada importa. La gente es piadosa y sabe que sus palabras son sólo un trámite, que es parte del espectáculo, que lo real está en otro lado. Por eso puede criticar y descalificar al capitalismo todo el tiempo mientras construye el más grande monopolio que haya existido en la historia de este país.
Por eso puede decir que “ser rico es malo” mientras se enriquece y distribuye la ilusión de que todos seremos algún día ricos.
No tiene horarios, puede hacer lo que quiere sin consultar a nadie, viaja cuando y como desee, controla los televisores y las radios de todos los venezolanos, se puede meter en tu casa y en tu vida cuando le da la gana… Todo el dinero del Estado es suyo, toda la riqueza nacional le pertenece: está personalizada, él da, él quita. Reproduce su imagen sin ningún límite.
Quiere obligarnos a consumirlo diariamente. El quiere ser el propietario de nuestra historia. Desea poseer y administrarlo todo. La imagen que ilustró la primera página de este periódico el pasado miércoles es un retrato extraordinario de este proceso: la nueva fachada de hipermercados Éxito tiene tres enormes fotos del Presidente.
Ese es el socialismo del siglo XXI. Él es el nuevo patrón.
No importa el nombre de las cosas. Enciende hoy el televisor y fíjate en su programa.
Los rostros de los presentes, sus gestos, sus miradas, dicen más que todo el vocabulario del animador. Chávez es tan rico que hasta es dueño de los domingos de sus empleados. Si afirma que es marxista, olvídalo. En realidad está cantando una ranchera de un filósofo mucho más importante: “Yo no nací pa’ pobre/ me gusta todo lo bueno”, decía José Alfredo Jiménez.
abarrera60@gmail.com
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Alberto Rodríguez Barrera