Elecciones o
golpe de Estado
Por: Fernando Ochoa Antich.
Introducción
Venezuela vive una compleja y
sorprendente situación política. Durante 14 años, Hugo Chávez logró
transformarse en el centro de la vida nacional. Todo giraba alrededor de lo que
él decía o hacía. Logró, de una manera no fácil de explicar, una absoluta
compenetración con amplios sectores populares que le permitieron mediante el
uso del dinero de PDVSA, argucias en el CNE, y mucha astucia política para el
engaño, ganar varias elecciones presidenciales. Curiosamente, este inmenso
poder no se transformó en una verdadera hegemonía política, ya que siempre hubo
un amplio sector nacional, que oscilaba entre 45 y 51 %, que le hacía cerrada
oposición. De todas maneras, ese límite, no le impidió controlar totalmente el
poder político y económico del país.
Ese inmenso
control lo logró violando descaradamente la Constitución Nacional de 1999, cada
vez que tuvo necesidad de hacerlo. Aprovechó, con gran sagacidad, la
desobediencia militar del 11 de abril de 2002, la huelga general de diciembre
de ese año y la derrota de la oposición en el Referendo Revocatorio del 15 de
agosto de 2004 para penetrar los dos factores de poder fundamentales de
Venezuela: la Fuerza Armada Nacional y Petróleos de Venezuela.
Posteriormente, irá progresivamente controlando todos los poderes públicos.
Curiosamente, en el momento que parecía que
todo estaba bien encaminado fue derrotado en una consulta popular que buscaba
reformar la Constitución de 1999. A partir de allí, se va a iniciar un
progresivo debilitamiento del chavismo.
Lamentablemente,
ese progresivo debilitamiento no pudo ser
aprovechado por la oposición democrática para derrotarlo electoralmente,
debido a que el inmenso poder que había concentrado le permitió escamotear las
elecciones utilizando un exagerado ventajismo. El azar interviene en la
historia de una manera impredecible. Hugo Chávez falleció en pleno ejercicio y
abuso del poder, interrumpiendo la consolidación del proceso revolucionario. El
impacto político de su muerte hay que analizarlo con particular detenimiento.
El primer aspecto, es lo inesperado. No es el caso de Juan Vicente Gómez o de
Francisco Franco que prepararon con suficiente tiempo la transición. Lo segundo, es que el régimen
chavista giraba exclusivamente alrededor de su figura carismática y narcisista.
Estos dos
aspectos van a influir en la actual situación política de una manera determinante. Ninguno de sus
seguidores podía ocupar, por si mismo, el vacío dejado por la figura de Chávez.
Esa realidad presenta un conjunto de incógnitas no fáciles de resolver, pero
que influirán decisivamente en los futuros acontecimientos nacionales. Uno de
ellos es la natural molestia que debe de haber ocasionado la escogencia de
Maduro en los miembros de la logia militar del 4 de Febrero. El debió ser visto
como un advenedizo, aunque era tal el temor a un señalamiento de Chávez que los
pudiera incriminar en algún delito, que fue aceptado sin ningún rechazo. Lo que
si debe haber generado una mayor resistencia fue el resultado electoral que
mostró la debilidad del carisma de Maduro.
Otro aspecto a considerar es la veracidad o no
del rumor de que existe un enfrentamiento entre el llamado sector militar del
chavismo, encabezado por Diosdado Cabello, y el sector considerado civil pro
cubano dirigido por Nicolás Maduro. Ese
enfrentamiento parecía que iba a ser decisivo en los acontecimientos políticos. En la realidad, no fue así. Maduro ha logrado ir legitimándose progresivamente
dentro de su partido, desarrollando, al mismo tiempo, una ofensiva
internacional de contactos con jefes de Estado que ha tenido un efecto interno
de cierta importancia. El impacto
popular del cuestionamiento de Henrique Capriles sobre la legitimidad de las elecciones
se ha ido debilitando al continuar retardando el TSJ
la decisión correspondiente.
Estos
aspectos favorables a la estabilidad del gobierno de Maduro se ven comprometidos
por la profunda crisis económica y social, que se manifiesta en permanentes
manifestaciones de protesta motivado al incremento en el costo de la vida, la escasez
de productos de primera necesidad, la creciente inseguridad, la crisis de
vivienda, los problemas laborales y estudiantiles y pare usted de contar…También
influye en la imagen de Maduro la imposibilidad que ha existido de transformar en un mito, por más que se han hecho
consistentes esfuerzos, la figura de
Hugo Chávez. Un factor que debe considerarse como muy importante en el desenvolvimiento
futuro de la situación política es el esfuerzo que ha hecho la oposición para
preservar la unidad.
De todas
maneras, aun reconociendo el fortalecimiento del régimen de Maduro, la
magnitud de la crisis indica que Venezuela se encuentra en una compleja situación
que puede comprometer su estabilidad.. En nuestra historia, circunstancias
similares a las que actualmente vive nuestro país han originado intervenciones
militares justamente por haberse interrumpido o no haberse logrado establecer
un diálogo constructivo entre los factores en conflicto. De allí la importancia
del esfuerzo que ha venido realizando la Conferencia Episcopal y lo grave de la conclusión a la cual llegó en el comunicado
final: “la causa fundamental de la crisis nacional es la total pérdida de
credibilidad del CNE, que impide la organización de elecciones transparentes y
equitativas”
Durante mi exposición trataré de
responder la siguiente pregunta: ¿Es posible lograr en el actual régimen
venezolano una alternancia republicana mediante la aplicación de los principios
y prácticas democráticas?
Dividiré mi conferencia en dos partes.
La primera, diálogo entre gobierno y oposición; la segunda, causas de una
insurrección militar.
Primera Parte
Diálogo entre
gobierno y oposición
El papa Francisco, el
Nuncio Apostólico y la Conferencia Episcopal hicieron, durante varios meses, un
esfuerzo consistente para facilitar un diálogo entre gobierno y oposición que
permitiera superar la grave crisis política que se generó con el
desconocimiento que la oposición hizo del resultado electoral y de la
legitimidad como presidente de Nicolás Maduro. Lamentablemente, pareciera ser
que dichas conversaciones no han logrado consolidarse en un acuerdo
suficientemente concreto motivado a la negativa del Ejecutivo de conceder las
solicitudes realizadas por los obispos: liberar los presos políticos, permitir
el regreso a Venezuela de los exiliados y modificar la constitución del CNE. Definitivamente
la Iglesia Católica olvidó los antecedentes del régimen chavista…
Estoy
convencido que cualquier intento de negociación con el gobierno terminará en un fracaso similar. La razón es
muy clara. El régimen chavista tiene como su objetivo central establecer en
Venezuela un régimen hegemónico que no permita la alternancia republicana. Hugo
Chávez dio permanentes demostraciones de esta verdad al rechazar nuestro pueblo
la reforma constitucional que Hugo Chávez presentó a referendo aprobatorio en diciembre
de 2007. En esa reforma, además de establecer el negativo precedente de la
reelección indefinida, planteó reformar el artículo 328 de la Constitución
Nacional con la finalidad de modificar
la esencia de la Fuerza Armada Nacional que establecía la constitución de 1999.
A Hugo
Chávez no le importó el rechazo popular para aprobar, mediante una ley habilitante, una nueva Ley
Orgánica de la Fuerza Armada el 31 de julio de 2008. Esta ley irrespetaba la Constitución Nacional
vigente en varios de sus artículos al fortalecer aún más la tendencia
centralizadora del mando en el presidente de la República y crear la Milicia
Bolivariana, debilitando el ministerio de la Defensa y los comandos de
Fuerzas. Esta nueva ley significó que el chavismo había alcanzado su objetivo
de lograr un verdadero control subjetivo sobre la Fuerza Armada, al superar la
importante crisis de mando que se había prolongado desde el año 2002 hasta el
año 2007, al rechazar el primer intento de penetración marxista.
No satisfecho con los avances logrados
en su objetivo de destruir la institucionalidad militar dictó el 2 de febrero
de 2010, mediante un decreto ley, una nueva reforma de la Ley Orgánica de la
Fuerza Armada. Esta reforma fortaleció las tendencias observadas en la anterior
Ley. Se ratificó la centralización de toda la organización en el presidente de
la República, a quien se le concedió el grado de comandante en jefe y mando
efectivo sobre las unidades operativas, y en dos grandes comandos: el Comando
Estratégico Operacional y el Comando de la Milicia Bolivariana. El ministerio
de la Defensa permaneció como órgano rector del sector Defensa sin mando
militar. Se mantuvo con mayor amplitud la tendencia a fortalecer la Milicia y a debilitar las distintas Fuerzas.
Además, de estos objetivos generales
se dieron pasos definitivos para lograr la maximización del Momento Político
Revolucionario dentro de la Fuerza Armada: se creó el oficial de milicia,
permitiendo que ciudadanos sin formación militar pudieran formar parte de sus cuadros
y optar a cualquier grado militar, a
objeto de evitar que los oficiales profesionales continuaran ejerciendo el
mando de las unidades de milicia; establecer la posibilidad de que los
suboficiales de tropa pudieran ascender a oficiales efectivos; y ratificar la
posibilidad de concederles a los suboficiales profesionales de carrera el grado
de oficiales técnicos. Esta última medida creó delicados problemas de
disciplina. Estas transformaciones han debilitado profundamente la esencia
profesional de la Fuerza Armada.
Al anunciar Nicolás Maduro que designaba
a un grupo de excelentes oficiales para
reemplazar al anterior Alto Mando Militar, yo me hice la ilusión de que eso
significaba una modificación en la política militar que conduciría a los
miembros de la Fuerza Armada Nacional a
encuadrar su conducta en los valores institucionales establecidos en el
artículo 328 de la Constitución Nacional.
Allí se establece que la Fuerza Armada es “una institución profesional,
sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la
independencia y soberanía de la Nación…En el cumplimiento de sus funciones,
está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad
política alguna”… Las Fuerzas que la integran son: el Ejército, la Armada, la
Aviación y la Guardia Nacional.
Estos
artículos se encuentran estrechamente relacionados con el artículo 2 de la
Constitución Nacional, en el cual se establece la esencia de nuestro sistema
político al ratificar que “Venezuela se constituye en un Estado
democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores
superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad,
la justicia, la democracia, la responsabilidad social y la preeminencia de los
derechos humanos, la ética y el
pluralismo político”. Este artículo limita realizar cualquier acción de gobierno que intente crear una
sociedad socialista, ya que de ninguna manera un Estado democrático y social de
Derecho y de Justicia tiene esa orientación ideológica.
Esta
decisión me hizo pensar que el nuevo Alto Mando Militar prohibiría de
inmediato la práctica inconstitucional de dar arengas partidistas en los actos
militares y que los integrantes de la Fuerza Armada dejarían de saludar utilizando
consignas políticas. Sorprendentemente, la almirante Carmen Meléndez, nueva
ministro de la Defensa, en lugar de desarrollar un discurso orientado a
resaltar valores militares y a analizar los grandes problemas de la Fuerza
Armada se dedicó exclusivamente a elogiar a Hugo Chávez y al socialismo del
siglo XXI. La respuesta de Nicolás Maduro tuvo mayor gravedad. Irrespetó
flagrantemente todas las normas constitucionales que regulan el comportamiento
de una Fuerza Armada en una sociedad democrática y pluralista.
Estos
hechos ratifican que la estrategia de Nicolás Maduro es continuar politizando a
la Fuerza Armada para que esté al
servicio del PSUV y de las ideas socialistas. Esta realidad no sólo destruye
toda posibilidad de establecer un régimen pluralista sino que claramente impide la alternancia republicana y la posibilidad
de un diálogo entre gobierno y oposición. El objetivo de Maduro es el mismo que
tenía Hugo Chávez: establecer una hegemonía política que les garantice la
permanencia eterna en el poder. El modelo es Cuba. Ciertamente, con las
modificaciones que las nuevas realidades del mundo imponen, pero de ninguna
manera comprometiendo su permanencia en el poder .Ante esta realidad, a la
oposición democrática no le queda sino un camino: la confrontación.
Si la oposición democrática reconoce esta
verdad necesita prepararse para poder desarrollar este tipo de estrategia. Las
acciones de confrontación exigen mantener
la iniciativa de manera permanente mediante acciones ofensivas. Dichas acciones
deben ser detalladamente planificadas con la finalidad de mantener un absoluto
control del tiempo y del espacio, es decir el momento de realizarse y la forma
de hacerlo. Del análisis que hicimos de la situación política concluimos que la
crisis económica y social es el punto más débil que presenta, en este momento,
el gobierno nacional. Hacia allí debe dirigirse la ofensiva. Es fundamental acompañar
la protesta social mediante el respaldo decidido de la oposición y la presencia
en dichas acciones de sus principales líderes.
De ninguna
manera, una estrategia de confrontación conduce a dejar a un lado el camino
electoral. Al contrario, deben vincularse estrechamente dichas acciones con las elecciones
municipales y parlamentarias a desarrollarse en diciembre de este año y en el
2014. La protesta social exige la presencia y acción de cuadros medios
partidistas de todas las organizaciones políticas que deben vincularse estrechamente
con los activistas sociales que
organizan dichas manifestaciones para darle una mayor fuerza, pero evitando
reemplazar el liderazgo natural de las distintas protestas. Este camino de
confrontación genera una consecuencia que debe preverse y valorarse con
precisión: una posible intervención de la Fuerza Armada.
Solución democrática o ruptura
institucional
La pregunta que nos hemos planteado en
esta conferencia, ¿Es posible lograr en el actual régimen venezolano una
alternancia republicana mediante la aplicación de los principios, usos y
prácticas democráticas?, es sin duda la mayor preocupación que tienen los
millones de venezolanos que no simpatizan con el socialismo del siglo XXI. Esa
pregunta es difícil de responder, ya que las prácticas democráticas han tenido una corta vigencia en Venezuela,
aunque la estabilidad institucional de las últimas décadas las ha fortalecido.
Durante el siglo XIX se alcanzó el poder mediante la guerra civil; en la
primera mitad del siglo XX a través de golpes de Estado ejecutados por las
Fuerzas Armadas Nacionales; en los gobiernos civiles, surgidos después de 1958,
mediante elecciones universales, directas y secretas, con la presencia
pluralista de distintos candidatos y diferentes
partidos políticos.
La larga dictadura gomecista, la aparición del
petróleo, el inicio de la profesionalización
de las Fuerzas Armadas, la invención de la ametralladora y el empleo de la
aviación como medio de combate eliminaron totalmente el caudillismo y las
guerras civiles. Cipriano Castro, presidente de la República después del
triunfo de la Revolución Liberal Restauradora en 1899, derrotó a la llamada
Revolución Libertadora, una amplia coalición de todos los caudillos liberales
de ese tiempo dirigida por el general Manuel Antonio Matos, y equipada por
varias empresas extranjeras, en la batalla de la Victoria el 12 de octubre de
1902. Posteriormente, Juan Vicente Gómez, al mando de ese ejército, recorrió el
país restableciendo la paz y la tranquilidad ciudadana. La derrota del general
Nicolás Rolando en la batalla de Ciudad Bolívar, en 1903, pone fin al ciclo de guerras
civiles que habían azotado a Venezuela desde 1811.
A partir de ese momento se inicia una
nueva tradición en Venezuela: la solución de nuestras grandes crisis históricas
a través de rupturas políticas
originadas por la intervención de las Fuerzas Armadas Nacionales. La primera
manifestación de esa nueva forma de empleo de la violencia para conquistar el
poder fue el golpe de Estado que organizó Juan Vicente Gómez, con el respaldo
del ejército andino, contra su compadre Cipriano Castro y la
última, la desobediencia militar contra Hugo Chávez el 11 de abril de 2002.
Durante ese interregno, la Fuerza Armada Nacional se insurreccionó en distintas
oportunidades, en algunas tuvo éxito, en otras fracasó, con el objetivo de
darle solución a alguna de las tantas crisis históricas vividas por Venezuela
durante esos años. Las intervenciones exitosas fueron: el 18 de octubre de
1945, el 24 de noviembre de 1948, el 2 de diciembre de 1952, y el 23 de enero
de 1958.
Esas rupturas institucionales han
presentado un conjunto de características que es necesario analizar con
detenimiento para poder determinar si en este momento, ante la gran
incertidumbre que produce la muerte de Hugo Chávez y el desconocimiento de las
elecciones presidenciales del 14 de febrero por la oposición democrática, se
presentan condiciones similares que pudiesen producir una nueva insurrección
militar. Las principales características
de esos movimientos militares han sido:
1.
Coincidencia de un importante descontento
militar con una trascendente crisis política;
2.
Incapacidad del régimen imperante en abrir
una posibilidad de solución de la crisis política:
3.
La existencia de una logia militar con
ascendiente sobre una generación militar en particular;
4.
Vinculación de algún grupo político con el
movimiento militar;
5.
Masivas campañas de propaganda, a través de
los medios de comunicación, que debiliten el prestigio del jefe del Estado y de
su gobierno;
Al analizar
los cinco puntos debemos percibir que algunos de ellos no son fáciles de
responder. Sólo sería posible hacerlo si se tuviese una información precisa de lo que ocurre
internamente en la Fuerza Armada. De todas maneras, hay algunos puntos que se
pueden analizar, de una manera general, utilizando la experiencia histórica y
el conocimiento que se pueda tener de la manera de ser de los cuadros
militares. Venezuela enfrenta una profunda crisis política. No es posible que
la muerte de Hugo Chávez y el desconocimiento al resultado electoral no esté
produciendo algún tipo de inquietud en la Fuerza Armada, aunque la sorprendente
pasividad que se observa en la sociedad venezolana es un factor que limita la
magnitud del impacto interno que ese hecho debería producir. De todas maneras,
pienso que la grave crisis económica y social irá alterando el normal
funcionamiento de la sociedad y a su vez este hecho deberá inquietar a los
cuadros militares.
Este aspecto
no sería de interés si los cuadros militares se encuentran satisfechos de su
situación profesional. Esa pregunta, aunque parece muy difícil de responder, se
puede hacer en base a la experiencia personal. Normalmente, siempre hay
descontento en los cuadros militares. La razón es muy sencilla. Su estructura
es piramidal y los ascensos son siempre muy competidos porque normalmente todos
los oficiales cumplen los requisitos formales para obtenerlos. Esto obliga a
que la selección sea normalmente subjetiva, produciendo de manera permanente
descontento. Lo mismo ocurre con la designación para los cargos. Este difícil
problema debe ser en este momento mucho más complejo debido a que el factor
político interviene de una manera realmente importante en cualquier decisión.
También debe influir en un posible descontento la presencia de oficiales
cubanos en posiciones sensitivas en organismos de planificación y de
inteligencia. Además, existe un grupo de
oficiales que están siendo privilegiados en cargos públicos.
De todas
maneras, hay que saber que ese descontento que siempre ocurre en los cuadros no
es suficiente para producir una conspiración militar. Se deben dar otros
factores para que la inquietud pueda alcanzar ese nivel. Allí intervienen otros
aspectos a analizar. El segundo punto es claro. El régimen chavista no está en
capacidad de ofrecer una salida a la actual crisis que produce la muerte de
Chávez y el desconocimiento del resultado de las elecciones del 14 de Febrero.
Nicolás Maduro no tiene suficiente fuerza para hacerlo. En esa situación es muy
fácil que surjan ambiciones personales. Allí interviene el tercer factor:
¿existirá una logia militar con suficiente ascendiente sobre los cuadros? Esta
pregunta no es posible responderla sin tener suficiente información interna.
Eso sí, siempre existen logias militares, grupos de amigos íntimos con absoluta
confianza entre sí. La dificultad es que logren tener el ascendiente necesario
para liderar un movimiento militar.
Históricamente,
las conspiraciones militares tienen contactos con algún movimiento político.
Esa característica es muy difícil de determinar, pero realmente no tiene mayor
importancia durante la conspiración, pero se transforma en un aspecto decisivo
si realmente ocurre el alzamiento. El respaldo de un movimiento civil
organizado es fundamental en el momento de constituir un gobierno debido a las
pocas vinculaciones que los cuadros militares tienen con la sociedad y con
personalidades civiles capaces de figurar en un gobierno provisional. El último
punto, no es fácil que ocurra actualmente ya que el régimen tiene un total
control sobre los medios de comunicación que son obligados a desarrollar
campañas de propaganda. De todas maneras, actualmente hay que tomar en cuenta
los modernos medios de comunicación y la facilidad que existe para que corran
las noticias y los rumores.
Otro aspecto
a considerar en el análisis de la situación militar debe orientarse a
comprender cabalmente los grupos internos que existen en toda organización
militar. Actualmente, como siempre ha sido, existen tres grupos internos: dos
limitados en número, uno totalmente mayoritario. En general los tres grupos se
sienten incómodos con la presencia masiva de oficiales cubanos y el asesoramiento,
no muy justificado, de oficiales rusos, chinos, nicaragüenses, bielorrusos, brasileros
y argentinos.
1.
Un
primer grupo es el comprometido ideológicamente, o por intereses personales,
con el chavismo. Este grupo tiene fuerza en dos estamentos: las promociones que
estuvieron bajo el mando de Hugo Chávez en la Academia Militar, que ocupan
actualmente altos grados y las nuevas promociones que ingresaron a los
Institutos Militares después de 2003.
2.
Un segundo grupo, ideológicamente antichavista, que se origina
por el rechazo que existe en algunos sectores del estamento militar a las transformaciones que impuso
Hugo Chávez para tratar de garantizar la lealtad de la Fuerza Armada.
3.
Un tercer grupo, que es mayoritario, indiferente
a la política. Realiza su trabajo profesional, desarrolla su vida de una manera
cómoda y no tiene mayores inquietudes intelectuales. Ese amplio grupo se
inquieta progresivamente al irse incrementando cualquier crisis política, económica y social. trasladándose
hacia algunos de los grupos comprometidos con una posición política.
Permanentemente,
surgen rumores que colocan en primer plano una solución militar de la crisis
que actualmente enfrenta Venezuela. Esos rumores pueden tener dos orígenes: la
tradicional y cómoda tendencia de los
venezolanos de considerar que las grandes crisis históricas deben ser resueltas
por la intervención de la Fuerza Armada
o alguna maniobra de los organismos de inteligencia del régimen que buscan
crear en la sociedad la ilusión de una inmediata y posible solución que al no
presentarse incremente la desmoralización que, desde las elecciones, viene
debilitando la capacidad de movilización
popular de la oposición. Esta alternativa de ruptura se ve fortalecida
en la opinión pública por la poca confianza existente en la solución electoral
como consecuencia de las tantas triquiñuelas,
tanto electorales como jurídicas, que el régimen ha venido realizando
durante estos años.
Esta poca
confianza en la solución electoral debe tener una respuesta consistente en la
dirigencia opositora que aclare las posibles dudas o al contrario las ratifique
claramente con la finalidad de establecer la estrategia a aplicar ante un reto
tan complejo. En cualquier análisis que se haga es imposible dejar de
considerar que el objetivo del chavismo, como ya se dijo, es crear una hegemonía política que limite la
alternancia republicana y la vigencia de un sistema pluralista. La confirmación
de esta verdad se encuentra en la creación del Poder Popular y el
debilitamiento de la estructura municipal; en el cuestionamiento de la
propiedad privada, al conceder al Estado el derecho de expropiar un bien sin sentencia firme ni
cancelación inmediata de su valor; las distintas modificaciones de la
Ley Orgánica de la Fuerza Armada que buscan debilitar su apoliticismo y el
establecimiento de la reelección indefinida.
Esta realidad
política le presenta a la oposición democrática un dilema de compleja solución:
escoger entre la vía democrática o la ruptura a través de la fuerza. Las
limitaciones que ofrece la vía democrática las he expuesto en los anteriores
párrafos. La oposición siempre tendrá que enfrentar un gran ventajismo en todos
los campos, no siendo fácil, aunque no imposible, que se reconozca un triunfo
electoral que ponga en riesgo la totalidad del poder. Eso sólo podría ocurrir
en el caso de que la oposición democrática lograra, en medio de todas las
desventajas que presenta la actual situación política, obtener una absoluta
mayoría que impidiera cualquier intento
a desconocer los resultados o hacer alguna triquiñuela que condujera,
ganando las elecciones, a impedir el reconocimiento y a entregar el poder. El
momento político actual es favorable para obtener un importante triunfo en las
elecciones municipales y parlamentarias.
El camino de
la ruptura institucional tiene dos vías posibles: la violencia indiscriminada o
el uso institucional de la fuerza. Los venezolanos no están acostumbrados, ni
creo que acepten, tomar el primer camino. Las noticias que diariamente vemos de
lo que significa la guerra civil en Siria y en otros países obliga a rechazar
ese camino por exageradamente costoso desde todo punto de vista. Se nos
presenta, como segunda vía, el uso institucional de la fuerza, un golpe de
Estado militar. El ejemplo de Egipto es muy demostrativo. Esa solución también
tiene inmensos riesgos, aunque menores que el uso de la violencia indiscriminada.
Su problema fundamental es la falta de control que la oposición tendría sobre los
planes y objetivos de una conspiración militar. No es fácil conocer a
profundidad la verdadera ideología que orienta a ese movimiento militar, ni las
ambiciones que existen dentro de la logia militar que lo planifica y ejecuta.
Normalmente,
los golpes militares fracasan. Muchos de ellos son denunciados antes de que
ocurran; otros son derrotados por la acción del gobierno y sus partidarios
dentro y fuera de la Fuerza Armada. Esta realidad debe conocerla la oposición
democrática. El dilema que se le presenta es muy complejo: el chavismo tiene
como objetivo establecer una hegemonía política que le permita preservar el
poder indefinidamente a toda costa; la alternativa electoral presenta grandes
dificultades al negarse el gobierno nacional a producir los cambios necesarios
en el CNE y en el sistema electoral; la solución militar es muy riesgosa por su
tendencia al fracaso y por las delicadas consecuencias que podría traer para la
oposición. La experiencia del 11 de Abril es más que aleccionadora. Resolver
ese complejo dilema es el reto del liderazgo opositor.
Estoy
convencido, que la oposición debe insistir en la vía electoral, enfrentando el
ventajismo oficial y tratando de transformarse en una amplia y sólida mayoría. El
momento es oportuno. Se debe tratar de aprovechar la profunda crisis económica
y social que enfrenta Venezuela para lograr liderar los decepcionados sectores
populares. Eso es posible. De lograrlo,
en un tiempo relativamente corto, tendría suficiente capacidad para influir,
sea cual sea el escenario que se desarrolle, en los acontecimientos futuros.
Recuerden que el azar es siempre un factor en la historia… Asistir al proceso electoral no quiere decir
que la oposición democrática va a
modificar la estrategia de confrontación. Al contrario, los procesos
electorales permiten movilizar a los militantes, emocionar a los independientes
y fortalecer las organizaciones partidistas y su liderazgo.
Este último
punto es fundamental. Las acciones ofensivas de una estrategia de confrontación,
que sin duda deben desarrollarse a través de manifestaciones y protestas,
requieren de partidos políticos bien organizados que movilicen a sus militantes
para lograr que dichas acciones se realicen de una manera disciplinada y no de forma, espontánea. Esa ha sido,
quizás, la mayor debilidad de la oposición democrática durante estos largos
catorce años. El régimen, utilizando los dineros públicos, ha organizado un
partido Estado que logra, a través de ventajas burocráticas, movilizar grandes
manifestaciones. La oposición democrática también lo ha logrado, pero
influyendo, de manera decisiva, el aspecto emotivo. Esos incentivos no son efectivos
en una acción de confrontación. Se requiere de la disciplina partidista. Eso
hay que saberlo.
Conclusiones:
1.
El chavismo difícilmente rectificará su
objetivo de establecer un régimen hegemónico en Venezuela;
2.
La politización de la Fuerza Armada Nacional impide
la existencia de un régimen político pluralista y democrático;
3.
El descontento social activará políticamente al sector indiferente
de la Fuerza Armada que fortalecerá al grupo antichavista. Este grupo, al
ampliar su influencia dentro de los cuadros militares, podría intentar alguna
acción contra el gobierno de Nicolás Maduro;
4.
Los golpes militares normalmente fracasan. Su
posibilidad de éxito está estrechamente relacionada con la magnitud de la
crisis política, económica y social que enfrente un régimen político en
particular;
5.
El dilema que se le presenta a la oposición
es muy complejo. Estoy convencido que la oposición debe insistir en la vía
electoral, enfrentando los ventajismos oficiales y tratando de transformarse en
una amplia y sólida mayoría. El momento es oportuno. Se debe tratar de
aprovechar la profunda crisis económica y social que enfrenta Venezuela para
lograr liderar los decepcionados sectores populares.
Caracas, 15
de julio de 2013.