Francisco, el pontífice argentino
El papa del fin del mundo
Francisco, primer pontífice latinoamericano de la historia de la Iglesia católica, comenzó su pontificado pidiendo al mundo que lo bendiga.
Por: Nicolás Cuéllar Ramírez / Buenos Aires
Hace ocho años el arzobispo argentino Jorge
Mario Bergoglio pudo ser papa. Tras la muerte de Juan Pablo II, la
reñida votación para elegir a su sucesor lo enfrentó entonces al
cardenal Ratzinger. Bergoglio logró obtener 40 de los 77 votos
necesarios para ser elegido. Sin embargo, ante la falta de consenso, y
después de cuatro votaciones, pidió a los demás cardenales que se
abstuvieran de votar por él. Entonces, Ratzinger sería proclamado como
Benedicto XVI.
Tras la dimisión del papa, Bergoglio llegaba al
Vaticano con una gran influencia, pero según los medios especializados,
con pocas posibilidades de ser elegido. Por eso fue sorpresiva la
noticia del protodiácono cuando anunció que el nuevo sumo pontífice era
el arzobispo de Buenos Aires.
“Soy uno de los cardenales que vino
del fin del mundo”, dijo ya usando el nombre con que se le conocerá,
Francisco, en sus primeras palabras a los feligreses que esperaban en la
plaza de San Pedro. Hincha del club de fútbol San Lorenzo de Almagro,
Bergoglio se convierte en el primer papa latinoamericano, el primer
jesuita y el primero en usar el nombre Francisco.
Nacido en 1936
en Buenos Aires, hijo de un matrimonio de italianos, decidió convertirse
en sacerdote a los 21 años y recibió la orden en 1969. Argentina
entonces entraba en una complicada situación política. Entre 1973 y
1979, en plena dictadura militar, fue superior provincial de los
jesuitas. Bergoglio despierta posiciones encontradas entre los
argentinos. Existen quienes aplauden sus oratorias y sus posturas frente
a los temas como el matrimonio igualitario o el aborto. Otros critican
sus puntos de vista y le recuerdan su papel en esos años oscuros de la
historia.
Al cardenal se le atribuye responsabilidad en el
secuestro de dos sacerdotes jesuitas en 1976, dos meses después del
golpe militar. También se le critica por su aparente cercanía con la
Junta Militar, sobre todo con el general Rafael Videla. Sin embargo, el
arzobispo, que no es muy dado a responder a los medios de comunicación,
recientemente había aceptado hablar del tema para contar su versión de
la historia y relatar cómo protegió a varios sacerdotes durante esos
años.
Bergoglio vive solo. En un departamento sencillo, al lado de
la catedral de Buenos Aires. Desde su ventana fue testigo de los
saqueos y explosiones que dejó la crisis de 2001. Mantiene un bajo
perfil y le gusta viajar en metro y en colectivo constantemente. Recorre
hospitales y camina la ciudad. En Roma, cuentan fuentes cercanas a
Francisco, el cardenal solía caminar bajo un gabán negro para ocultar
los llamativos colores de su traje.
Sufre problemas respiratorios
desde joven, cuando perdió un pulmón tras una operación. Pero su vida
austera lo ha conservado desde entonces con buena salud. En 2011
renunció al arzobispado de Buenos Aires, por alcanzar el límite de edad
(75 años), pero el papa Benedicto XVI prorrogó su mandato dos años más.
Tras la dimisión de Ratzinger, Bergoglio anotó: “Fue un gesto
revolucionario, un cambio en 600 años de historia”.
En Argentina,
la presidenta Cristina Fernández de Kirchner saludó al nuevo papa en una
corta misiva. La relación entre el pontífice y los Kirchner, hay que
recordar, no ha sido la mejor. Bergoglio fue autor de mensajes fuertes
en contra del gobierno. La pobreza, el matrimonio igualitario, las
peleas con el campo y las continuas controversias del gobierno con la
oposición, eran temática de sus misas y actos oficiales. Ha cuestionado
duramente las decisiones tomadas en estas materias tanto por Néstor
Kirchner como por la actual presidenta.
Desde la Casa Rosada no
dudaron en enfrentar al arzobispo. En uno de los momentos más álgidos de
la relación, el presidente Kirchner dijo en alusión a Bergoglio.
“Nuestro Dios es de todos, pero cuidado que el diablo también llega a
todos, a los que usamos pantalones y a los que usan sotanas”. Pasaron un
par de años en que la relación entre el gobierno y el Episcopado fue
nula.
Por su parte, los organismos de derechos humanos no
recibieron con mucho beneplácito el anuncio del nuevo papa. Conocen bien
sus posiciones como acérrimo opositor al matrimonio igualitario y al
aborto no punible. “No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha
política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”, decía hace un
par de años el arzobispo en una carta cuando se discutía en el Senado el
matrimonio entre personas del mismo sexo.
Francisco compartirá la
sede del Vaticano con su predecesor y tendrá que responder por los
escándalos recientes, como el de los abusos sexuales a menores o el caso
de los Vatileaks, por mencionar algunos. Pero, sobre todo, dicen
especialistas, tendrá que guiar a la Iglesia en medio de una crisis
económica mundial como la actual, para que el Vaticano recupere su poder
de influencia.