PORTACHUELO
René Núñez (*)
18 de septiembre 2010
No más dilación para iniciar el proceso de liberación de Venezuela,
secuestrada por la incapacidad, el desconocimiento y la poca voluntad
democrática del régimen de turno, empeñado en servirse ideológicamente
de por vida sin importar el sufrimiento, la angustia y las restricciones
de las grandes mayorías nacionales.
No hay otra oportunidad posible, a corto plazo, como la que nos brinda las elecciones del 26 de septiembre
para la legitimación de una voluntad democrática y plural en la
Asamblea Nacional, a través de una mayoría de diputados comprometidos
con la Constitución del 99 para cumplirla y hacerla cumplir
absolutamente.
Hay dos opciones en juego, una representada por el oficialismo,
promovida por el gobierno, responsable de que la actual asamblea no
haya ejercido la función controladora de la gestión pública, además de
haberla convertido en un brazo político para la legitimación del
proyecto ideológico del presidente enemigo de las libertades y de la
evolución. La oferta electoral sigue siendo la misma: profundizar la
revolución. En otras palabras, anteponer lo ideológico como necesidad
prioritaria de Estado.
La otra opción, la constituye la alternativa democrática,
unida y decidida a rescatar la autonomía e independencia del parlamento
en aras de restablecer valores y principios en defensa de la
democracia, del sistema de libertades, de la economía productiva y
competitiva, de la salud, de la educación, de la ciencia, de la
tecnología, de la moral, de la ética, de los derechos humanos, de los
derechos democráticos en general, para que cada venezolano de manera
individual y colectiva pueda forjar su progreso y desarrollo con
anuencia y seguridad del Estado.
Apoyar esta última opción,
un compromiso de país ineludible e impostergable ante el grado de
destrucción económica, social, cultural, jurídica, moral y ética en que
se encuentra la nación, y donde no hay, por los reiterados anuncios del
gobierno, vuelta atrás; por el contrario, se nos amenaza como mayor
radicalismo, demolición, exclusión y desunión, pues no hay
reconciliación, no hay paz, no hay tregua alguna contra quienes adversan
el proyecto socialismo del siglo XXI.
La amenaza totalitaria
ya es una realidad, como para que los venezolanos después de once años
sigan inocentemente pensando en la suma de felicidad social bajo la
utopía del comunismo. Once años, son suficientes para que usted
compatriota indeciso haga en familia su propia evaluación, y decida los
destinos de sus hijos y de los demás.
A título de ejercicio, y con el mayor respeto los invito a efectuarse ese examen de conciencia dando respuestas, entre otras, a estas preguntas: ¿Ha
mejorado la seguridad de mi barrio, de mi calle, de mi sector, de mi
urbanización? ¿Me siento más seguro que antes? ¿El hospital más cerca
donde acudo en búsqueda de atención médica preventiva o correctiva tiene
recursos, medicinas, instrumentos/equipos idóneos para hacer los
exámenes solicitados por el médico? ¿Estoy satisfecho con el servicio?
¿Tengo trabajo seguro y estable? ¿El salario que recibo por la jornada
de trabajo diario me alcanza para comer y cubrir mis necesidades
familiares? ¿La empresa del gobierno donde trabajo me trata mejor,
reconoce mis méritos, mis rendimientos como trabajador, me respeta los
beneficios del contrato colectivo, respeta los derechos sindicales y el
de la huelga? ¿Por no ser miembro o simpatizante del PSUV, tengo
posibilidades de conseguir trabajo en una empresa o ministerio o
corporación o entidad pública? ¿Como miembro del PSUV (si fuere el caso)
me permiten ejercer sin retaliación, exclusión o amenaza mis derechos
de crítica, de denuncia por actos de corrupción incurridos por
dirigentes del partido y del gobierno? ¿Se están respetando los derechos
humanos, políticos, económicos, sociales, mercantiles constitucionales
de los venezolanos? ¿Están los poderes del Estado, Fiscalía, Defensoría
del Pueblo, Contraloría, TSJ, CNE, tribunales de justicia en general,
obrando con equidad, equilibrio y transparencia para garantizar a todos
un trato igual ante la ley? ¿Vivo ahora mejor y seguro que antes?
No cabe duda, esta revolución fracasó en el intento. Otra más. No nos sorprende esa realidad.
Quienes me leen desde hace 28 años acá en Guayana, pero específicamente
los últimos once, saben cuál ha sido mi posición frente a esta farsa
ideológica. Un modelo reprobado históricamente por antinatura donde
intentaron ponerlo en práctica sus mentores comunistas. Pretender llegar
a la felicidad e igualdad social ignorando la riqueza y la propiedad
privada ha sido tal vez las razones por las cuales el comunismo no ha
tenido éxito. Por lo inviable y utópico. Las actividades humanas por
naturaleza requieren de estímulo. El avance de la ciencia y de la
tecnología, motores del progreso, ha obedecido a factores competitivos,
donde costos, calidad y oportunidad son objetivos permanentes de
atención prioritaria en cualquier planificación de trabajo.
No hay retribución social sin producción.
Todo trabajo genera plusvalía, el deber del Estado es normar su
distribución en función del desarrollo nacional. Por ello, la necesidad
de un nuevo parlamento pensante que trabaje de manera sistemática en la
reingeniería de la nación facilitando la evolución de los más variados
intereses de la sociedad venezolana en armonía y en paz. Después del 26,
orientar todos los esfuerzos democráticos para posicionarnos en el
primer mundo ha de ser sin complejo ni prejuicio el reto de los
auténticos demócratas. Ya basta de cuarta o de quinta o de sexta
república. Y de líder del tercer mundo. El problema es de inteligencia,
valores, y conciencia de desarrollo. Todo lo tenemos. Manos a la obra.
(*) Internacionalista