Y es ahora, desde 1999, cuando un sector de la Fuerza Armada controla
otra vez el poder en Venezuela, impulsada por una egolatría descocada
que desea pintar su absolutismo de comunista, buscando cerrarle todas
las puertas al poder civil (la mayoría de los venezolanos) y buscando
hacer imposible otra alternativa que no sea dictada por un militar de
escasa formación. Es aquí donde cierta cúpula militar es tentada para el
gran salto al pasado dictatorial, aquellos 125 años donde el país se
congeló en el atraso para que los militares (hoy totalmente olvidados
por su escasez de valor histórico-social) pudiesen disponer a sus anchas
de los frutos de la corrupción más descarada.
-Alberto Rodríguez Barrera-
AVANCE MILITAR HACIA ATRÁS
AVANCE MILITAR HACIA ATRÁS
Cuando muchos se preguntan por qué el gobierno
chavista no da pie con bola para resolver aunque sea con mediana
eficiencia las muy diversas problemáticas que acogotan la vida de los
venezolanos, pocos prestan suficiente atención al hecho de que un muy
alto volumen de militares han sido puestos al frente de las
responsabilidades y las tareas pertinentes al espectro de la sociedad
civil. La cifra de ingresos militares, sumando familiars y relacionados,
es una gangrena que parte del dedo presidencial.
No se trata de que los militares no sirvan para nada; se trata del Principio de Peter, donde se ubica a la gente en posiciones en las que no saben qué hacer. Los militare se forman para otras cosas igualmente importantes, constituyendo un sector sumamente pequeño (¿50, 100, 150 mil personas?) dentro de la sociedad. Pocas personas con cuatro dedos de frente dudan de que tan alto promedio de integrantes gubernamentales (¿3, 5 mil militares?) esté mejor capacitado que los cientos de miles de profesionales civiles, cuya preparación multidisciplinaria le ha costado a la nación mucho tiempo, dinero y dedicación; gracias a la “democracia civilista”, imbatible –entre otras cosas- en los cientos de miles de universitarios habilitados que dejaron atrás la triste realidad legada por el militarismo que ha mandó en Venezuela desde 1830, por más de 125 años; siendo evidencia del fracaso la escasa matrícula de 4 mil estudiantes universitarios que teníamos para 1945.
Los militares estudian y se preparan para otras cosas. Y es un regreso al pasado dañino que hoy sean puestos en áreas tan sensibles como ministerios y niveles especializadas, como Interiores, Minfra, Salud, Ambiente, Defensa Civil, Cadafe, Ferrocarriles, Administración, Tecnología e Información, Corporaciones Regionales, PDVSA, Gobernaciones, Inavi, Fondur, Embajadas, Alcaldías y pare de contar.
En el pasado hubo militares valiosos que hicieron labor de patria en cargos públicos variados, excepcionalmente. Hoy su despliegue gubernamental nos retrocede al desastre que fueron tantos años de militarismo, que plagaron nuestra historia hasta bien entrado el siglo 20, hasta que la democracia despertó en Venezuela y pudimos finalmente comenzar a salir de tan descomunal atraso, el cual puede constatarse sin el menor atisbo de dudas en cualquier recorrido que se quiera hacer por las estadísticas registradas (y multidisciplinarias) que delatan la evolución de Venezuela mejor que cualquier catarata de palabras huecas (a las cuales, por cierto, son tan aficionados una abundancia de “politólogos de botiquín” que tanto honor hacen a la costumbrista “habladera de paja”. Saludos, robolucionarios).
No se trata de que los militares no sirvan para nada; se trata del Principio de Peter, donde se ubica a la gente en posiciones en las que no saben qué hacer. Los militare se forman para otras cosas igualmente importantes, constituyendo un sector sumamente pequeño (¿50, 100, 150 mil personas?) dentro de la sociedad. Pocas personas con cuatro dedos de frente dudan de que tan alto promedio de integrantes gubernamentales (¿3, 5 mil militares?) esté mejor capacitado que los cientos de miles de profesionales civiles, cuya preparación multidisciplinaria le ha costado a la nación mucho tiempo, dinero y dedicación; gracias a la “democracia civilista”, imbatible –entre otras cosas- en los cientos de miles de universitarios habilitados que dejaron atrás la triste realidad legada por el militarismo que ha mandó en Venezuela desde 1830, por más de 125 años; siendo evidencia del fracaso la escasa matrícula de 4 mil estudiantes universitarios que teníamos para 1945.
Los militares estudian y se preparan para otras cosas. Y es un regreso al pasado dañino que hoy sean puestos en áreas tan sensibles como ministerios y niveles especializadas, como Interiores, Minfra, Salud, Ambiente, Defensa Civil, Cadafe, Ferrocarriles, Administración, Tecnología e Información, Corporaciones Regionales, PDVSA, Gobernaciones, Inavi, Fondur, Embajadas, Alcaldías y pare de contar.
En el pasado hubo militares valiosos que hicieron labor de patria en cargos públicos variados, excepcionalmente. Hoy su despliegue gubernamental nos retrocede al desastre que fueron tantos años de militarismo, que plagaron nuestra historia hasta bien entrado el siglo 20, hasta que la democracia despertó en Venezuela y pudimos finalmente comenzar a salir de tan descomunal atraso, el cual puede constatarse sin el menor atisbo de dudas en cualquier recorrido que se quiera hacer por las estadísticas registradas (y multidisciplinarias) que delatan la evolución de Venezuela mejor que cualquier catarata de palabras huecas (a las cuales, por cierto, son tan aficionados una abundancia de “politólogos de botiquín” que tanto honor hacen a la costumbrista “habladera de paja”. Saludos, robolucionarios).
La historia seca, sin adornos pajizos, nos indica lo siguiente: el civil
José Vargas llegó a gobernar apenas durante un año (del 9 de febrero de
1835 al 8 de julio de ese mismo año; retomó el poder y llegó hasta el
24 de abril de 1836). Juan Pablo Rojas Paúl (mandó de 1888 a 1890,
prohijado por el general Antonio Guzmán Blanco), siendo sustituido por
otro civil, Raimundo Andueza Palacios (1890-1892). Lo demás fueron los
generales Joaquín Crespo, Ignacio Andrade, Juan Vicente Gómez, Eleazar
López Contreras e Isaías Medina Angarita. Entre 1830 y 1945, sólo tres
civiles ocuparon la presidencia, y por 5 años en total. Ninguno de ellos
fue electo por el voto popular.
De 1945 a 1948, gobernaron los civiles Rómulo Betancourt y Rómulo Gallegos, despertando el muy postergado sentido de la democracia.
Luego volvieron los militares otra vez por 10 años, otra vez con la
barbarie dictatorial, ladrona y asesina, que tan bien representó Marcos
Pérez Jiménez hasta 1958. De 1959 a 1999, gobernaron civiles elegidos
por el voto popular, y Venezuela –con una velocidad histórica
impresionante, increíble ante cualquier comparativa universal- se
incorporó al siglo 20. (Baste o resumamos un detalle: en 1958 no había
una empresa venezolana que extrajese un litro de petróleo.)
Y es ahora, desde 1999, cuando un sector de la Fuerza Armada controla
otra vez el poder en Venezuela, impulsada por una egolatría descocada
que desea pintar su absolutismo de comunista, buscando cerrarle todas
las puertas al poder civil (la mayoría de los venezolanos) y buscando
hacer imposible otra alternativa que no sea dictada por un militar de
escasa formación. Es aquí donde cierta cúpula militar es tentada para el
gran salto al pasado dictatorial, aquellos 125 años donde el país se
congeló en el atraso para que los militares (hoy totalmente olvidados
por su escasez de valor histórico-social) pudiesen disponer a sus anchas
de los frutos de la corrupción más descarada.
En la actualidad, junto a los civiles que pululan haciendo bulto con
soviética sumisión comunistoide, el “mapa estratégico” de esta minoría
militarista y forajida está aquí: “Profundizar y acelerar la
conformación de la nueva estrategia militar nacional”, definir los
fundamentos y objetivos del “nuevo pensamiento militar venezolano”, para
lo cual es preciso “borrar todo vestigio de la inyección que nos
hicieron o nos aplicaron de la doctrina imperialista”. La compra de
militares en marcha pasa también por vender la palabrita imperialismo,
táctica tan característica como la eterna lloriqueante cantaleta del
chavismo según la cual “alguien” está siempre queriendo aguarles la
fiesta, echarles vainitas y postulándose graciosamente para ser
inculpado como traidor a la patria.
Así como el gobierno se llena la boca a cada rato hablando de sus
labores de “inteligencia”, siempre escueta, siempre sin pruebas y
siempre incapaz de capturar hasta el más insignificante ladrón de
pantaletas, la inspiración del Jefe y de esta cúpula de militares
atípicos los lleva siempre a importar sus grandes ideas de otros lares.
En este caso, la “Doctrina Militar de la Revolución Bolivariana”
proviene del mexicano Heinz Dieterich, quien dijo: “Muchos aspectos de
la nueva concepción son secretos, como es lógico, pero es posible trazar
una idea general del nuevo paradigma que sustituye el de la posguerra y
del pensamiento estadounidense”; Dieterich alerta sobre “la amenaza
militar de Estados Unidos contra Venezuela”, siendo su idea central: “La
adopción en Venezuela de la sabiduría militar milenaria de lo que el
libertador vietnamita Vo Gnuyen Giap, arquitecto militar del triunfo
sobre el imperialismo francés y
estadounidense, llamaba ‘Guerra del Pueblo, ejército del Pueblo’, es un
extraordinario paso en la reconquista de las soberanías de la Patria
Grande. Porque, al privarle al agresor del centro de gravedad de su
ataque –la destrucción física del ejército convencional- se le quita la
posibilidad de la batalla decisiva y de la victoria rápida y se le
obliga a la guerra popular prolongada, en la cual no podrá prevalecer”.
¡Guácala, pupú!
Esta gente –ese patuque chavista- nos está manejando a la patria en
secreto, sin consultar siquiera con un referéndo (aunque fuera
tracaleadito y peorrito) sobre si los venezolanos aprobamos un sistema
socialista (que el jefe inventa realengamente), sin tomar en cuenta si
los venezolanos queremos meternos en un hueco ensangrentado como fue
Vietnam, sin pararle media perinola psíquica a la intención de convertir
el sistema judicial venezolano en una Seguridad Nacional y, en
síntesis, sin tener el más leve recuerdo de que todas sus acusatorias
virulentas en contra de los males democráticos se han quintuplicado hoy
horrorosamente, para decir lo mínimo. tanto así que al resto de los
mortales venezolanos pareciera no quedarnos otra que aceptar un futuro
de aguaceros sangrientos y charcos de supuración, donde sólo brillarán
jueces desnaturalizados con imputaciones y decisiones rechifladas,
tramposos de reconocida trayectoria manipulando
elecciones y cedulaciones a conveniencia malandra, y todo junto a una
dosis de presos y la muy presente y continuada metástasis dialéctica que
a pasos agigantados avanza frenéticamente hacia etapas trogloditas.
Y en cuanto a los militares… uno se pregunta si la capacidad de inteligencia ha llegado realmente a tocar fondo, ahí donde unos cuantos loquitos de la rapiña colocan bloquecitos lego construyendo una muy propia y díscola Muralla de Berlín o Cable de La Habana. Siendo así, camaradas: ¡olvídense de Bolívar!
REMISIÓN: Disidentes de Altamira
ILUSTACIÓN: Alberto Rodríguez Barrera