Venezuela sin gobierno
José
Vicente Carrasquero A.
La publicación de la
más reciente encuesta de IVAD arroja unos resultados desoladores. Los
venezolanos perciben que el país está en escombros. El pesimismo se ha
apoderado del venezolano y una inmensa mayoría apuesta por el cambio. Y no
puede ser de otra manera en un país en el que el gobierno no funciona como tal.
El entorno político,
económico y social del venezolano es el peor de los últimos cien años.
Venezuela ha retrocedido en cantidad de indicadores a pesar de las cifras
falseadas de las instituciones encargadas de llevar las estadísticas en
Venezuela. El venezolano es un ciudadano de quinta categoría. El solo hecho de
que para viajar tenga que pedir autorización para el uso de su dinero nos pone por
detrás de todos los países del continente.
Venezuela es un país
tomado por el hampa en todas las dimensiones que se puedan pensar. Desde la
común hasta la organizada. Desde los roba gallina hasta los grandes traficantes
de droga. Los servicios de salud son de una precariedad inaceptable dada las
riquezas que se dilapidaron en los últimos años. El sistema educativo no ha
hecho otra cosa que empeorar. El venezolano siente que el dinero no le alcanza.
Conseguir lo más elemental se ha convertido en un viacrucis. No hay suficiente
producción, no hay suficiente comida y peor aún, no hay materia prima. El
venezolano no se siente seguro. No se siente dueño de su destino.
La caída del precio del
petróleo es una realidad ineludible. Todo indica que seguirá cayendo el precio
y que no habrá repunte en los próximos años. Al mismo tiempo, la lenidad del
chavismo ha hecho que la producción petrolera sea inferior en unos 400 mil
barriles diarios y todavía se vende petróleo a descuento y se le regala a Cuba
para que se siga financiando a nuestras costillas.
Este aterrador panorama
hubiese hecho reaccionar al más indolente e irresponsable de los gobiernos.
Quienes fungen de gobernantes en Venezuela no se han querido dar por enterados
de la grave situación que viven los empobrecidos venezolanos. El pueblo vive el
desamparo de una clase política que decidió que ellos son los que dicen qué es
importante y marcan la pauta de lo que se debe tratar o no.
Es así como el gobierno
de Maduro hace caso omiso al clamor de la gente por comida. En vez de
reaccionar para tratar de paliar el problema de la escasez de todo tipo, el
gobierno penaliza a los que hacen cola. Incluso llegan a decir que todo el que
hace cola es un bachaquero. La estupidez más grande la constituye la comiquita
de la guerra económica que
lamentablemente una minoría de venezolanos cree.
Ante el auge de la
delincuencia el gobierno inventa otro operativo más. Esta vez, llamado OLP. Con
una gran propaganda protagonizada por el presidente animador de televisión, se
quiere hacer creer a las ingenuos que se está luchando contra la delincuencia.
Mientras tanto, las cifras rojas no hace sino subir y subir. Los cálculos de
las ONG que siguen el tema dicen que superaremos con creces la ya espantosa
cifra de 25 mil asesinatos por año.
La economía necesita
una intervención urgente. Las encuestas demuestran que el pueblo no le cree al
gobierno el cuentico de que los empresarios están saboteando. Lo cierto es que
el chavismo acabó con el aparato productivo. Como venezolano lo único que pude
fue sentir pena al oír la trivialización del problema de la caraota por un
presidente que en repetidas ocasiones ha puesto en evidencia su escasa
preparación académica.
Venezuela se encuentra
a la deriva. Los que tienen que informar el estado de la economía simplemente
no la hacen. Visto que es una obligación constitucional presentar esa
información, llama la atención que las otras instituciones del estado no
obliguen a que se cumpla con el mandato legal. Es un claro síntoma de que la
institucionalidad se ha diluido en la estructura del partido político y por lo
tanto no cumple la función prevista en la carta fundamental.
Como si todo esto fuese
poco, hemos visto al bolívar perder su capacidad adquisitiva. Los precios
flotan gaseosamente empobreciendo día tras día al venezolano. El déficit fiscal
es inmenso. El peso del pago de la deuda y su servicio es brutal. El gobierno
prefiere honrar la deuda contraída en momentos de mayor ingreso petrolero que
satisfacer las necesidades de los venezolanos.
El gobierno brilla por
su ausencia en la resolución de lo
problemas que más afectan a los venezolanos. Son muchas las razones. La primera
es la proximidad de las elecciones. Tomar medidas dañaría aún más la maltrecha
percepción que se tiene de Maduro. La segunda y no menos importante es que no
hay en el gobierno quien entienda lo que está pasando. Y problema que no se
entiende no se soluciona.
Lo único que se le
ocurre a la mediocre clase política es montar una agenda paralela. El uso de
las declaraciones de un sociópata para arremeter contra la oposición es una
acción ruin que muestra la catadura de los que fingen gobernar. Muestra de lo
que son capaces unos individuos que despalillaron nuestras riquezas petroleras.
Esto se adereza ahora
con el sufrimiento que se le está infligiendo a la gente en nuestras fronteras.
Todo por distraer la atención de unos problemas que lejos de solucionarse se
agravan más y más.
El gobierno no existe
en la práctica. Las encuestas indican que ya el venezolano no espera soluciones
de Maduro. No le tienen confianza y no lo creen capaz. En lo segundo no les
quito la razón. Incapacidad es lo que ha demostrado claramente en los últimos
años.
Sabiéndose perdido, el
gobierno está aplicando la vieja táctica de el que venga atrás que arree. Un
gobierno que se siente finalizado. Con una rutilante derrota en diciembre y con
la garantía de un revocatorio en 2016 prefiere seguir dilapidando nuestros
recursos, antes que tomar las antipática medidas necesarias para sanear nuestra
maltrecha realidad.