Escasez continuada
José Vicente Carrasquero A.
La
forma como el gobierno ha venido enfrentando el grave y generalizado problema
de la escasez indica su absoluta disposición a obligar que sea el pueblo el que
pague el altísimo precio de haber malbaratado el mayor y más prolongado ingreso
de recursos de la historia del país.
La
evidencia está a la vista. Hay dólares para pagar a los voraces tenedores de
bonos venezolanos pero no para paliar el problema de escasez de alimentos y
medicinas. Esto solo por nombrar dos sectores en los que los venezolanos se ven
sometidos a una escandalosa depauperación y deterioro de su calidad de vida.
Es
claro que la escasez se hace presente en casi todos los rubros de una economía
maltrecha y pésimamente manejada. Es así, que para el común de los mortales es
imposible comprar un vehículo nuevo, conseguir un repuesto para un vehículo que
tiene ya tiempo parado, un celular a precio asequible, un cepillo de dientes de
los que tiene motorcito, una afeitadora, loción para después de afeitar, tintes
para el cabello, cosméticos, detergente para lavar la ropa, repuestos para los
ascensores y un largo etcétera que mejor detenemos aquí para no deprimirnos y
no gastar todo el espacio del artículo en el inventario de cosas con las cuales
ya no contamos.
No
hace falta ser un brujo de altas calificaciones para saber que esta escasez es
producto de un control de cambio para el cual el gobierno carece de los dólares
necesarios. En este momento los estudiantes, profesores e investigadores y pensionados
que viven fuera del país son víctimas de una sequía de divisas que nos pone
ante el mundo como unos parias sin recursos básicos para costear ni lo más
mínimo.
La
escasez de dólares se nota en casi cualquier actividad de nuestra cotidianidad.
La falta de repuestos impide que los camiones recolectores de basura cumplan
con la muy importante labor sanitaria en momentos de presencia de enfermedades
endémicas. Cuando hay una falla eléctrica local, el personal de CORPOELEC
señala que no cuenta con los repuestos necesarios para solventarla. Cuando
falla el servicio de internet, la compañía telefónica no cuenta con módems de
repuesto. Cuando se daña el celular debe uno conformarse con un aparatico que
si acaso sirve para llamar y a precios altísimos.
Los
venezolanos se ven obligados a pagar precios exagerados por tener servicios de
calidad mediocre. Los altos precios no resuelven el problema de la escasez que
se ha hecho crónico e inentendible para los capitostes del régimen.
Todo
esto tiene una y solo una explicación. El gobierno es el único beneficiario de
un férreo control de la economía en la cual inyecta billeticos de monopolio a
placer. Es política de esta administración el mantener una altísima inflación.
Es política revolucionaria el empobrecimiento permanente y continuado del
pueblo venezolano.
Ante
la escasez de ideas y conocimiento, el gobierno saca de baúl de los recuerdos
la fracasada tarjeta de racionamiento de origen cubano que también hizo sufrir
al pueblo chileno por allá en la década de los setenta. La tarjeta tecnológica,
que en boca de un ministro, no impide ir todos los días al mercado, pero sí que
compres todos los días un producto se convierte en la peor humillación que
puede sufrir una persona que cree vivir en un país rico.
Con
el capta huella el mensaje del gobierno es claro y sonoro: la escasez está aquí
para quedarse. Aún más: el gobierno no tiene intención alguna de liberar el
control de cambio en la medida que esa política le permite arbitrar las
necesidades de la gente a su conveniencia.
Como
consecuencia de la insensatez revolucionaria, los venezolanos seguirán
empobreciéndose cada vez más. Los venezolanos sufren el rigor típico de los
paquetes neoliberales del Fondo Monetario Internacional: límite el consumo de
la población para que garantice el pago a los acreedores.
Y
todavía hay quien cree que tenemos un gobierno que se interesa por el pueblo.