Causas
del desprestigio militar
Fernando Ochoa
Antich.
La trascendente polémica surgida en la opinión pública, con
motivo de la aprobación por el ministro de la Defensa de la resolución 008610
del 27 de enero de 2015, debería hacer reflexionar a los miembros de la Fuerza
Armada Nacional sobre las causas del amplio deterioro que ha venido sufriendo
el prestigio de nuestra Institución. Las
opiniones contrarias a la resolución señalan, con razón, que
constitucionalmente los ciudadanos tienen derecho a manifestar pacíficamente,
prohibiéndose el uso de armas de fuego y
sustancias tóxicas en el control de estas manifestaciones. Las pocas voces que,
sin ser chavistas, han defendido su
contenido lo hacen con la esperanza de que esa resolución no esté orientada a la represión de manifestaciones
pacíficas sino que en realidad busca poder enfrentar legalmente a grupos
armados, mal llamados colectivos, en una compleja situación de violencia que se
podría producir en Venezuela como consecuencia del desgobierno de Nicolás
Maduro.
En verdad, la actuación de la Guardia Nacional en
el control del orden público tiene, a mi criterio, un problema fundamental. La
Constitución Nacional establece, en su artículo 332, que esta acción debe ser
ejecutada por cuerpos policiales bajo responsabilidad de la autoridad civil. De
igual manera, esa misma orientación se mantiene en el artículo 328 al
establecer que la Fuerza Armada Nacional
sólo “cooperará en el mantenimiento del orden interno”. Lamentablemente, la Guardia Nacional durante estos ya largos
años de “gobierno revolucionario” ha sido empleada, sin haber sido desbordada
la policía civil por hechos de suma gravedad, con la finalidad de atemorizar a
la ciudadanía. Un ejemplo realmente doloroso fue el asesinato por un guardia
nacional, en la ciudad de Valencia, de la estudiante Geraldine Moreno Orozco, a
quien, sin ninguna justificación, se le disparó en el suelo, destruyéndole la cara y causándole la
muerte.
Esta
realidad se ha agravado como consecuencia de la equivocada conducción de la
Fuerza Armada Nacional durante estos años. Veamos: es inaceptable, que los
mandos no hayan valorado el grave perjuicio que produce en el prestigio de la
Fuerza Armada esa absurda tesis de “la unión cívico militar”. Vincular
activamente a nuestra Institución con la acción de un gobierno en particular la
hace responsable ante la historia de sus
grandes errores. Actualmente, Venezuela enfrenta una grave crisis nacional. No
es fácil de justificar que este gobierno, en medio de altos ingresos petrolero,
se haya visto en la necesidad de contratar una deuda externa que sobrepasa los
120 mil millones de dólares, generando una debacle económica que se expresa en inflación, escasez y
pobreza. Es verdad, que la caída del precio del petróleo contribuye a su
agravamiento, pero una mínima lógica
económica obligaba a prever esta circunstancia, la cual se ha repetido
permanentemente en nuestra historia.
Otro de los graves errores cometidos por los mandos de la
Fuerza Armada ha sido permitir la presencia de oficiales activos en
innumerables cargos civiles en la administración pública. Esta decisión, ha
tenido tres delicadas consecuencias. La primera, un importante impacto en la
opinión pública al observar los venezolanos un inexplicable enriquecimiento de esos funcionarios. Los casos de los tenientes
Rafael Isea y Alejandro Andrade han sido
escandalosos por la gravedad de los
hechos que se le señalan, las altas funciones financieras que ejercieron y su
estrecha amistad con Hugo Chávez. La segunda, debilitar el profesionalismo
militar al evidenciarse que el ejercicio de las funciones civiles permite
alcanzar elevados grados y posteriormente ocupar importantes cargos en la estructura militar.
Tercero, comprometer ampliamente el cumplimiento de la misión de nuestra
organización al mantener un elevado número de cuadros militares en cargos de la
administración pública.
La
conducción de la Fuerza Armada requiere de una profunda rectificación. De no
hacerse, su destino seguirá comprometido. No es la primera vez en nuestra
historia que hemos tenido que enfrentar adversas circunstancias en la opinión
pública. Una de ellas fue el final de la dictadura del general Marcos Pérez
Jiménez. En sus discursos siempre mantuvo
que gobernaba a nombre de las Fuerzas Armadas. Su intento continuista
produjo un profundo descontento nacional, el cual fue interpretado por las
Fuerzas Armadas que lo obligaron a abandonar el país. Este gesto fortaleció
nuestro prestigio. Lamentablemente, los intentos golpistas del 23 de julio y del
7 de septiembre de 1958 reprodujeron el rechazo
en contra de las Fuerzas Armadas. Por suerte, los jefes militares de ese tiempo
tuvieron el liderazgo y la autoridad
moral para transformar a las Fuerzas
Armadas en una institución comprometida con trascendentes valores militares y
subordinada al poder civil. Esa posición la mantuvimos por cuarenta años. Nos
transformamos, con la Iglesia Católica, en una de las dos instituciones más respetadas por los
venezolanos…
Caracas, 8 de febrero
de 2014.
@FOchoaAntich