Venezuela tiene hambre
José Vicente Carrasquero A.
Sin ánimo de sonar trillado quiero recordar que me inscribo
entre quienes piensan que a la actual clase política no la mueve la
inteligencia sino la ausencia absoluta de escrúpulos y su subordinación a un
proyecto político impuesto desde La Habana por los hermanos Castro, gracias a
la característica de comprador de espejitos que distinguió a Chávez.
Venezuela está sumida en el peor momento de su historia. Esto
no admite mayor discusión si recordamos que entre 1999 y este momento, a
Venezuela le ha entrado por concepto de venta de petróleo y endeudamiento
irresponsable más del doble de la sumatoria de todo lo que le entró a los
gobiernos desde 1811 hasta 1999 por todos los conceptos que usted tenga a bien
considerar.
Dicho esto, uno tiene que ponerse las manos en la cabeza ante
la desastrosa situación que se lee todas las mañanas al revisar los titulares
de la poca prensa independiente que queda en el país. Por ejemplo, y seguimos
con los números, en Venezuela es muchísimo más probable resultar víctima de un
asesinato que ganarse la lotería. Con una pequeña diferencia, no tiene que
comprar billete de juego, se lo gana y punto. Para rematar la tristeza de esa
historia, un asesinato en nuestro país tiene más de un 90% de chance de quedar
impune.
El asunto del desabastecimiento clama ante los ojos de Dios.
Es un problema generalizado que donde más se nota, como es de esperarse, es en
el sector alimentación, medicinas y productos de aseo personal. Básicamente
porque, si Maduro no se ha enterado, hay 30 millones de clientes potenciales
para esos rubros que faltan. Mal puede un gobierno incapacitado para
desempeñarse con eficiencia y eficacia pensar que puede asumir responsabilidad
en esos temas.
El asunto de la escasez es mucho más grave de lo que vemos.
El tráfico en las grandes ciudades se ha visto reducido porque la obsolescencia
de los vehículos los saca de circulación, la escasez de repuestos básicos como
baterías y cauchos es patéticamente notoria. Recuerdo que cuando el gobierno
decidió intervenir las fábricas de baterías le dije a un técnico en un
establecimiento de una afamada marca de acumuladores que las colas le iban a
dar la vuelta a la cuadra. No hay que ser adivino. Lo que el gobierno toca lo
seca, lo mata. ¿Desde cuando no ve un litro de leche Los Andes? ¿En qué parte
del pensum preparan a militares para manejar empresas?
Muchos de quienes leen estas líneas saben que hay ascensores
que funcionan porque canibalizan el de al lado para de dos hacer uno. Hay
alerta en los edificios ante el robo de piezas de los elevadores. El
mantenimiento de los condominios se ha hecho extravagantemente costoso. Esto
es, por supuesto, una carga adicional sobre los depauperados bolsillos de la
clase media.
El venezolano ha venido siendo reducido a unas dimensiones de
calidad de vida que apenas permiten la supervivencia. Tengo suficiente edad
para recordar y comparar graves momentos del pasado y puedo decir
categóricamente que este es el peor de los últimos 55 años. Saque la cuenta que
en medio de la mayor liquidez de la historia, no hay billetes de “alta”
denominación para movilizar la ya tristemente exigua moneda.
Pero, hay un agravante. Es la inacción de la cúpula
gobernante. Pareciera que se hacen los locos ante lo que está pasando. Uno
tiene que comenzar a hacer escenarios a partir de esta locura de parálisis. Al
menos Luis Herrera Campins tuvo la osadía de tomar medidas económicas
(chucutas) en 1983, a la sazón año electoral. Esta gente pareciera estar
esperando se hagan realidad aquellas palabras que sonaron a renuncia ante una anunciada
goleada en contra: “Dios proveerá…”.
Algo está más que claro. Maduro ha decidido que es más
importante cumplirle a los juegos del capitalismo que a los venezolanos. Los
pocos dólares que hay, se destinan en su mayoría al pago del servicio de la
deuda y a cancelar vencimientos de bonos. Todo para seguir en el círculo vicioso
de endeudarse cada vez más e imponerle más restricciones a los venezolanos.
Diputados oficialistas vienen anunciando modificaciones del
control de cambio. Esa es una pésima noticia. Lo único que salva a Venezuela en
estos momentos es su eliminación. Primero porque el control del cambio no
cumplió con su cometido y en los últimos doce años se fugaron más capitales que
entre 1958 y 1998. Segundo, porque este nefasto mecanismo lo que ha hecho es
enriquecer a parte de la nomenclatura chavista de forma grosera. Ya se lee en
la prensa de las ostentosas fiestas y de los costosísimos viajes en aviones
privados de altos personeros del régimen.
Venezuela tiene hambre. Primero porque no hay suficientes
alimentos para todos. No se entiende cómo Maduro no ha destituido a quien finge
ser ministro de alimentación. (Lo escribí adrede… finge). Sería una manera de
lavarse la cara con los millones de venezolanos que pasan trabajo consiguiendo
algo de comer..
Venezuela tiene hambre de justicia. Sabe que la corrupción y
los corruptos son los responsables de las atrocidades que nos golpean en la
cara día tras día. Millones de millones de dólares dilapidados en obras
inconclusas, en obras ni siquiera comenzadas en regalos al exterior.
Venezuela tiene hambre de cambio. Ese deseo está en el
ambiente y tiene cada vez más adeptos. Y la mayoría espera el 6D para
satisfacer esa hambre de cambio. Ese movimiento luce indetenible. Y aún quienes
ayudan al gobierno pidiendo “salvar su voto”, se agregarán a la avalancha de
votos castigo que le enseñarán al chavismo que al pueblo se le respeta.