Carta de Navidad para Hugo Chávez... de una colombiana
Maritza Castrillón Silva
Lunes, 11 de enero de 2010
Ciudadana Colombiana
Sé con toda seguridad, que el 95% de la población de COLOMBIA, firmaría gustosamente esta carta, .... yo la firmo.
Presidente Chávez… pensé mucho antes de empezar esta carta y no llegué a ninguna conclusión que me hiciera cambiar la idea de hacérsela llegar para Navidad. Me senté frente al computador pensando también en escribirle a su amiga Piedad, pero ahora creo que no vale la pena… ella es solamente un peón en el complicado juego de ajedrez que usted pretende ganar. (O una PEONA, para usar el lenguaje “incluyente” que tanto les gusta a ustedes).
Desde siempre he visto en usted a un enemigo… desde siempre. Cuando usted estaba en campaña política me parecía improbable que pudiera ganar. Una persona con ese talante y a quien se le notaron las mentiras desde un principio, no podía ganar. Pero ganó y “triunfó la democracia”. “Que venezolanos tan pendejos”, pensé. Y el tiempo me ha dado la razón. Resultaron siendo víctimas de su propio invento. Y hoy lo lamento por ellos. Lo único bueno de esa desgracia ha sido que colombianos y venezolanos nos hemos acercado solidariamente.
Que usted quiera joder a los venezolanos finalmente no es algo en lo que nosotros los colombianos debamos inmiscuirnos… fueron ellos finalmente quienes lo eligieron (la primera vez, de la segunda tengo dudas), pero que su ambición llegue hasta Colombia y pretenda hacernos comer la basura con que está alimentando a su pueblo, eso si que no. Ni en sueños, pues.
Otro cuento distinto son los gobiernos cómplices, dizque de izquierda, que embolatan a su pueblo con una retórica libertaria gaseosa e incomprensible, a cambio de su generosidad con la chequera de los venezolanos. Otro cuento distinto es Evo que resultó ser el más malicioso, taimado y perverso representante indígena de Bolivia, un pobre títere orgulloso de su jefe rico, un especímen sin dignidad ni honor. Otro cuento es Cristina y su marido que encaramados en un status diferente al de su vecino boliviano defienden una supuesta revolución que tenía a Argentina encaminada a un futuro parecido al de Venezuela, a cambio de mucha plata para comprar conciencias, vestidos y maquillaje. Otro cuento es Ortega, que no sabe en donde está parado, un cerdo de baja condición que, deslumbrado por su plata, es capaz de cualquier barbarie, de cualquier atropello. Otro cuento es Correa, que a pesar de toda la diplomacia de reconciliación con Colombia, todavía está en deuda con usted (y con sus compinches de las FARC). Y otro cuento es Zelaya, a quien le salió el tiro por la culata porque creyó que los hondureños eran ignorantes. Una pequeña gran batalla que han resistido hasta las nuevas elecciones. Fuera de concurso, Castro… para ese monstruo ya no existen calificativos. Y de Lula ni hablemos, el perfecto lobo con piel de oveja que lo ahija y alcahuetea soterradamente.
Veía hace diez años sus alocuciones televisadas cuando iba con cierta frecuencia a Caracas, cuando aquí no era popular su “Aló Presidente” y cuando muy pocos se olían sus verdaderas intenciones, y desde entonces notaba displicencia en sus palabras para Colombia. Aquí empezamos a pellizcarnos cuando usted armó semejante tierrero por la captura de Rodrigo Granda en Venezuela. Su actitud cómplice y mezquina, siempre en defensa de los más hampones, encendió las luces de alerta.
Pero Colombia, Presidente Chávez, le ha resultado un hueso muy duro de roer. Colombia es la protagonista de sus pesadillas. Y aunque quiera propagar su ideología sin fundamento, lo veo mal de cancilleres. Sus amigos cómplices colombianos están muy mal marcados. Difícilmente Samper convence a nadie, con gran dificultad Las FARC van conseguir simpatías masivas en su favor y es imposible que Piedad llegue a la presidencia algún día.
Aquí, Hugo Rafael, no se cierran medios de comunicación aunque trapeen con el Presidente. Aquí no se le roban las empresas a nadie, aquí no existen gaminas como Lina Ron representando al gobierno e inventándose turbas criminales, aquí no se hace cola para comprar una libra de arroz, aquí no tenemos que bañarnos a totumadas y en 3 minutos, aquí no tenemos racionamientos de energía. Y eso que por mucho tiempo hemos sido su vecino pobre. Usted habría podido ser la Dubai latinoamericana y haberse ganado una popularidad inimaginable, pero decidió regalar todo a cambio de respeto y apoyo, pasando por encima de las necesidades de su gente.
Fui de las personas que brincaron de alegría con el golpe que lo sacó del poder… y me tuve que tragar el sapo, usted volvió en menos de lo que cualquiera hubiera esperado. Y hasta hoy llevamos años mamándonos todas sus sandeces, groserías, amenazas, improperios, injerencias indebidas, complicidades criminales, burlas y desaires…
Empecé esta carta con la firme intención de no caer en el insulto soez, (aunque es lo único que usted inspira) y créame que he hecho acopio de toda mi voluntad para no referirme a su madre. Yo hago ingentes esfuerzos para no caer en la chabacanería y en la ordinariez que lo caracterizan a usted. Siempre he dicho que uno no puede ser igual a lo que critica, pero debe disculparme, porque usted me causa una repulsión infinita. No crea que es agradable prender el televisor y verlo a usted, abrir mi facebook y verlo a usted, ojear las revistas en el supermercado y verlo a usted, abrir la primera página de cualquier periódico y verlo a usted y oir hablar todos los días de usted, como si fuera el rey del universo. Qué mamera.
La verdad es que estoy haciendo catarsis. Ese amor que usted dice sentir por el pueblo colombiano está muy mal correspondido. Los colombianos lo detestamos, salvo una minoría que lo defiende sin argumentos por que se oponen a Uribe. ¡Desagradecidos! Si no fuera por Uribe, usted ya se nos hubiera metido al rancho con la eficaz ayuda de sus amigos de las FARC y sus escuderos Córdoba, Samper, Dussán y toda esa recua zurda que posa de demócrata y no son más que el brazo político de la guerrilla sanguinaria de este país.
Es evidente su odio por el gobierno colombiano. Cuando a uno le eliminan a sus amigos y le descubren los secretos, la mejor manera de defenderse es atacando.
Usted es el presidente de un país muy rico (bueno, ahora no se qué tanto) pero los colombianos no le comemos cuento de revolución. La verdadera revolución la hacemos día a día quienes trabajamos honestamente para vivir, los que nos la rebuscamos y con ingenio, salimos adelante, los que crean empresa para estimular el empleo, los que luchamos por saber, conocer y aprender para ser mejores personas, para sobresalir, pero usted, pobre imbécil sin educación, no es más que un ignorante al que se le apareció la virgen con toneladas de petrodólares.
Presidente Chávez, yo a usted no le encuentro nada bueno. Usted es un mentiroso, un esquizofrénico, un tipo de bajísima condición moral, con escasa educación, con un prontuario delictivo abultado, un cínico, un cobarde, un monigote que tiene que comprar el respeto, un remedo de presidente incoherente y malhablado, un maldito guerrillero de mierda.
Y a mi no me vaya a calificar de “pitiyanqui”, hasta que yo no averigüe qué significa eso exactamente ni se vaya a inventar que pertenezco a la más rancia “burguesía neogranadina” ni que me paga el gobierno, ni que tengo intereses políticos personales, por que no soy más que una ciudadana de a pie, con dos dedos más de frente que la minoría retrasada que lo aplaude como autista.
Ah… y ahora dizque quiere guerra. Usted parece una histérica loca con viruela. Subnormal patético y mediocre. Tanta amenaza también nos tiene mamados. Matón de medio pelo. ¿Qué se ha imaginado? ¿Que somos sus lacayos a quienes hay que castigar por desobediencia? Atrévase a atacarnos ¡degenerado! y su propio pueblo le cobrará el someterlo a un enfrentamiento bélico que nadie quiere. Atrévase, a ver si por fin nos lo quitamos de encima. Su enfermizo delirio de armas, guerra y sangre va a dejar huérfano al rebaño impresentable de sus amigos.
Aprovechando la época decembrina que ya viene, le quiero desear una infeliz navidad y un año nuevo bien podrido. Sueño con que sus militares lo traicionen, con que efectivos gringos lo saquen en calzoncillos de Miraflores, con que un valiente francotirador le de un disparo en esa testa llena de basura que tiene, con que su propio pueblo se levante por fin y le desinfle el ego, con que un patriota venezolano lo envenene, con que lo ataque un virus bien berraco y acabe con usted en una semana.
Cualquiera de las opciones anteriores me harían más feliz que si se me apareciera el Niño Dios con un millón de dólares.