Política y Calidad de Vida
José Vicente Carrasquero A.
Las políticas económicas adelantadas durante los últimos años han
logrado ratificar lo que muchos estudiosos de la materia habían anunciado: el
socialismo real solo conduce al empobrecimiento de los ciudadanos y a una
severa disminución, sino aniquilación, de la calidad de vida del pueblo en
general.
Quienes se dedican al estudio de la calidad de vida, lo ven como un
concepto multidimensional. Es decir, como un asunto que tiene que ser abordado
desde distintos matices. La idea de este artículo es hacer un vuelo rasante
sobre los distintos elementos que nos ayuden a poner en perspectiva la calidad
de vida de los venezolanos.
Comenzaremos por el bienestar físico. Esto tiene que ver con dos
aspectos fundamentales. Por un lado con la salud y por el otro con la seguridad
física. Es evidente que la salud de las personas depende de múltiples factores
siendo uno de los más importantes lo que el individuo pueda hacer por sí mismo.
También entran las garantías previstas en la constitución y en donde el
gobierno tiene una responsabilidad fundamental. Lo peor que le puede pasar a un
venezolano es enfermarse. Los servicios de salud son precarios. El acceso a las
divisas ha perjudicado también al sector privado. Las colas para operaciones
obligatorias son gigantescas, la reaparición de enfermedades erradicadas como
la tuberculosis o la malaria nos indican una deficiencia evidente de los
servicios sanitarios.
La seguridad física es inexistente por decirlo rápido. Aquí encontramos
una de las grandes fallas en política de este gobierno. La criminalidad acaba
con la vida de miles de familias todos los años. Dos decenas de planes de
seguridad y miles de millones de bolívares gastados, no han servido para que el
venezolano esté y se sienta seguro. En esta dimensión, la calidad de vida deja
mucho que desear.
En cuanto al bienestar material encontramos también una situación
indeseable. La alimentación ha sido perjudicada por las políticas más nefastas
que se puedan haber aplicado al sector en la historia. Pagamos las
consecuencias de las expoliaciones y de la intromisión del gobierno en áreas
que le son ajenas y para las cuales no está preparado. La dificultad para
conseguir vivienda, ya sea propia o alquilada es de dimensiones colosales. Las
políticas del gobierno han afectado gravemente este sector y los jóvenes se ven
sin futuro en la satisfacción de esta necesidad. El transporte en nuestras
ciudades es una calamidad. El deterioro de la infraestructura, de las unidades
de transporte, las fallas recurrentes del sistema de transporte masivo son solo
algunos elementos que nos hablan del sufrimiento que significa ir de un lugar a
otro. Otra dimensión en la cual nos encontramos en situación indeseable.
En la dimensión del bienestar social tenemos un ámbito básicamente
privado. Sin embargo, la situación de inseguridad afecta la movilización de las
personas. El pueblo ha terminado auto
imponiéndose un toque de queda. Las visitas vuelven a ser telefónicas. La gente
tiene miedo de andar por la calle. Por otro lado, la división política ha
afectado las relaciones personales y hasta familiares. La gente evita
encontrarse para no volver a discutir sobre la situación del país e inventariar
las distintas causas de lo mal que estamos viviendo.
En cuanto al desarrollo de las personas y su actividad, encontramos las
deficiencias del sistema educativo venezolano, cuya calidad se encuentra entre
las peores del continente. Aquellos que logran obtener un título universitario
se desempeñan muchas veces en áreas distintas a las asociadas con su formación.
Muchos profesionales se unen mensualmente a la fuga de cerebros que azota al
país y que compromete su desarrollo futuro. Las leyes que restringen la
producción y el comercio afectan el desarrollo de las personas en su
productividad y capacidad para generarse un mejor estándar de vida.
Todo esto se suma en lo que tiene que ver con la quinta dimensión de la
calidad de vida: el bienestar emocional. Para nadie es un secreto el estado de
angustia e incertidumbre en la que vive el venezolano. Todos los factores
anteriores conspiran contra su autoestima. La incapacidad de satisfacer con
facilidad necesidades básicas lo pone a la cola de los pueblos del continente.
La dependencia de las políticas cada vez más restrictivas del gobierno hace que
la gente se conciba con cada vez menos capacidad de sentirse bien consigo misma
y con el entorno que las rodea.
El capital social de los venezolanos se ha agotado. La confianza
interpersonal se encuentra en los peores niveles de la historia. Hay una duda
permanente en cuanto a qué esperar del otro. Los valores se han trastocado de
tal forma que hemos llegado a un estado de anomía que les impide a las personas saber a qué atenerse en
cualquier circunstancia.
Como podemos apreciar en este vuelo rasante, la política tiene la
capacidad de afectar la calidad de vida. En nuestro caso, de una forma
negativa. Las encuestas señalan un grado de insatisfacción con lo que estamos
viviendo que alcanza una cifra record desde que se hacen estas mediciones, de
80%. Es decir, cuatro de cada cinco venezolanos piensa que la situación del
país está mal.
No hay nada en las políticas del gobierno que augure un cambio en
sentido positivo. Por el contrario, la aplicación en cámara lenta de un
programa de ajustes económicos tipo FMI, permite predecir un mayor deterioro en
todas las dimensiones que componen el concepto calidad de vida.