UN VIEJO LLAMADO JOSE
(A
mi difunto Padre José Isabel Guerrero)
Vinicio
Guerrero Méndez
“a ti te ha tocado en suerte
recibir bajo tu custodia a la virgen del Señor”.
Un José viejo, viudo y, con
bastantes hijos es el elegido por nuestro Señor después de aquella pugna entre
pretendientes para contraer matrimonio con María, y ser testigo privilegiado
del nacimiento de Jesús.
Esta es parte de la historia
de cómo ocurrió este hecho tomado de un documento apócrifo.
El
sumo sacerdote, entró en el sancta sanctorum y mientras estaba orando un ángel del Señor se apareció diciéndole:
“Zacarías, Zacarías, sal y reúne a todos los viudos del pueblo. Que venga cada
cual con una vara, y de aquel sobre quien el Señor haga una señal portentosa,
de ése será mujer la niña María”. Salieron los heraldos por toda la región de
Judea, y al sonar la trompeta del Señor todos acudieron.
José,
dejando su hacha, se unió a ellos, y una vez se juntaron todos, tomaron cada
uno su vara y se pusieron en camino en busca del sumo sacerdote. Éste tomó
todas las varas, penetró en el templo y se puso a orar. Terminado que hubo su
plegaria, tomó de nuevo las varas, salió y se las entregó. Pero no apareció
señal ninguna en ellas. Más al coger José la última, he aquí que salió una
paloma de ella y se puso a volar sobre su cabeza. Entonces el sacerdote le
dijo: “a ti te ha tocado en suerte
recibir bajo tu custodia a la virgen del Señor”.
¿Por
qué ocurre esto? La intención de Dios nuestro Señor con la virginidad de
María era ocultarle al príncipe de este
mundo el advenimiento del Mesías y se le
ocultó gracias a José; no la descubrió gracias a las nupcias; no la conoció
gracias a la creencia de que estaba desposada con él. Si no hubiera tenido
esposo y, según se creía, varón, no hubiera sido posible ocultarla al príncipe
de este mundo. De otra suerte, no se le hubiera escapado al diablo esta
reflexión: ¿Cómo es posible que ésta, que no conoce varón, esté preñada?
San José, a los ocho días de
nacido, impuso al niño el nombre de Jesús, tal como lo había indicado el ángel.
La imposición del nombre es señal de potestad y dominio, como vemos en la
escena del Génesis, donde Adán impone el nombre a Eva y todos los animales (Gen
2,19-20).
Jesús en honor a José (su
padre terrenal) invoca parte de esta bendición ante su cadáver:
“Y puse mi mano en su
corazón, diciendo: Nunca el olor fétido de la muerte se apodere de ti. No se vea
atacada tu mortaja por la tierra, ni se separe de tu cuerpo, hasta que lleguen
los mil años. No se caigan los cabellos de tu cabeza, esos cabellos que yo he
tomado tantas veces con mis manos, y quien, en tu nombre, ponga un pan en la
mano de un pobre no dejaré que carezca de los bienes de este mundo, mientras
viva. ” ¡Oh mi buen padre José!
¡La
oración! No la dejes nunca por nada. Ella da brillo a tus ojos, ardor a tu
corazón, fuerza a tu voluntad. Persevera todos los días, sin desistir y Dios te
escuchará.
Afectuosamente,
Imperfecto.
VINICIO
GUERRERO MENDEZ