UN DIA
EXTRAÑO
Por: Vinicio Guerrero Mèndez
“Era
la víspera del sábado, el más solemne de todos”
(Juan 19:31ª)
Había pasado una solitaria noche, y los primeros rayos del
sol anunciaban la llegada de uno de los días más extraños de la historia.
Las calles se llenaron de duelo y
muchos dolientes murieron a causa del toque sanador de Jesús. No había nadie
entonces ese día para sanar los leprosos. Nadie que pronunciara una palabra de
perdón. Nadie para consolar a los quebrantados de corazón.
Todo lo ocurrido el día anterior era el epicentro de comentarios entre
las personas. Ese templo que por mucho tiempo había sido lugar de sanación y
redención se había convertido en lugar de fuertes rechazos. Preguntaban por
Jesús de Nazaret, aquel que siempre había sanado a los enfermos y resucitado
muertos.
No había sido una crucifixión común, toda la naturaleza había
protestado. Hubo un vacío en el cielo y en Jerusalén como jamás podrá
describirse; el sol se había negado a dar su luz. Es como si la muerte
hubiera dejado una silla vacía en miles de hogares.
El sanador yacía descansando con sus brazos cruzados en la tumba
de José, aquella tumba angosta cuya entrada estaba cubierta por una gran roca.
Un centenar de guardias romanos hombres muy fornidos, se mantenían en
vigilia. Ningún cautivo había estado tan custodiado a manos de sus enemigos.
Tras ellos una multitud huestes,
ángeles malignos decididos a que Jesús quedara encerrado para siempre en esa
tumba.
Satanás también estaba allí les
había ordenado que se mantuvieran en sus puestos y que no permitieran ningún
asalto pues Satanás sabia que su propio reino estaría perdido si Jesús
salía de la tumba. Pero también los ángeles poderosos de Dios estaban
allí, esperando tranquila pero ansiosamente el momento para unir sus cantos y
dar la bienvenida al príncipe y rey de la vida.
Todo el cielo esperaba conteniendo el aliento. Los primeros rayos del
sol comenzaban a desalojar la noche; de pronto el momento había llegado.
El Padre dio la orden y el Ángel mas poderoso del cielo se dirigió
a tiempo muy veloz hacia la tierra batiendo la oscuridad a su paso con el
rostro iluminado con las vestiduras blanquísimas como la nieve. Tan pronto como
sus pies tocaron la tierra, esta se estremeció y el ángel se dirigió a la
tumba y dijo: “Hijo de Dios sal fuera el Padre te llama”.
Ese Jesús humano murió pero la
divinidad no. Jesús resucitaba aquella hora. Muchos recordarían sus palabras “yo soy la resurrección y la vida”. El
dijo yo pongo mi vida para volverla a tomar, nadie me la quita. Porque yo
tengo poder para ponerla y para volverla a tomar.
Jesús tenía poder, el de su
propia voluntad para tomar su vida. Con esto Jesús deja el compromiso que
también nuestros seres amados resucitaran como él lo hizo. Finalmente para que
el día fuera completo se presentó en persona en el aposento donde se escondían
sus seguidores mas cercanos y les devolvió la paz, les devolvió la esperanza y
les devolvió la vida a esos corazones que habían sido lacerados por la duda y el
desanimo.
Nunca se había visto un día tan
estremecedor y más extraño como ese.
La
oración! No la dejes nunca por nada. Ella da brillo a tus ojos, ardor a tu
corazón, fuerza a tu voluntad. Persevera todos los días, sin desistir y Dios te
escuchará.
Afectuosamente,
Imperfecto.
VINICIO GUERRERO MENDEZ
Vinguerrero@hotmail.com