La FANB ¿en desbandada o en repliegue táctico?
Manuel Malaver
La Razón / ND
La Razón / ND
16 Noviembre, 2014
Seguramente no existe en el país una
institución más agredida, deshonrada, atacada, desgarrada, adulterada,
invadida, y, finalmente, hecha trizas por el castrochavismo que la
Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Conspiración diseñada en el más puro
estilo hitleriano, promovida y monitoreada por los dictadores cubanos
Fidel y Raúl Castro y ejecutada por un hombre de la institución que,
desde el primer día que ingresó a sus filas, no tuvo otro objetivo que
verla caer a sus pies agonizante y sin posibilidades de sobrevivir.
Hablamos de Hugo Chávez, quien arribó por un hecho fortuito a la
Academia Militar, en Caracas, desde su natal Barinas, en 1971: había
reprobado en química en el quinto año –ya para graduarse de bachiller-
y, sin ganas de repetir el examen (seguramente convencido de que
reprobaría de nuevo), se planteó darle otro sentido a su vida, lo más
alejado posible de las ecuaciones, las fórmulas, los laboratorios, el
estudio y el trabajo paciente que se traduce en logros para el bien
individual y/o colectivo y de todo lo que se conoce como un destino
científico e intelectual.
Alguien le habló –unos dicen que su padre, Hugo de los Reyes Chávez,
otro que su hermano, Adán- de ingresar a la carrera militar, cuyos
requisitos de admisión habían sido simplificados y reducidos para atraer
pupilos, y porque su padrino de bautismo, el socialcristiano, Rafael
Caldera, presidente de la República, había prometido hacer lo necesario
para complacer a compadre y ahijado.
Caldera, al parecer, cumplió y ello explicaría por qué siendo Chávez
zurdo, nulo en las pruebas físicas y obteniendo calificaciones algo
menos que regulares en las materias de rigor, pudo salir para
incorporarse a su primer año de cadete.
Algo no le gustaba de la escuela: los rigurosos ejercicios, los
continuos entrenamientos, las horas de guardia, las prácticas de tiro,
las clases de estrategia y táctica, de ofensiva y defensiva, de ataque y
contraataque y toda la rutina con la que el aspirante sufre un virtual
lavado de cerebro para acostumbrarlo a mandar y obedecer.
Por el contrario, le fascinaban las clases (más bien discursos) que desde la recién fundada “Cátedra Bolivariana”, impartían profesores como los oficiales, José Luís Pietro y Jacinto Pérez Arcay. Iluminados, más que militares, y que propagandeaban un bolivarianismo decimonónico, guerrerista pero no civilista, cuartelario no legislador, autoritario no democrático, y que deslizaban críticas solapadas al sistema de partidos que empezaba a enraizarse en el país.
Pero de estos años -mediados y finales de los 70-, el cadete recibe
otra influencia, la de su hermano, Adán, quien estudia ingeniería en la
Universidad de Los Andes, y habiéndose hecho militante de la “Juventud
Comunista”, emprende la tarea de catequizar para las ideas marxistas al
Chávez militar.
De modo que, cuando Chávez decide usar la “carrera militar” para
fundar un “partido militar”, cuenta con dos ideologías decimonónicas y
anacrónicas: el bolivarianismo de los profesores Prieto, y Pérez Arcay, y
el marxismo “adánico” que se prepara para pulverizarse con la caída del
Imperio Comunista Soviético a comienzos de los 90.
Años en los que también Chávez irrumpe con un golpe militar (el 4 de
febrero del 92), pero no para triunfar como “militar” sino para
imponerse como “político”, y partidizando a los compañeros que lo habían
acompañado en la intentona, regresarlos a los cuarteles cuando fuera
electo presidente a emprender la obra “magna” de destruir a la Fuerza
Armada Nacional.
Conspiración a la que se presta, idealmente, el Alto Mando Militar y
el liderazgo de los partidos Acción Democrática y Copei al reincorporar a
la FAN a cientos de los alzados, de modo que, en efecto, cuando Chávez
llega a Miraflores en el 99, ya tiene un miniejército de militares (pero
no de oficiales, puesto que habían interrumpido sus carreras) que pasan
a cumplir sus órdenes y a ser la falange con la que
desprofesionalización, el partidismo, la politización y ideologización
empiezan a cumplirse cabalmente.
De esta época también datan dos flagelos: el narcotráfico que ingresa
con la alianza con la narcoguerrrilla de las FARC (y en el cual juegan
un papel de primer orden el capitán Ramón Rodríguez Chacín y desde el
DIM, en etapas sucesivas, los generales Almidién Moreno Acosta y Hugo
“El Pollo” Carvajal (el primero y el tercero en la “lista Clinton” de
Estados Unidos, y el segundo asesinado por una operación de sicariato en
Barcelona en abril del 2012); y la penetración cubana en los cuarteles
por la que la FAN pasa a ser una fuerza de apoyo a una ocupación
extranjera.
No es, sin embargo, sino a través de tres reformas a La Ley Orgánica
de la FAN (2005, 2008, y 2010), redactadas de puño y letra de Hugo
Chávez, y por facultad de Leyes Habilitantes, de las que emerge una FAN
en desintegración, que cada vez menos es la institución que crearon los
Padres Libertadores, para devenir en la guardia pretoriana de un
caudillo y dictador.
Por la primera (2005), escribe el general, Fernando Ochoa Antich, en
su artículo “Destruir el profesionalismo militar”: “Centralizó la
conducción de la FAN en el presidente de la República y creó
inconstitucionalmente el Comando General de la Milicia, comprometiendo
la autonomía de las tradicionales fuerzas y su capacidad de mando sobre
las unidades operativas”; por la segunda (2008) “Mantuvo la tendencia a
centralizar el mando, fortaleció a la Milicia Bolivariana como respuesta
a su objetivo de consolidar el régimen mediante una vanguardia
revolucionaria y transformó a los suboficiales profesionales de carrera
en oficiales técnicos sin considerar los grados militares y la
antigüedad”; Y por la tercera (2010) “No buscó otra cosa que concederle
al presidente de la República el grado militar de comandante en jefe y
el mando efectivo sobre las unidades operativas; crear al oficial de
milicias, con posibilidad de optar a cualquier grado, permitiendo que
ciudadanos sin formación militar pudieran formar parte de sus cuadros; y
permitir a los suboficiales de tropa ascender a oficiales efectivos”.
En otras palabras: que puras políticas para acorralar a los oficiales
de carrera de la FAN por civiles politizados, ideologizados y
partidizados, sin ninguna experiencia ni entrenamiento, pero ideales
para ningunear, cuestionar y desmoralizar a los auténticos profesionales
formados para defender la República.
Imaginémonos a un coronel con 20 años de estudios, mandos, operaciones, y curso de Estado Mayor que, de repente, es obligado a admitir como segundo a un sargento técnico que ha pasado el mismo tiempo especializándose en comunicaciones o mecánica de blindados.
Con todo, la amenaza más desafiante, envolvente y concluyente, no le
fue introducida, implantada o contrabandeada por Chávez en los
cuarteles, sino fuera de ellos, y vino con la creación de “Colectivos”
de civiles armados, que, con el pretexto de defender la “revolución” de
conspiradores internos y externos, operan como “miniejércitos” de entre
1000 o 5000 hombres, bien dotados de armas cortas y largas, entrenados
en Cuba o en los territorios liberados de las FARC y que tienen entre
enemigos potenciales a estas FAN regulares y de formación académica que,
por tales, nunca se ganarán la confianza total de los revolucionarios.
La una, reducida a los cuarteles; los otros, dislocados en barrios, o
zonas populosas de ciudades o pueblos grandes, donde no admiten ninguna
otra autoridad, controlan el orden público, cobran impuestos que llaman
vacunas, administran justicia, prestan servicios públicos, y no pocas
quitan y ponen sacerdotes y regularizan los rituales religiosos.
Pero que, igualmente, pueden dedicarse al pillaje, a actuar como
dueños de la vida y hacienda de los ciudadanos, permisar el delito
contra la propiedad y los empresarios, comerciantes, banqueros, o
cualquier agente del capital, de modo que, se les considere como la
autoridad a la que, si no se le obedece, puede aplicar hasta la pena
máxima.
Estados dentro del Estado, en definitiva, segregados por la quiebra
del Estado central, y el cual, para no perderlo todo, cede lo que no
puede controlar, pero a cambio de tenerlos como aliados contra sus
enemigos.
Tal se vio en la reciente crisis política que corrió desde febrero
hasta junio de este año, y en la cual, los “Colectivos”, al lado de la
feroz y asesina “Guardia del Pueblo” se pusieron a la cabeza de la
represión con un saldo de 43 muertos (el mismo número que en Iguala,
México), 400 heridos y 1000 detenidos y torturados.
En esta tesitura la pregunta más obvia es: ¿Debe y puede la FANB
enfrentar a los “Colectivos”, desarmarlos y obligarlos a cumplir la
Constitución Nacional que reserva el “monopolio de la armas” a la fuerza
armada regular, y califica como delito cualquier otra posesión y uso
por civiles no autorizados por la Constitución y las Leyes?
La respuesta -también obvia-, es afirmativa, pero jamás será
ejecutada si no se cumple un condicionante fundamental: El desarme de
los “Colectivos” en particular, y la regularización de la vida política
en general, no se logrará sino a través de una crisis política, donde la
sociedad civil y sus partidos, motoricen un cambio que frustre al
neototalitarismo madurista de terminar de transformar a la FANB en una
guardia pretoriana, cuyo fin inmediato es fundirse con la milicia,
mientras el apéndice armado del PSUV, “los Colectivos”, se adueñan de
los cuarteles y pasan a ser el ejército guerrillero que Chávez no tuvo
necesidad de construir en las guerrillas porque la democracia le entregó
el suyo.
En definitiva: que el rescate de la FANB, no será solo obra de los
militares sino, igualmente, de la sociedad civil, que, operando con sus
partidos políticos, y a través de una unidad eficiente, puedan tenderle
la mano a estos compatriotas que necesitan como nunca del poder de la
democracia y sus valores.
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