5 de diciembre de 2014, 2:22
Carta a Luis Balo Farías.
Por: Robert Gilles Redondo.
Estimado Señor
Luis Farías:
Me permito escribirle las presentes líneas, a modo de diálogo entre hombres libres que quieren libertad, y que son producto de sus hondas reflexiones sobre las salidas a esta hora tan aciaga que vive nuestra patria.
Me permito escribirle las presentes líneas, a modo de diálogo entre hombres libres que quieren libertad, y que son producto de sus hondas reflexiones sobre las salidas a esta hora tan aciaga que vive nuestra patria.
Haciendo Usted un repaso sucinto a las propuestas realizadas por María Corina Machado, Henrique Capriles, Leopoldo López y, por último, las de Nicolás Maduro, el ilegitimo, las cuales, en su opinión no presentan una alternativa concreta para superar el cancerígeno –permítame el calificativo- modelo centralista que desde siempre ha acompañado la vida republicana venezolana, aunque en teoría la Constitución “vigente” de 1999 establece un Estado Social y Democrático de Derecho y de Justicia, federal descentralizado. Hoy, sin duda alguna eso no existe. El Estado venezolano es fallido y totalitario. Concuerdo, pues, en la necesidad de cambiar el modelo, digo yo de forma radical, para superar de una vez y para siempre este abismo en el que nos sumió la revolución de Hugo Chávez y sucesor.
María Corina Machado, indudable líder de la resistencia democrática, una mujer increíble, que se echó en los hombros al país contra todo y contra todos, ha propuesto el Congreso Ciudadano como estrategia para resolver ese «quo vadis Venezuela?» que aún no hemos sido capaces de respondernos a nosotros mismos, como individuos y como sociedad. Pero en su intento organizativo ha fracasado por la evidente excomunión de la MUD a su persona y a su proyecto. Ahí hay una fractura incuestionable y sumamente grave. Leopoldo López por su parte habló de “la salida”, que antes y durante las protestas no supimos a ciencia cierta qué era, pero luego en su presidio planteó la Asamblea Nacional Constituyente, una idea que más adelante desarrollaré pero a la cual considero totalmente descabellada. Otra fractura, con la agravante del olvido y confinamiento insolidario que casi todos los partidos de la MUD le han dado.
De Henrique Capriles no tengo mucho por decirle. Sólo que su complejo “mesiánico” es ya una traba para la unidad nacional que tanto necesitamos concretar. En realidad, si soy sincero, nadie me ha decepcionado más que el Gobernador del Estado Miranda, por lo que opinar sobre él sería caer en el terreno de una estéril crítica.
Y respecto a las opciones planteadas por Nicolás Maduro, el ilegitimo, ahí sí que no tengo absolutamente nada que comentar.
Más adelante me permitiré compartirle mis opiniones sobre qué hacer y cómo hacerlo para salir de este laberinto.
Así propone Usted el Proyecto País Venezuela Reconciliada, que busca «Lograr un cambio del actual modelo de EFCentralista, por un EFDescentralizado, simplemente cambiando las características del Centralismo que tiene atrapado al país desde hace más de doscientos años (con énfasis en los últimos) en el más infame atraso e inmerecida destrucción y opresión». Para ello se precisa «Convocar y coordinar, por iniciativa popular del electorado, una Asamblea Nacional Constituyente, sin intervención de los poderes constituidos, tal como lo estatuye la Constitución vigente en sus artículos 347, 348 y 349, que se encargue de elaborar una nueva Constitución cuyo objetivo central sea que permita sustituir el EFCentralizado».
Como cité anteriormente, Venezuela es un Estado federal descentralizado, como lo establece el artículo 4 constitucional. El carácter federal es uno de los valores republicanos adquiridos progresivamente que más debemos respetar, por cuanto los tres niveles de gobierno que ejercen el Poder Nacional son el mecanismo más idóneo para anular cualquier abuso de poder.
Debo reconocer, lógicamente, que en la práctica el Estado federal descentralizado ha sido muchas veces letra muerta.
Si algún concepto puede explicar por qué ha fracasado en parte la Constitución de 1999 y, retrospectivamente la llamada IV República, es por la implantación consumada por parte del régimen de la unicidad del poder, es decir, el ejercicio de todos los poderes (legislativo, judicial, moral y ciudadano) ha sido asumido por el Ejecutivo. Esto pudiera en términos generales hablarnos del fracaso evidente del sistema federal en Venezuela.
Ese profundo cambio de modelo que reclama nuestra historia no debe sacrificar el valor de la federación para dar paso al sistema autonómico. Dicho sistema contraviene, en mi opinión, los llamados principios pétreos que son los de la independencia nacional y la integridad territorial, sobre todo por esa recurrente tentación de los caudillismos regionales que tanto daño le hicieron al país en el siglo XIX.
El proceso constituyente que urgimos surgirá indefectiblemente de un proceso fáctico, la salida de este régimen no será electoral, estoy convencido tercamente de esto. No será una novedad política para nuestra historia. Las Constituyentes en Venezuela han sido como la de 181, la primada, luego de la ruptura el 19 de abril de 1810 con el Reino de España; la de 1863, después de la Guerra Federal; la de 1901, después de la Revolución Liberal Restauradora, de la 1946, después de la Revolución de Octubre del año 45; la de 1961, después del 23 de enero de 1958, cuando entonces pusimos fin a los regímenes dictatoriales y establecimos la novedosa democracia.
La Constituyente de 1999 sí fue una novedad. Se convocó sin que un proceso fáctico haya la antecedido. Aunque el famoso juramento del 2 de febrero de ese año (“sobre esta moribunda constitución”) podría ser interpretado como la sentencia a muerte o el desconocimiento al orden constitucional que entonces validaba ese mandato. Pero no es momento de interpretaciones o melancolías políticas.
El Planteamiento al que Usted hace referencia es el de un "Proceso Constituyente de Iure", es decir, dentro de los límites establecidos por la Constitución Nacional vigente en los artículos 347
Los artículos 347 y 348 constitucionales implican de forma directa la intervención de un poder ya constituido: el electoral, del cual no pienso emitir opinión alguna porque doy por sentado que ambos la compartimos. Igualmente, correspondería al Poder Electoral convocar el referéndum que ponga en vigencia o no el nuevo texto constitucional, treinta días después de su redacción por la Asamblea Nacional Constituyente.
La creación de un Tribunal Nacional Electoral no está contemplado en el ordenamiento constitucional vigente que, además, ampara a la propia Asamblea Nacional Constituyente propuesta. Ese novedoso Tribunal entonces implicaría la ruptura constitucional que viciaría de hecho todo el proceso adelantado. La ruptura no puede ser el primer gesto de la transición. La ruptura es la que debe llevarnos a la transición.
En tal caso, debe repetirse lo sucedido en 1945-46, como creo sucederá. No será una Asamblea Nacional Constituyente la que desmantele al régimen totalitario que padecemos.
La Constituyente de 1946, por ejemplo, dejó en vigencia provisional, sin mayores inconvenientes, los poderes ya constituidos, el judicial, el ejecutivo, que era la Junta de Gobierno y el Legislativo, que era esa Asamblea surgida de la ruptura del orden constitucional en 1945.
Sin embargo, no cuestiono la creación de dicho Tribunal Nacional Electoral.
A la ruptura inevitable del “orden constitucional” le sobrevendrá el establecimiento de una Junta de Gobierno que, a su vez, deberá convocar una Asamblea Nacional Constituyente que redactará la nueva Carta Magna que, una vez aprobada en referéndum, nos conducirá indefectiblemente a unas elecciones generales.
Mientras ello sucede, una eventual Junta de Gobierno o una Asamblea Nacional Constituyente, no pueden asesinar a la República como ya lo hizo el régimen, gobernando sin un marco jurídico constitucional.
La recuperación del Estado de Derecho, de la estabilidad y del orden para reconstruir la República tiene que hacerse dentro del marco de los valores democráticos que todos tenemos y que este régimen ya sepultó en su doctrinario.
El futuro inmediato de Venezuela implica la ruptura del orden constitucional. No veo otra salida. Dificulto que esa ruptura sea como las del pasado, no creo que la Fuerza Armada Nacional tome la iniciativa de derrocar al régimen, más bien pienso que seguir esperando que eso ocurra, como lo auguran algunos exiliados, sólo nos estanca más y nos impide tomar la iniciativa como pueblo.
Sólo el pueblo en la calle, con unidad de criterio y de acción, puede forzar a que los sectores que pueden hacerlo tomen la decisión de defenestrar al régimen. Y una vez suceda esto, los factores democráticos deben tener muy claro lo que se tiene que decir y hacer. Por eso he insistido tanto en la necesidad de un gran acuerdo nacional entre los factores democráticos que nos saque de esta espantosa calma, casi colaboracionista, que tienen tantos líderes y partidos políticos, comenzando por el propio Secretario de la MUD, coalición que a mi modo de ver ya está agotada.
No estoy diciendo que mañana
tomemos la decisión de salir a matarnos a la calle. No. Aunque no podemos
ocultar el terrible destino que nos aguarda, el sacrificio por la patria parece
ser una condición que se nos ha impuesto para alcanzar la libertad y no debemos
asustarnos por ello, detrás tenemos el ejemplo heroico de tantos y tantas que
con su sangre edificaron este país que se llama Venezuela y que se nos fue de
las manos, por razones que prefiero no comentar esta vez.
El acuerdo nacional que he propuesto en mis reflexiones pasadas tiene que ver con la necesidad de convencernos y convencer a los pocos que quedan en el oficialismo. Convencer al pueblo con hechos sinceros que es ahora el momento de acabar con esta pesadilla, significa vencer al régimen. Pero no dudo en decirte algo, en la calle la gente está mucho más convencida de lo que se debe hacer en este momento. Sólo falta que la dirigencia política asuma su histórica responsabilidad y “pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad” como decía el joven mantuano de Caracas en la Sociedad Patriótica.
Finalmente, puedo decirte que, en mi opinión, la salida no es constituyente, no es electoral, no es dialogante. La salida es luchando en cada calle, apegados a ese artículo 350 constitucional que parece muchos han decidido omitir. Llamese o entiéndase radical esta postura, no puedo ser convencido de participar en cambios donde las condiciones de juego son y seguirán siendo desiguales.
El día que tuve que dejar mi hogar porque un Tribunal decidió perseguirme por haber manifestado desde febrero hasta el célebre 10 de abril, cuando fue traicionada por la MUD, no sólo la protesta sino la vida de esos 43 venezolanos que se convencieron de esta hora ineluctable, me convencí que el juego democrático realmente no existe en Venezuela y que seguir dándole vueltas constitucionales es traicionar a la patria que nos fue arrebata por la demencia comunista.
Por lo pronto, celebro la lucidez de tus ideas republicanas y espero que pronto nos encontremos en una Venezuela libre, democrática donde todos hagamos el histórico pacto de nunca más volver a retornar al abismo en el que estamos.
Con mi afecto,
Robert Gilles Redondo
El acuerdo nacional que he propuesto en mis reflexiones pasadas tiene que ver con la necesidad de convencernos y convencer a los pocos que quedan en el oficialismo. Convencer al pueblo con hechos sinceros que es ahora el momento de acabar con esta pesadilla, significa vencer al régimen. Pero no dudo en decirte algo, en la calle la gente está mucho más convencida de lo que se debe hacer en este momento. Sólo falta que la dirigencia política asuma su histórica responsabilidad y “pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad” como decía el joven mantuano de Caracas en la Sociedad Patriótica.
Finalmente, puedo decirte que, en mi opinión, la salida no es constituyente, no es electoral, no es dialogante. La salida es luchando en cada calle, apegados a ese artículo 350 constitucional que parece muchos han decidido omitir. Llamese o entiéndase radical esta postura, no puedo ser convencido de participar en cambios donde las condiciones de juego son y seguirán siendo desiguales.
El día que tuve que dejar mi hogar porque un Tribunal decidió perseguirme por haber manifestado desde febrero hasta el célebre 10 de abril, cuando fue traicionada por la MUD, no sólo la protesta sino la vida de esos 43 venezolanos que se convencieron de esta hora ineluctable, me convencí que el juego democrático realmente no existe en Venezuela y que seguir dándole vueltas constitucionales es traicionar a la patria que nos fue arrebata por la demencia comunista.
Por lo pronto, celebro la lucidez de tus ideas republicanas y espero que pronto nos encontremos en una Venezuela libre, democrática donde todos hagamos el histórico pacto de nunca más volver a retornar al abismo en el que estamos.
Con mi afecto,
Robert Gilles Redondo