La mesura y la desmesura.
Enrique Meléndez.
Oyendo uno a Jorge Rodríguez y Gerardo Blyde se observa que el primero se trata de un tirapiedras y el segundo un señor académico; es decir, la barbarie y la civilización, que fue el gran tema, que ocupó el vilo de nuestros escritores del siglo XIX, en un momento en el que el país estaba por todas partes cundido de caudillos locales, y todo se resolvía a plomo limpio ("en este país si se ha echado plomo", dice un personaje de la novela País Portátil de Adriano González León), lo que daba lugar a que al poder accedieran sólo los más envalentonados, como se lo dijo Pedro Carujo a José María Vargas, cuando lo hizo salir por unos días del poder:
-No –le respondió Vargas-, el mundo no es de los valientes, sino de los justos.
De modo que ese ha sido el devenir de nuestra historia: un país dividido entre justos y envalentonados; reapareciendo los segundos con Hugo Chávez un 4 de febrero de 1992, cuando irrumpió contra el orden constitucional, y un pueblo ingenuo, amante de los ídolos, se lo aplaudió. Porque, por lo demás, Chávez era un hombre de poder, y monopolizó con una figura muy mediática los cinco minutos de fama, que le dieron aquel aciago día ante las cámaras televisivas, y aquí nos sale al paso una interrogante, a propósito de nuestro proceso de democratización, que se inició un 5 de julio de 1811, de si estas reapariciones sucesivas de caudillos irresistibles y aventureros en nuestra fisonomía política, se suceden como purgas de nuestro destino, suertes de asepsias cíclicas, como lo hacía ver el viejo Vallenilla Lanz en ese fiero siglo XIX. Porque volviendo al contraste entre el psiquiatra Rodríguez y Blyde a las claras se observa que, mientras el segundo habla mesurado, detalla bien las circunstancias de sus afirmaciones, el primero se arrebata, sobre todo, cae en la ofensa personal, y aquí es donde uno observa quien maneja la verdad y quien no; porque, además, de dedicarse a batear cada una de las afirmaciones de Blyde, que el psiquiatra Rodríguez califica de mentiras a grito destemplado; quien está mintiendo es él, al refutar sin fundamento lo que el otro plantea, y a quien despacha con su palabrerío hueco.
Empezando, porque Blyde se apoya en una verdad fundamental: ni la Plataforma Unitaria ni María Corina Machado se han salido de la ruta electoral. En efecto, Rodríguez apela a la Operación de los de Brazalete Blanco; en cuyo fondo estaría la señora Machado, y por más que Tarek William Saab muestre documentos; por cierto, recién sacados (quién sabe si sembrados) de la computadora de Rocío San Miguel, esa historia está muy traída por los cabellos. Incluso, ha dado para que se escriban páginas de humor. Aparte, de que la señora Machado, como decía Chávez en aquel año 1998, en vísperas de su triunfo, en el mitin de cierre de campaña en la avenida Bolívar, a propósito de la alianza que se había establecido a última hora entre AD y Copei, para apoyar a Enrique Salas Rómer, que ahora cuando estaban juntos, no iba a perder ese boche; seguro de su triunfo; la señora Machado, señalaba, ahora dice eso, y no se va a meter en aventuras con un Rambo a la venezolana, como sería el militar Angelo Heredia.
Es aquí donde se comprueba eso que se dice que en la belleza está la verdad; lo que permite afirmar que el arte es verdad; como lo es la moral; cuando el psiquiatra tiene necesidad de apelar al grito y a la ofensa personal: está acusando a Blyde de ser un mentiroso; entre tanto, Blyde lo que está es entregando un documento, donde le hace ver las distintas situaciones, en las que el oficialismo ha incumplido los Acuerdos de Barbados, en especial, lo relativo a la admisión de un proceso de elecciones libres, que pasa por la habilitación de la señora Machado y la fijación de la fecha de las elecciones que, a juicio de Blyde, debería ser el segundo domingo de diciembre de 2024, según lo pauta la Constitución, y no en el mes de mayo, y que es la carta, que tiene debajo de la manga el psiquiatra Rodríguez, a propósito de esos foros, que convoca con los candidatos de la llamada oposición "Alacrana", que en esta oportunidad pasaron de 40; mientras el psiquiatra se desgañita, acusando al sector de la oposición, que él conoce como la de los apellidos (¿Machado?), de pecar de arrogante, al no asistir a dicho evento; argumentando Blyde que eso es asunto del CNE.
Lo que yo no entiendo todavía es el por qué el psiquiatra Rodríguez le molestó ese señalamiento, que hizo Blyde, del porqué los diálogos entre gobierno y oposición se tenían que realizar en el extranjero; que es lo que se acostumbra en la diplomacia, cuando hay dos partes en conflicto, y que se muestran irreconciliables. Para no ir muy lejos: ¿qué es lo que está ocurriendo entre la guerrilla colombiana y el gobierno, a propósito de los diálogos de paz, que se vienen sosteniendo desde hace años? Hasta Venezuela se ha prestado de sede, para que concurran los actores. Laureanito Vallenilla cuenta en sus memorias, que él se mandó a poner un altoparlante en su oficina del Capitolio Nacional, siendo ministro del Interior y operador político de Marcos Pérez Jiménez, cuando entonces dicho despacho tenía su sede allí, y así oía el tercio las discusiones, que se llevaban a cabo en la entonces Asamblea Constituyente; que había sido electa en el año de 1952. He allí lo que hizo ver Blyde, que se quiere evitar: filtración de información, y entonces de un plumazo el psiquiatra Rodríguez determinó que de ahora en adelante, los diálogos tenían que realizarse en Venezuela, no sólo por lo que soltó Blyde, sino porque le pareció que el juego de Blyde con esto de fundamentar el proceso de los diálogos en el extranjero, se prestaba también para que "los oídos de Miami" se enteraran directamente de lo tratado allí. ¿Quiénes son los oídos de Miami? Los conductores de programas de canales de televisión que llegan por Youtube, a los que se pega el venezolano hoy en día, a falta de una televisión independiente, y que el gobierno califica de terroristas.
REMISIÓN:
De: Enrique Melendez O. melendezo.enrique@yahoo.com