¿VALIO LA PENA?
En
medio de tantas dificultades que a diario me toca enfrentar, hoy
escribo arrinconado por la nostalgia, la tristeza, la frustración y la
decepción que como suele ocurrir desde hace ya 18 largos meses me
persiguen sin ningún tipo de compasión con la firme disposición de
intentar derrumbarme moralmente o sencillamente llevar a preguntarme si
valió la pena tanto sacrificio ofrendado por la constante y sin descanso
lucha que por la recuperación plena de la democracia y las buenas
causas sociales siempre atraparon por completo mi atención.
Nostalgia
por la patria ausente, tristeza por no tener a la familia y los seres
queridos a mi lado, frustración por no estar en la primera línea del
combate democrático y decepción por la casi inexistente solidaridad y
reconocimiento del liderazgo “progresista” venezolano, que en algunos
casos prefieren visitar Machu Picchu en
lugar de ser consecuentes con el discurso libertario que abordan
entusiastas frente a las cámaras de televisión, sin detenerse a
reflexionar sobre la triste realidad que se debe abordar, muchas veces
en solitario, en el doloroso exilio.
Tal
vez sea arbitrario de mi parte que cuestione a dirigentes políticos o
de la sociedad civil que por ejemplo vienen a Perú a disfrutar de unas
merecidas vacaciones familiares o en planes de negocios inmobiliarios y
opten por ignorar a los acá asilados o sencillamente mostrarse
escurridizos ante eventuales encuentros programados para conversar sobre
la difícil situación de Venezuela.
Tal
vez también sea arbitrario el que llegue a pensar que dirigentes de
partidos políticos o de la sociedad civil, algunos de ellos en ejercicio
de cargos de elección popular, estén obligados a responder los mensajes
de Blackberry o email que aparecen como leídos enviados en algunos
momentos y bajo ciertas circunstancia esperando algún tipo de escueta respuesta, siempre sin pretender que asuman la consecuente conducta de Antonio Ledezma.
Por
supuesto que no soy quien para fustigar las conductas o procederes
anteriormente descritos, cada quien con su conciencia. Pero si me siento
con la suficiente autoridad moral para exigir que cesen los “golpes de pecho” hipócritas de quienes dicen luchar por la libertad pero sus acciones individuales demuestran todo lo contrario.
El
07 de septiembre de 2009 llegué a Perú luego que el Juzgado 37 de
Control del Area Metropolitana dictara una medida privativa de libertad
en mi contra por la supuesta comisión de los delitos de instigación a
delinquir, asociación para delinquir y otros contemplados en la Ley
Contra la Delincuencia Organizada, por los hechos acaecidos en la ciudad
de Caracas durante la marcha que en rechazo a la Ley de Educación me
tocó organizar por mandato y solicitud expresa de la MUD y que para la
solicitud de permisos fui uno de los tres firmantes de la comunicación.
Me
permito recordar los motivos por los cuales me fue dictada la medida
privativa de libertad pues esto tal vez haga reflexionar a algunos de
los que estando en la MUD sobre sus actitudes y
comportamientos alejados cada vez mas de valores como la solidaridad,
pues mal podría decirse que trabaja por ser solidario con el país cuando
no lo han sido con una causa y unos sueños.
Con
orgullo patrio puedo decir que sacrificando el tiempo que pude dedicar a
mi familia participé activamente en cruzadas libertarias como la de los
Presos y Perseguidos Políticos, incluso cuando nadie se atrevía a
llamarlos así. En defensa de la propiedad privada, para exigir respeto a
la Constitución Nacional, por reglas electorales claras, por RCTV,
Globovisión, por la libertad de expresión. Que no hice, hasta caminar
con mis pies ampollados desde Rubio hasta San Cristobal para exigir la
liberación de todos los secuestrados y rechazar a las FARC, para
denunciar las corruptelas de funcionarios revolucionarios, en defensa de
la industria petrolera, en apoyo a los jóvenes y estudiantes, por las
mujeres y sus derechos, por la igualdad de oportunidades y hasta en
contra de la discriminación racial. Pero incluso, para pesar del
oficialismo, en el año 2001 me toco dirigir la primera Comisión Contra
el Fraude Inmobiliario, por citar solo algunas de las tantas cruzadas
realizadas y en las que participé activamente, a pesar de que ahora
algunos por los que luché prefieran hacerse los “locos” ante mis
llamados.
Después de esta mañanera reflexión limeña solo queda preguntarme ¿valió la pena? Créanme
que la respuesta la encuentro en la conducta heroica de jóvenes que
arriesgan sus vidas en defensa de sus ideales y convicciones, en los
mensajes de esa gente humilde que no sé cómo se las inventa para llamar
telefónicamente o enviar emails desde Venezuela, en los amigos que no se
perdieron en el camino y demuestran que no todo era rumba y whisky, y
en las palabras de mis hijas bellas que no cesan en repetirme que se
sienten orgullosas de mi como padre. Por ellos y por Venezuela, si valió la pena!!
Dios bendiga a Venezuela!
OSCAR PEREZ