El cuento del paramilitarismo
Fernando Ochoa Antich
El gobierno de Nicolás Maduro, desde un tiempo
para acá, ha creado una fantasiosa historia sobre la supuesta vinculación de
los paramilitares colombianos y del ex presidente Álvaro Uribe con la oposición
democrática venezolana. Es tiempo de clarificar la verdad de los hechos para desenmascarar
la maniobra política que existe detrás
de los señalamientos de Nicolás Maduro, de Diosdado Cabello y de otros
dirigentes oficialistas. La zona
fronteriza ha estado sometida, durante los 16 años de régimen chavista, a una creciente
inseguridad que ha comprometido ampliamente la tradicional forma de vida de su
población, al tener que enfrentar, en medio de una total impunidad, todo tipo
de delito: el secuestro, la vacuna, el
sicariato, el tráfico de drogas y el contrabando. La total falta de acción de
la Fuerza Armada Nacional y de los organismos policiales ha comprometido gravemente
la producción agrícola-pecuaria de esas zonas al tener que abandonar sus
propietarios numerosas fincas que han sido tomadas por delincuentes e invasores…
El trágico
proceso de violencia vivido por Colombia, durante estos sesenta años, hay que definirlo
como una guerra asimétrica de baja intensidad cuyos principales actores han
sido el Estado colombiano, las guerrillas de extrema izquierda y los grupos
paramilitares de extrema derecha. Sus causas: las graves tensiones sociales
existentes en la sociedad colombiana y la influencia cubana. El conflicto
armado presentó, en la década de los ochenta, un rápido escalamiento que se
caracterizó por el control de la guerrilla de numerosas regiones del país, por
los asesinatos selectivos de miembros civiles de la izquierda a manos de los
nacientes grupos paramilitares, así como la aparición del narcotráfico. Al
pasar de los años, importantes sectores de la guerrilla y de los paramilitares se
vincularon a ese flagelo, debilitándose toda orientación política de esos
grupos armados.
En la década de los noventa se presentó
la mayor degradación del conflicto, al generalizarse el asalto armado a
poblaciones, las desapariciones, y las masacres indiscriminadas de civiles.
Durante esos mismos
años, en pleno ejercicio de los gobiernos democráticos, grupos guerrilleros de
izquierda atacaron puestos militares venezolanos, en distintas oportunidades,
causando 62 bajas de efectivos militares. No es posible olvidar las masacres de
Perijá, donde murieron 9 guardias nacionales, y de Cararabo, donde fueron
asesinados, con gran saña, 8 efectivos de la Armada. La responsabilidad de esos
ataques fue siempre asumida públicamente por las FARC y el ELN. El inaceptable coqueteo
de Hugo Chávez con esos grupos de izquierda, responsables del asesinato de numerosos
venezolanos, produjo una disminución de los
ataques a puestos militares, aunque todavía ocurrieron dos casos: las
emboscadas a una lancha de PDVSA, donde murieron una ingeniero y 5 efectivos del
Ejército y a una patrulla en el estado Táchira donde murió un efectivo del
Ejercito. Justamente, esa es la gran diferencia entre los anteriores ataques,
de cuya responsabilidad nadie duda, y cualquier acción vinculada con los
paramilitares por el régimen chavista.
La presencia de ese
grupo armado de la extrema derecha colombiana surgió como respuesta a la acción
guerrillera en la década de los ochenta. Inicialmente recibió el apoyo soterrado de políticos, militares,
ganaderos y empresarios. Sus operaciones
militares se caracterizaron por un elevado
grado de violencia criminal que los condujo a realizar numerosas masacres y asesinatos de civiles,
campesinos y sindicalistas bajo el mando de jefes paramilitares como Carlos
Castaño Gil y Salvatore Mancuso. Además de su acción criminal utilizaron como
fuente de financiamiento el narcotráfico, el secuestro, la extorsión y el
despojo de tierras. El presidente Álvaro Uribe planteó un polémico proceso de
desmovilización que permitió la
casi total desaparición de dicho grupo
armado, aunque algunos de sus integrantes se organizaron posteriormente en las denominadas bandas criminales
emergentes que continúan en actividad. Un hecho positivo fue lograr la
extradición a los Estados Unidos de varios de los jefes paramilitares por narcotraficantes.
El régimen chavista
ha tratado de confundir a la opinión pública al señalar que existen vínculos estrechos
entre la oposición democrática venezolana y las
Autodefensas Unidas de Colombia. La verdad histórica es que ese grupo
armado desapareció totalmente como organización
con alguna orientación ideológica, sólo permaneciendo activas algunas de
las bandas criminales, que se originaron después del proceso de
desmovilización. Es posible que existan partidos políticos pertenecientes
a la alianza opositora, ideológicamente de centro derecha, que puedan
tener alguna simpatía política por Álvaro Uribe y su partido Centro
Democrático, pero de allí a vincular a la oposición venezolana con los
paramilitares es una jugada política que sólo muestra el desespero en que se
encuentra Nicolás Maduro ante la estrepitosa caída de su popularidad. El
presidente Álvaro Uribe mantiene actualmente un sólido prestigio, indicando que
su gestión presidencial, con aciertos y errores, es valorada positivamente por
el pueblo colombiano.
Caracas, 6 de septiembre de 2015
@FOchoaAntich.