Porque se le acabó el amor, comandante. Y para siempre. Dejó de volar con viento de cola y sólo le esperan espesos nubarrones, tormentas y hasta un posible tsunami... ¿Le reportaron sus helicópteros la descomunal, la colosal, la increíble marcha opositora? ¿Le pusieron en autos acerca de la ejemplar civilidad con que los marchantes coparon de la redoma de Petare a la Plaza Francia, de Altamira?
SE TE ACABÓ LA CUERDA, HUGO CHÁVEZ, SE TE ACABÓ
Luis Fernández Moyano
Mil autobuses, a razón de sesenta por bus, dan una cifra exacta: sesenta mil acarreados. Algo pasó que llegaron los autobuses pero no llegaron los sesenta mil acarreados. O llegaron y se fueron al Parque del Este. Porque el miserable arrejuntamiento que TODO el estado venezolano, ministerio popular tras ministerio popular y empresas públicas tras empresas públicas logró montar en la Plaza O’Leary estuvo harto, muy, derechamente por debajo de esa cantidad de acarreamiento del siglo XXI. Chávez, no sólo estás ponchao. Este 23 de enero botaste la bola, panita. Mejor será que vayas pensando en rajarte, que por estos predios la cosa se te está poniendo pelúa.
Digámoslo de una vez y sin ambages: se le acabó lo que se daba. Si tanto lleva el béisbol en su corazón, trátese de los navegantes del Magallanes o de los leones del Caracas, ¿por qué no se atreve a aparecerse un segundito por las gradas del Estadio universitario una noche de clásico de los rivales de siempre? ¿Por qué no acepta en la ocasión una simple prueba de popularidad con una de sus contrafiguras, por ejemplo con Antonio Ledezma?
Muy sencillo: luego del segundo inning se anuncia la presencia del Alcalde Metropolitano y se mide con un aplaudiómetro y con un pifiómetro cuántos decibeles a favor o en contra cosecha. Esperemos al cuarto y anunciemos su presencia, Huguito. Tal Cual:
“ATENCIÓN SEÑORES ESPECTADORES. ANUNCIAMOS QUE EN ESTE PRECISO INSTANTE HACE ACTO DE PRESENCIA EN LAS TRIBUNAS DEL ESTADIO EL COMANDANTE Hugo Chávez presidente de …”
¿Se lo imagina su asesor de imagen? ¿Apostaría una colita que la pifia, los zapateos, los cacerolazos y las pullas llegarían a Puerto Ordaz?
Porque se le acabó el amor, comandante. Y para siempre. Dejó de volar con viento de cola y sólo le esperan espesos nubarrones, tormentas y hasta un posible tsunami. ¿Se atreve a apostar que si cumple la proeza de llegar al 2012 – cosa que sinceramente le deseamos, para que se coma el mojón completico, atravesado si fuera posible – no brinca para el 2013 ni con zapatillas de resortes?
¿Le reportaron sus helicópteros la descomunal, la colosal, la increíble marcha opositora? ¿Le pusieron en autos acerca de la ejemplar civilidad con que los marchantes coparon de la redoma de Petare a la Plaza Francia, de Altamira?
Le empieza el derrumbe, presidente. Que no lo pille debajo de una platabanda de concreto. Podría costarle la vida.
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Alberto Rodríguez Barrera