COMUNICADO DE LA PRESIDENCIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA ANTE LA GRAVÍSIMA SITUACIÓN DEL PAIS
1.
Mediante un discernimiento espiritual, a la luz de la Palabra de Dios,
los Obispos de Venezuela hemos orado y reflexionado acerca de la
situación actual de nuestro país. Hacemos nuestras las angustias de
nuestro pueblo del cual somos servidores. Nunca antes habíamos sufrido
los venezolanos la extrema carencia de bienes y productos básicos para
la alimentación y la salud, junto con otros males como el
recrudecimiento de la delincuencia asesina e inhumana, el racionamiento
inestable de la luz y el agua y la profunda corrupción en todos los
niveles del Gobierno y la sociedad. La ideologización y el pragmatismo
manipulador agudizan esta situación. Fruto del mencionado discernimiento
son las ideas que ahora presentamos a la consideración de todos los
ciudadanos de Venezuela.
2. En
más de una ocasión, Jesús el Señor, manifestó su solidaridad con las
personas sufrientes y que sentían alguna necesidad. Incluso llegó a
sentir compasión ante aquella multitud que le había seguido para
escuchar su mensaje. Fue cuando les pidió a sus discípulos que le dieran
de comer a todos. El mismo Señor manifestó su solidaridad con ellos al
multiplicar los panes y dar de comer a todos hasta la saciedad. Gesto de
amor y de misericordia. (cf. Mt 14,14). Este hecho relatado por los
evangelistas nos ilumina a todos nosotros miembros de la Iglesia para
poder atender a quienes en nuestro país están sufriendo por las graves
carencias de alimentos y medicinas, la violencia y la inseguridad. En
este Año jubilar de la Misericordia, los pastores de la Iglesia en
Venezuela queremos manifestar nuestra cercanía y acompañamiento a todos,
y así motivar a los creyentes discípulos de Jesús a que reafirmen con
gestos concretos la solidaridad entre todos como hermanos. A pesar de lo
dramático de la situación, nuestro pueblo ha vivido con gran dignidad e
incluso con respuestas alternativas de solidaridad. Estas nobles
actitudes constituyen signos de esperanza. ¡El pueblo nos evangeliza!.
¡Sentimos "el gusto de ser pueblo"! (Cf Francisco, La alegría del
Evangelio").
3.
Queremos alertar al pueblo! Que no se deje manipular por quienes le
ofrezcan un cambio de situación por medio de la violencia social. Pero
tampoco por quienes le exhortan a la resignación ni por quienes le
obligan con amenazas al silencio. ¡No nos dejemos vencer por las
tentaciones! No caigamos en el miedo paralizante y la desesperanza,
como si nuestro presente no tuviera futuro. La violencia, la resignación
y la desesperanza son graves peligros para la democracia. Nunca debemos
ser ciudadanos pasivos y conformistas, sino sujetos conscientes de
nuestra propia y calamitosa realidad; sujetos pacíficos, pero activos y,
en consecuencia, actuar como protagonistas de las transformaciones de
nuestra historia y nuestra cultura. ¡El Evangelio nos reclama
eficacia!. Hacemos un llamado a todos los poderes públicos, en los
diversos ámbitos de sus respectivas competencias, a que escuchen con
respeto la voz del pueblo, las diversas expresiones de sus múltiples
necesidades y sus justos reclamos.
4.
También queremos hacer un llamado de atención a todos los que se
aprovechan de la situación de escasez y carestía por la que atravesamos
los venezolanos: a los que se dedican a especular con los precios,
asaltando a los ciudadanos con la práctica del llamado "bachaqueo", como
a quienes, abusando de su autoridad, exigen pagos que no les
corresponden. Tal proceder es moralmente inaceptable y hace evidente la
falta de valores éticos en sus vidas. Aprovecharse de la necesidad ajena
para lucrarse es un crimen y un pecado mortal a los ojos de Dios, del
cual tendrán que dar cuenta en algún momento.
5.
Tanto los líderes del oficialismo como los de la oposición deben
expresar su seria preocupación por todo el pueblo, sin dejarse llevar
por intereses partidistas y particulares. Es hora de demostrar que se
está en una actitud de defensa del bien común y de los verdaderos
intereses de cada uno de los ciudadanos de Venezuela.
6. El
momento actual conlleva algunas exigencias que hemos de asumir todos a
favor del bien común. Los dirigentes políticos, sociales, empresariales,
gremiales y religiosos estamos llamados a dar testimonio tangible de
responsabilidad y de compromiso de amor a nuestra patria.
7. El
Gobierno debe favorecer todas las formas de ayuda a los ciudadanos. Es
apremiante la autorización a instituciones privadas del país, como
Cáritas y otros programas de diferentes confesiones religiosas, que no
nos metemos en la diatriba política, sino que servimos directamente a
los más necesitados, para que podamos traer alimentos, medicinas y otros
insumos necesarios, provenientes de ayudas nacionales e
internacionales, y organizar redes de distribución a fin de satisfacer
las urgentes necesidades de la gente.
8. Es
indispensable y justo preservar la sana convivencia. Las autoridades han
de contribuir, con su discurso y sus acciones, a crear un clima de
tranquilidad y paz social. Condenemos, como nos enseña Dios en el quinto
mandamiento (Ex 20,13) toda forma de violencia, reñida siempre con el
respeto a la vida. Denunciemos y condenemos los horrorosos
"linchamientos", perpetrados en algunas ciudades, signo de la
deshumanización en que han caído algunos ciudadanos. Todos los católicos
tienen la tarea de fortalecer la solidaridad entre los vecinos y en las
comunidades. Este es su primer y principal apostolado. Quienes estén
integrados en los Consejos Comunales, tienen un instrumento útil para
este propósito. Escuchemos al Papa Francisco: "vivan los conflictos en
modo evangélico, volviéndolos ocasión de crecimiento y reconciliación".
9. El
respeto a la institucionalidad es un compromiso y una obligación moral
irrenunciable. Los Poderes Públicos deben respetarse entre sí y
articularse a favor de la nación. Lo contrario, el irrespeto y la
permanente confrontación entre ellos, va en detrimento de la posibilidad
real de solucionar los problemas que nos afectan a todos.
Concretamente, el Poder Ejecutivo y la Asamblea Nacional, a más de
respetarse y actuar según su respectiva autonomía, reconociendo el papel
que a cada uno le corresponde, están llamados a dar al pueblo ejemplo
de "encuentro y diálogo" en favor de la convivencia nacional. En esta
misma línea, deben buscar, de manera conjunta, soluciones, que el
pueblo reclama, a problemas de vital importancia: la recuperación
económica general del país, el desabastecimiento de alimentos y
medicinas, la falta de electricidad y calidad de los servicios públicos,
la violencia y la inseguridad, la seguridad social de los adultos
mayores, el problema de los llamados presos políticos. La Ley de
amnistía es un clamor nacional e internacional y una contribución a la
distensión social. Desconocer a la Asamblea Nacional es desconocer y
pisotear la voluntad de la mayoría del pueblo.
10.
Todas las instancias de servicio de la Iglesia, diócesis, parroquias,
institutos religiosos, asociaciones y grupos de apostolado, institutos
educativos católicos, centros de reflexión, deben iluminar, con la
Palabra de Dios y la Doctrina Social de la Iglesia, la situación
concreta de cada región. Desde esta perspectiva, es imperativo seguir
ofreciendo la acción decidida de la Caritas Nacional, diocesana y
parroquial y las diversas acciones de la Pastoral Social. Es necesario
"primerear" la caridad. Esta ha sido la lección imperecedera de la
historia de la Iglesia. Todas nuestras comunidades eclesiales deben
abrir un espacio, de modo que se conviertan en "casas de encuentro y
diálogo" para quienes sincera y desinteresadamente buscan construir la
paz. Todo esto lo sustentamos en la Palabra de Dios, la eucaristía, la
oración y la caridad evangélicas.
11. En
medio de las dificultades del presente y las sombras que oscurecen el
porvenir, estamos invitados a ver y sentir el "paso" del Señor en medio
de nosotros. Descubrirlo nos ayudará a actuar como "Testigos" del
Resucitado y edificar en Venezuela el Reino de Dios, de justicia, amor y
paz, sabiendo que "si el Señor no construye la casa en vano se cansan
los albañiles" (Salmo 126) Para ello contamos con la intercesión de
María de Coromoto, quien es Madre que nos acompaña y consuela y
"estrella de la evangelización".
Con nuestra afectuosa bendición episcopal.
Caracas, 27 de Abril de 2016
FUENTE: Conferencia Episcopal Venezolana
REMISIÓN: Robert Gilles Redondo.