AL PROFESOR MANUEL CABALLERO, CON “APLICACIÓN”
Silvia
Schanely de Suárez
Siento una
deuda con el profesor. Y trataré de resaltar mis impresiones sin equivocarme en
trasvolar nombres, comas o afirmaciones.
Fue mi
profesor en el doctorado de Ciencias Políticas de la Universidad Central,
en un año que no es necesario ahondar qué sucedió (1994), ni tampoco en el seminario por él dictado en un
momento álgido y crítico de “los partidos políticos”. Algunos compañeros no
querían tomar esa materia por ser “démodé”
y era preferible tomar el interesante dictado por Luis Castro Leiva sobre “el –novedoso- republicanismo”, que igualmente cursé. Sin embargo, el estudio de
los partidos políticos de Venezuela –a la mano del profesor Caballero, me
permitieron por primera vez ahondar sobre la estructura partidista marxista
leninista que influyó no sólo en el Partido Comunista de Venezuela, pero
también en Acción Democrática y en COPEI. Mi trabajo final de entrega trataría sobre
las consecuencias de la división de facto de COPEI (1993) que, sacando el filo
al alma social cristiana y creyendo
perturbar al profe “comunista”, no encontró otra cosa más copiosa que recibir
las críticas de la entonces copeyana a la situación interna de su partido: un resultado más complejo que un simple
enfrentamiento de liderzgo. Muy posiblemente se dibujaría en su rostro,
sonrisa entre su bigote, acariciado por sus dedos, señalando: ¡interesante!
No sería hasta
10 años después que volvería a tener contacto con él. Esta vez, como miembro del
Jurado en la defensa de mi tesis doctoral que versó sobre la “Legitimidad y Democracia en Venezuela: auge
y crisis en la vida republicana” (2005), tesis que intenta extraer,
ambiciosamente, el concepto de legitimidad democrática desde los inicios de la
república hasta nuestros días. Tomó en serio revisar página por página, hacer
las respectivas observaciones y/o correcciones, y entregármelas después de la
defensa, que aún hoy conservo. Quiero resaltar alguna de ellas:
- Al período que le sigue a la Revolución de Octubre, considerado por él como el ejercicio de “una democracia plebeya” (en: Las Venezuelas del Siglo Veinte-1988), se contrapuso el de la década militar, en la que personalmente concluía que se había violado la legitimidad democrática en el 48, desconocida en el 52 y usurpada en el 57, cito su observación :”Esto tal vez es lo más importante a destacar, para oponer la idea de ‘legitimidad de origen’ despreciada por P.J., y exaltada por Chávez”.
- Al señalamiento que copiosamente incluí de Luis Castro Leiva sobre el Pacto de Punto Fijo como “la decisión política y moralmente más constructiva de toda nuestra historia” (en su discurso de orden el 23 de Enero de 1998)”, porque me sentía tan identificada, me reclamaba y señalaba el profesor, cito: “esta es la mejor parte del trabajo, pero ¿Dónde está su propia interpretación?”.
- En la defensa de la mal denominada “Democracia Representativa de los 40 años” el profesor Caballero de manera sentida escribe y cito “Nunca en nuestra historia había vivido el país época tan brillante como en estos malditos cuarenta años; nunca nadie había vivido tanto, nunca había pasado tanta gente por la universidad, nunca se había pensado siquiera en lo que hoy es realidad, a saber la construcción de la única planta industrial del mundo en la zona tropical. En verdad lo que se pretende aborrecer de esos cuarenta años no es la corrupción (…) sino el hecho de que ese lapso haya estado ocupado por gobiernos civiles” (Artículo “Esos horribles Cuarenta Años”, El Universal 13-06 2000 p.1-6)
- Ante la crítica a los partidos en los últimos años de la democracia representativa señalaba el profesor que tanto AD como COPEI habían dejado de ser doctrinarios y se limitaron a ser gestionarios: “terminaron siendo electoreros y no estadistas” (Artículo, op-cit.). ¡Cuánta similitud, hoy día!
- Sobre la legitimidad del referéndum consultivo celebrado a inicios de 1999 para ir a una Asamblea Constituyente, señalaba Caballero que ello no tenía sentido hacerlo si no obtenía el 50 % requerido. Caso que se celebrara con el 60 % de la abstención. ¿Fue acaso legítimo, entonces?
Creo que el Profesor Caballero descansó, sin haber abandonado jamás su
espíritu crítico, en defensa de los valores de la democracia, poniendo en
claro- oscuro los pro y los contra de la democracia representativa con un
realismo y con una racionalidad hasta el punto de escribir y defender a un
antiguo opositor suyo: Rómulo Betancourt. De igual manera se opuso, con su
racionalidad, a la post-democracia revolucionaria de nuestros tiempos.
Mis respetos
profesor. Trataré, por decir algo elegante o por cortesía, de seguir “con
aplicación” su ejemplo, aunque en estos momentos, parafraseando alguna conocida
frase: “no” estoy en paz con “algunos” hombres, y estoy en guerra con mis entrañas.
Caracas, 13 de
diciembre de 2010