Por: Luis Marín
JUEGOS DE GUERRA
Siempre
se ha dicho que lo que es evidente no necesita demostración; no
obstante, el gobierno de Colombia se ha tomado la molestia de mostrar
ante un foro internacional un largo relicario de pruebas sobre la
presencia de las FARC y el ELN en Venezuela.
La
primera pregunta es por qué lo hace ahora, cuando está de salida y no
se lo dejó a la próxima administración; pero la pregunta se responde a
sí misma, porque Uribe no se podía ir con el portafolio bajo el brazo y
decir “el que venga atrás, que arree”, sobre todo porque quien lo sucede
es su mismo partido.
Para
los venezolanos lo más sorprendente es que estas denuncias no nos
sorprendan en absoluto. ¿Cuál es la revelación? ¿Qué es lo que no
sabíamos? Puestos a pensar, resulta que sin ninguna información
privilegiada podemos encontrar en nuestra memoria reciente muchísimas
más cosas que las que dijo el embajador de Colombia ante la OEA.
Nosotros,
que en cada calle, en cada estación de metro, en cualquier edificio
público, a dónde se volteé la mirada nos tropezamos con el Che Guevara,
que sabemos del busto a Marulanda en el 23 de enero y
vemos a diario la estampa de Raúl Reyes en las franelas de los
manifestantes oficialistas y recordamos los minutos de silencio que le
guardaron cuando fue dado de baja en Ecuador, ¿nos enteramos de que este
régimen apoya a las guerrillas? ¡Si lo dicen todos los días en cadena
nacional!
Si
desde su inicio declaró que las FARC no eran sus “enemigos”. Luego que
conocemos su adhesión a la idea de lo político del teórico del
nacionalsocialismo Carl Schmitt, queda clarísimo que lo que querían
decir es que son sus “amigos”.
Este
régimen ha declarado que si Colombia repite en Venezuela un ataque como
el del campamento de Reyes en Ecuador “habrá guerra”; pero ningún
diplomático de la OEA se digna advertir que esto sólo es posible si aquí
está ocurriendo lo mismo que allá, es decir, que hay campamentos de las
FARC en nuestro territorio.
Gravitando
alrededor de aquel campamento apareció un diputado del Partido
Comunista de Venezuela, que explicó su paso por Ecuador con actividades
de la Coordinadora Continental Bolivariana que agrupa organizaciones
revolucionarias del continente, entre las que están las FARC,
convenientemente proclamadas movimiento “bolivariano”.
Si
es que comparten asientos en el Foro de Sao Paulo y un socio tan
conspicuo como Daniel Ortega declaró a las FARC “una organización
hermana”; mientras quien más esfuerzos ha hecho para denunciar esta red
terrorista continental, Alejandro Peña Esclusa, es apresado en Venezuela
acusado de ser él el terrorista.
Esto
ya nos va acercando al mundo al revés de este régimen diabólico que nos
oprime. Para ellos, “las FARC y el ELN no son ningunos cuerpos
terroristas. Son verdaderos ejércitos, que ocupan espacio y que deben
ser reconocidos por la comunidad internacional”.
Para
ellos, terrorista es el Estado colombiano, Estados Unidos y, cómo no
decirlo, Israel. Por lo que nuestro problema no se reduce a los
campamentos de guerrilla colombiana, sino cómo ha ido variando el
paisaje desde Margarita hasta la Península de Paraguaná, por lo que está
a la vista de todos: la proliferación de mezquitas en regiones donde el
Islam era algo totalmente extraño.
Si
hasta unos turistas españoles constataron recientemente en varios
barrios de Caracas las influencias de ETA, IRA y Al Qaeda en los
llamados ‘colectivos’ oficialistas y luego se aventuraron hasta
Guasdualito, en la frontera con Colombia, y filmaron cómo están los
campamentos, no sólo de las FARC y el ELN, sino de un Frente Bolivariano
de Liberación (FBL), a medio kilómetro de los cuarteles de la Guardia
Nacional y como observan entre ellos un impecable modus vivendi.
Parece
concebible que alguien trate de negar en público lo que hace en
privado; pero el problema con esta gente es que tratan de negar en
público lo que hacen en público.
CASTROS S.A. Los hermanos Castro se las han arreglado para que la guerra mítica
que libran contra el ‘imperialismo norteamericano’ se escenifique en
cualquier país, salvo en Cuba. Después del bombardeo de Trípoli, el 15
de marzo de 1986, los rusos criticaban a Gadafi diciendo: Castro es
comunista, aliado de la URSS; pero los americanos no bombardean La Habana.
La razón es simple:
los Castro no dan pretexto. Después del 11S., no sólo condenaron el
ataque terrorista, sino que ofrecieron ayuda. Es imposible conocer la
seriedad de esa oferta, pero más de un izquierdista celebraba en La
Habana la astucia política de Castro.
Todas
las guerrillas latinoamericanas (todas) son de inspiración guevarista;
pero Castro se cuidó muy bien de leer en la Plaza de la Revolución en La
Habana una supuesta carta de despedida del Che Guevara, antes de
iniciar su aventura en África y luego en Bolivia: “Hago formal renuncia
de mis cargos en la dirección del partido, de mi puesto de ministro, de
mi grado de comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a
Cuba”. En verdad, a la distancia, resulta una redacción muy curiosa para
quien se dice médico y revolucionario muy poco ‘formal’.
Algunos
interpretaron que Castro quería impedir que le hiciera sombra a su
liderazgo en Cuba, otros que era para desembarazarse de las
consecuencias de aquellas incursiones; por si acaso: “Digo una vez más
que libero a Cuba de cualquier responsabilidad”. Parece claro el
propósito, considerando que Castro sí que es abogado.
Una
más vieja leyenda comunista ubica a Fidel Castro en Bogotá en 1948,
apuntado en la agenda de Jorge Eliecer Gaitán, para entrevistarse con él
justo antes que lo mataran. Es parte sustancial de la leyenda que éste
es el inicio de la violencia en Colombia, raíz de la insurgencia de Tiro
Fijo, quien fuera militante del Partido Liberal, como lo es hoy Piedad
Córdoba. Nada que ver la Tricontinental, ninguna decisión del partido
comunista de Colombia, ni la adhesión perruna a la doctrina de la “lucha
armada” de Castro, la causa de la guerrilla en Colombia es el asesinato
de Gaitán.
Es
curioso que sea precisamente Gabriel García Márquez el que financia y
promueve la creación en Cuba de la Escuela Internacional de Cine y
Televisión (EICTV), a través de su Fundación de Nuevo Cine
Latinoamericano, en San Antonio de los Baños, pueblo natal de Silvio
Rodríguez, para formar propagandistas de Asia, África y América Latina,
ergo, la Tricontinental.
García
Márquez se ha distinguido como el mayor propagandista de la revolución
cubana en el mundo y si alguien quiere saber qué es lo que sale de su
escuela, basta con ver los documentales de guerrillas que van desde el
frente Polisario en el Sahara español, todas las guerras de África,
Medio Oriente, Sudeste asiático, hasta terminar en la Patagonia,
Centroamérica y las selvas colombianas.
Recientemente
se exhibió en Buenos Aires un documental en el que se presenta a las
FARC como una cooperativa agrícola, que produce de todo menos coca. Uno
de los guerrilleros anuncia al público el “cacao fariano”, que
“solamente se ve en la montañas de la Gran Colombia”.
Cualquiera
debe haber advertido que García Márquez no se levantó para saludar al
presidente electo de Colombia, Juan Manuel Santos, cuándo éste fue a
visitarlo ayer en su bunker en México, con lo que deja claro que él sólo
se para firme ante su comandante en jefe, Fidel Castro.
Otra
vez se pone de relieve el problema de que vivimos en un mundo
segmentado. Hay una realidad cotidiana que discurre en los medios de
comunicación, prensa, radio, TV y cine; otra, soterrada que se va
fabricando en las organizaciones llamadas populares, casi todas
revolucionarias. A veces, éste irrumpe súbitamente en aquel, como el
11S., para sorpresa de casi todos los desprevenidos.
El
régimen venezolano parece disociado porque quiere vivir en ese ‘otro
mundo’, el que quisieron fabricar Tito, Nehru, Nasser y que heredaron
los Castro, Ortega, Chávez; mientras le habla al mundo normal, no
totalitario. Por eso todo lo que dice es mentira, una falsificación
grotesca de la realidad, imposible de digerir desde aquí, pues sólo se
puede entender ‘desde allá’, desde ese otro mundo, donde ellos son
héroes, libertadores, progresistas, conscientes y los demás alienados,
capitalistas, burgueses, imperialistas, sionistas, ‘enemigos del
pueblo’.
Lo
único deplorable de las denuncias que hace Colombia es que haya dejado
por fuera a los dueños de la franquicia: la Castros Brother’s Company.
JUDICIALIZACIÓN.
La única esperanza de las denuncias colombianas es que en efecto sigan
el camino de formar una causa en la Corte Penal Internacional, lamentando
que no incluya a los comunistas cubanos que han conspirado contra la
paz y son reos de crímenes de guerra y de lesa humanidad, según la
jurisprudencia de Núremberg, por embarcar a países pacíficos,
desprevenidos e inermes como Venezuela, en su guerra mítica contra el
‘imperialismo norteamericano’.
Ciertamente,
1.500 guerrilleros colombianos parece un número modesto, comparado con
90.000 soldados y policías cubanos desplegados en el territorio de
Venezuela con la indiferencia, cuando no la complicidad de organismos
internacionales supuestamente dedicados a conservar la paz y la
democracia en el continente y el mundo.
Recordemos
que cuando se le exigió al socialista Milosevic que detuviera la
invasión de sus tropas a Kosovo, su desconcertante respuesta fue que no
había tales tropas y que él no estaba invadiendo a Kosovo, que todo eso
era una calumnia. Ahí comprendieron que no había nada más que hablar con
un sujeto así y comenzaron un devastador bombardeo contra Serbia.
Pero
la OEA no es la OTAN, podríamos decir que afortunadamente, porque de
serlo, dada su configuración y ética actual, seguramente que
bombardearían Bogotá antes que a los campamentos guerrilleros; pero el
problema está allí: no harán nada.
Son
sólo una instancia, un obstáculo podríamos decir, antes de acudir a la
CPI, con la perspectiva de un largo juicio, sin perspectivas. La
justicia es lenta y la vida corta.
De
manera que la pelota queda en Venezuela. No hay ni una sola institución
militar o de inteligencia que se acerque a las coordenadas denunciadas urbi et orbi,
con lo cual está claro que consienten con la presencia de los
irregulares colombianos, como lo hacen con los regulares cubanos, que
hasta ostentan cargos de ministros.
Sonarán
de nuevo los nombres de Ramón Rodríguez Chacín, Hugo Carvajal, Henry
Rangel Silva, para nada, porque seguirán haciendo lo que hacen; como Roy
Chaderton, ese chambelán que nadie podrá explicar razonablemente cómo
pasó de la servidumbre de Arístides Calvani (conservador católico) a
palafrenero de Castro (revolucionario comunista), con ese bochornoso
paralelismo entre bases militares en Colombia y campamentos guerrilleros
en Venezuela.
Este
país encontrará fatalmente su destino, sin defensa, completamente a la
buena de Dios, que no suele ser muy piadoso con los pueblos que sucumben
a la idolatría, que se corrompen ante un becerro de oro, peor si de oro
negro y tanto peor si de oro blanco.
Luis Marín
23-07-10