¿De quién es Venezuela?
José Vicente Carrasquero A.
Cuando
se analiza el discurso de la élite gobernante, no deja de provocarle a uno la
sensación de que se consideran dueños del país. Por lo tanto, libertad absoluta
de disponer de los recursos, de imponer formas de comportamiento, de someter a
los venezolanos a condiciones de pobreza y deterioro permanente de la calidad
de vida. Mientras, a ellos los vemos engordar, usar ropas y prendas que
difícilmente se pagan con salarios de funcionarios públicos, tener a su
disposición los recursos que en realidad le pertenecen al pueblo.
Es
común oír a funcionarios decir que van a bajar los recursos. Eso me genera un
grave problema con lo dispuesto por la constitución que esta misma élite
escribió. El artículo 5 del libro fundamental dice que la soberanía reside en
el pueblo. Que de esa soberanía manan los poderes públicos que se entiende,
están al servicio de ese pueblo soberano. Siendo eso así, ¿en qué cabeza cabe
que un burócrata cualquiera se sienta por encima del pueblo al que sirve?
Aquí
tenemos un problema de cultura política que a ninguna élite le ha convenido
solventar. Es así como la mayoría de los venezolanos entiende el término primer mandatario como la persona que
más manda. La que detenta el poder máximo. Eso no es posible según nuestro ya
mencionado artículo 5 de la constitución.
Para comenzar, primer mandatario se refiere a esa persona que recibió el mandato
del pueblo de gobernar el país según el libro fundamental, las leyes de la
república y un plan de gobierno que, lógicamente, está limitado por el marco
legal vigente. Para ponerlo sencillo, el primer
mandatario, ya sea nacional, estadal o local, es una persona que está al
servicio del pueblo y en ningún caso por encima de él.
Es
por ello que un primer mandatario o cualquier funcionario cuyo poder deviene
del artículo 5 constitucional, no puede permitirse el lujo de un lenguaje
altisonante o insultante para dirigirse al pueblo que es su soberano. Esta
condición de la política moderna es poco entendida por sociedades primitivas
que tienen direcciones igualmente primitivas.
Chávez
implantó en el discurso el uso de epítetos y descalificaciones para personas
que conforman parte del soberano y a las cuales no les debía otra cosa que
respeto dado su estatus, como presidente, de subalterno. Para él en cambio
reclamaba respeto y el uso de títulos no previstos en la constitución. Este
abuso del cargo fue heredado por sus seguidores, que pretenden hacer del
insulto y la mentira la forma de dirigirse a quienes conforman la superioridad,
es decir, el pueblo.
Y
la cosa no se queda ahí. Recientemente una ministra sugería que los artículos
de línea blanca que el gobierno comercializará en la época navideña es un
regalo de Maduro. ¿De dónde sacó esta señora semejante desatino? ¿Fue con
dinero de Maduro que se compraron esos aparatos? Definitivamente no. Por lo
tanto, no es un favor de Maduro para con el pueblo es un cumplimiento, aunque
bastante mediocre, de su deber de servir al soberano.
Varias
personas me han preguntado sobre los trámites para reservar un avión de PDVSA e
irse a tratar a hospitales de primera línea en otros países. Porque si un
ministro del gobierno pudo hacerlo, ¿por qué ellos no?
Lo
cierto es que el país luce secuestrado por unos políticos mediocres que creen
que el país, sus recursos y su gente les pertenecen y están a su disposición.
Ante estos abusos es poco lo que hacen el resto de los actores políticos y
sociales para poner orden en este desaguisado.
Yo
he comenzado por puntualizar lo ya mencionado. Se puede resumir en: el país y
los recursos le pertenecen al pueblo. Así lo dice la constitución y lo han
dicho todas las anteriores. El estado es un aparato que sirve al ciudadano, que
está a su servicio. No al servicio de una clase política primitiva que cree
haber llegado al poder por medio de una invasión sangrienta, y que por eso,
tiene derecho al usufructo de nuestros recursos y al sometimiento del pueblo en
general.
Nos
hace falta una clase política moderna que entienda que está al servicio de los
venezolanos a los cuales les sube los recursos necesarios para mejorar su
calidad de vida, y rinde cuenta por esas acciones ante la ley que, también está
al servicio del soberano.
Es
hora de traer el país al siglo XXI. Venezuela es del pueblo. No de los
gobernantes y mucho menos si tienen su voluntad sometida a los designios de los
Castro.
Es
deber del pueblo reclamar lo que es suyo. Es su deber exigir políticas que
mejoren su calidad de vida. Con los recursos con los que hemos contado, no hay
derecho a estar haciendo colas o suplicando servicios.
Tenemos que hacer, como
pueblo, que los gobernantes cumplan con su deber. Caso contrario, deben irse y
la constitución establece los mecanismos.