Sesquipedalia
Seguirán… ¡Y seguiremos!
Humberto
Seijas Pittaluga
Lo que provoca hoy es repetir, como El
Chapulín Colorado: “lo sospeché desde un principio”. Porque en el aparente triunfo del oficialismo
—y enfatizo lo de “aparente”— uno tiene que tomar en cuenta la absoluta falta
de escrúpulos del candidato del PUS y su gente en la apelación a los más
descarados abusos para intentar prevalecer en el poder. Partiendo desde la inequidad en los tiempos
permitidos en los medios —para ellos: horas de cadenas, cuñas y programas
escatológicos como el que conduce el drogo hojillero; para el opositor, escasos
minutos—; pasando por apelar a personajes tan despreciables como el Maradroga,
traído, atendido y pagado munificentemente con fondos oficiales para cantar loas
al candidato oficial —otro de los muchos extranjeros traídos por el régimen para
intervenir en política interna—; apelar a bandas violentas (sus integrantes dotados
con motos y armas que debieran ser solo para uso oficial) que coaccionaron el
voto de los opositores; hasta mantener como MinPoPoDef a un imbécil, a una
fichita política sin ningún ascendiente en la Fuerza Armada, para desvirtuar a
esta de sus altos fines y convertirla en mecanismo de agitprop que sirviese para intentar aterrorizar a quienes nos
atrevemos a pensar distinto, y para “caletear” compulsivamente a las mesas a
partidarios remisos. Todo ello, bajo la
mirada complaciente y parcializada de la “banda de las cuatro”, que no lograba
encontrar falta en nada de lo que hicieron el contendor oficialista y sus
conmilitones; bajo la alcahuetería de una funcionaria que confunde sus
funciones y cree que es defensora solo de sus copartidarios; bajo las amenazas
de una fiscala que emplea su función y a sus subalternos para el hostigamiento
de los opositores; y la bendición de unos “magistrados” que fueron quienes
originaron la ilegalidad del interregno.
Total, que el presunto triunfo antenoche estaba cantado.
Lo que le espera a Venezuela en el futuro
cercano es negro cacho. Seguirán los
mismos ineptos (para la función pero avivatos para sus enriquecimientos) al
frente de los ministerios e industrias básicas.
Y, al igual que en el pasado, cuando metan sus respectivas patas, serán
rotados a otros ministerios, nunca destituidos.
Porque para el régimen seguirá siendo más importante el carné que los
conocimientos y destrezas, y porque no tienen con quién reemplazarlos. No son sino un pequeño grupo de encantadores
de serpiente —de culebreros de fiestas patronales, para ponerlo en el lenguaje popular—
que a punta de regalar lo que no es de ellos se mantienen en la
manguangua. Para esto, seguirán
quebrando al país, sin entender (ni importarles) que no somos ricos, que hay
que incentivar el trabajo productivo y no los cambures; seguirán apelando a la inseguridad jurídica para imponerse a
las empresas privadas y hacerlas quebrar, favoreciendo así la creación de
empleo en otros países, no aquí. Y, como
eso no será suficiente para seguir con la regaladera a nuestros compatriotas
que necesitan sobrevivir a como dé lugar —así sea vendiéndose por un pollo de
Mercal—, seguirán pidiéndole prestado a potencias “amigas”,
que les concederán créditos con intereses usureros y condiciones que hacen
declinar la poca soberanía que nos queda después que ellos nos regalaron a
Cuba.
No tengo dudas de que la solicitud de Capriles
para que se digan los verdaderos resultados de los escrutinios caerá en los
oídos sordos de la “banda de las cuatro”.
Entonces, Nicolás será presidente sin siquiera haber resultado ganador. Y él y ellos seguirán con el desconocimiento
y las faltas de respeto en contra de la otra media Venezuela. Seguirán sin
entender que los resultados del domingo no los autorizan para radicalismos
insensatos, sin valorar a la oposición como una fuerza que no puede ser
despreciada. Seguirán, pues, cabeza
gacha, con todo lo que la gerontocracia cubana les ordene. Órdenes que no son para que Venezuela
progrese sino para que la isla no termine de morirse de hambre.
Al tiempo que esto sucede, nosotros seguiremos
empobreciéndonos, viendo como otros países de la región avanzan hacia el
desarrollo usando las armas de verdaderas democracias; seguiremos mirando cómo
el populismo seguirá creciendo, pero de manera más ramplona; seguiremos observando
cómo organismos e instituciones se deterioran hasta reducirnos a lo más oscuro
del siglo XIX.
Seguiremos presenciando cómo el bendecido por
Tiby habla por los dos lados de la boca.
Antenoche llamó al cese del odio, y pidió a la oposición que “sepan
administrar el resultado que han obtenido. Con humildad, sin prepotencia y sin
retar a Venezuela, sin llamar a la violencia” —cosa que nosotros le recomendamos
a él. Pero, al mismo tiempo, seguía
vomitando infundios en contra de quienes sabemos que él no tiene el equipaje
mental, ni el equipo humano, para sacar a Venezuela de la crisis en la que la
irresponsabilidad de ellos la han zampado durante estos catorce años.
Por eso, también, seguiremos diciendo nuestras
verdades, así vayan a contrapelo con la realidad panglosiana que nos intentan
pintar…
NOTA DE REMISIÓN:
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16 abr (hace 2 días)
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Este artículo del buen amigo GD (GN) Humberto Seijas Pittaluga debió salir publicado en la edición de hoy del diario NotiTarde pero parece que funcionó la censura. El nos solicitó a sus amigos que lo divulgáramos y eso es lo que estoy haciendo. Un abrazo
---------- Mensaje reenviado ----------
De: Humberto Seijas Pittaluga
Fecha: 16 de abril de 2013 10:40
Asunto: ¡Qué vaina con la pacatería! (¿o será culillo?)
Me volvieron a censurar en Notitarde. Y ni siquiera se tomaron la molestia de prevenirme. Les envío de nuevo mi escrito con el ruego de que --los que puedan-- multipliquen su lectura mediante reenvíos a su lista de correos.
De: Humberto Seijas Pittaluga
Fecha: 16 de abril de 2013 10:40
Asunto: ¡Qué vaina con la pacatería! (¿o será culillo?)
Me volvieron a censurar en Notitarde. Y ni siquiera se tomaron la molestia de prevenirme. Les envío de nuevo mi escrito con el ruego de que --los que puedan-- multipliquen su lectura mediante reenvíos a su lista de correos.
Gracias. Y sepan perdonar la molestia...
H. Seijas