Candidatos a la calle
Fernando Ochoa
Antich.
Llegó
el momento esperado por todos. La oposición democrática escogerá el candidato
que enfrentará a Hugo Chávez mediante
unas elecciones primarias a realizarse el 12 de febrero de 2012. Algunos
aspirantes ya han mostrado claramente sus aspiraciones; otros esperan por una
situación más favorable para decidir si van o no a la contienda. Este
enfrentamiento por la candidatura presidencial debe transformarse en la primera
gran diferencia entre los métodos totalitarios del chavismo y aquellos utilizados
por los partidos democráticos al transformarse de unas organizaciones cerradas,
con el poder concentrado en un pequeño grupo de dirigentes, en unos partidos
democráticos, cuyas decisiones fundamentales son consultadas a sus bases.
La campaña preelectoral debe ser un ejemplo de
civismo y de respeto entre nuestros diferentes candidatos que permita a los
venezolanos comparar los métodos totalitarios de un chafarote, que se dedica a
descalificar a sus adversarios y a ofender a los ciudadanos, y un grupo de
candidatos que buscarán el respaldo popular, en unas elecciones primarias,
mediante la presentación de sus programas de gobierno en medio de un elevado
debate que permita señalar los grandes problemas nacionales y sus diferentes
soluciones. La Mesa Democrática
debe establecer un programa mínimo que muestre a los venezolanos la orientación
fundamental del próximo gobierno. Los candidatos, comprometidos en cumplirlo,
deben plantear su propia visión de la Venezuela del futuro.
Ese
programa mínimo debe enfocar, a mi criterio, tres líneas estratégicas
fundamentales: la política, la económica y la social. La línea política debe
plantear la constitución de un gobierno de unidad nacional, que permita superar
los odios y la carga de violencia creada por el chavismo; el reconocimiento
pleno de lo que debe ser un Estado federal; y la reconstrucción institucional
de la Nación
mediante la reorganización a fondo de todos los poderes públicos. La línea
económica debe buscar el restablecimiento
de la confianza mediante el fortalecimiento de una sociedad de mercado que no
olvide la presencia supervisora del Estado. La línea social, debe ofrecer una
política incluyente que combata con eficiencia la pobreza y la desigualdad
existente actualmente en Venezuela.
Plantear
la necesidad de crear un gobierno de unidad nacional parece fácil, pero en
realidad exige del próximo presidente de la República un elevado
sentido de la realidad política y una indiscutible autoridad moral. No es fácil
plantear, en medio de los odios existentes, la necesidad de invitar a los
sectores democráticos del chavismo a negociar con el objeto de lograr algunos puntos de
coincidencias que garanticen la estabilidad democrática. De no lograrse esa
apertura, el nuevo gobierno tendría que enfrentar a un amplio sector social que
de inmediato radicalizaría las acciones de oposición al ser capitalizados por
los factores más extremistas de esa tendencia política. Nos encontraríamos a
las puertas de un proceso de insurgencia armada.
Otro
aspecto muy complejo que tendrá que enfrentar el próximo gobierno es la reorganización
de la Fuerza Armada
Nacional. Han sido doce años de adoctrinamiento
político y de ruptura de sus
valores fundamentales. Se requiere iniciar de inmediato un proceso de
reconceptualización militar. Este concepto supera ampliamente las medidas
puntuales que será necesario tomar de inmediato para controlar sus mandos,
corregir los graves daños realizados en sus valores institucionales, en su organización, y operatividad. Se
requiere valorar, con objetividad y detenimiento, las posibles amenazas en
contra de nuestra soberanía para establecer una nueva y moderna visión de cómo
debe ser una Fuerza Armada para un país de las características de Venezuela.
Estas
medidas, a tomar de inmediato, no deben hacerle perder al nuevo gobierno su
sentido de trascendencia histórica. Es necesario sanear y transformar
profundamente el tejido social de Venezuela. Eso sólo es posible mediante una
verdadera revolución educativa que fortalezca nuestros valores tradicionales y
modifique profundamente aquellos que no son cónsonos con la sociedad
desarrollada que todos aspiramos. Uno de los problemas más delicados que
actualmente enfrenta nuestro país es la disolución familiar, que no permite
formar a sus hijos en un ambiente realmente favorable. Sin una política de
largo alcance que conduzca a su fortalecimiento es imposible transformar a
Venezuela. Definitivamente, un inmenso reto para un venezolano de excepción.
Caracas, 10 de mayo
de 2011