De: Enrique Melendez O. melendezo.enrique@yahoo.com
Date: sáb., 28 de diciembre de 2024 5:02 p. m.
Subject: artículo.
¡FELIZ NAVIDAD 2024!
Enrique Prieto Silva
Martes 24 de diciembre de 2024
Dijimos en 2019, que ¡solo con esperanza se mantiene la vida, y la esperanza no es un mito, es una realidad, si pudiéramos decirlo, la única realidad que nos hace vivir!, también dijimos como exhorto, que con frecuencia que con frecuencia y en apoyo a esa realidad repetimos: ¡amanecerá y veremos!, ya que no solo queremos amanecer, que es el signo de esa esperanza de vivir, sino que nos auspiciamos el mayor signo de esperanza, ¡ver ese vivir como fruto de la vida!
En los actos cristianos existe el pensar que la celebración de la Navidad es la mejor forma de agradecer al Dios de los cielos por permitirnos disfrutar de la vida, es un tiempo maravilloso en el que se respira generosidad, humildad, gratitud, solidaridad, reconciliación, paz, amor; donde el nacimiento del Niño Jesús es motivo de festividad, y su enseñanza cobra vida en la humanidad.
Durante esta época estamos llamados a vivir los valores que sobresalen en la tradición navideña. Es un momento para reconciliarnos con nosotros mismos; con esa esperanza de que tendremos el valor para afrontar los avatares y también el de enfrentarlos con dignidad e inteligencia.
Hay quienes piensan que es momento de parsimonia, donde solo el pensar debe motivar nuestra acción y reacción, pero algunos pensamos que, al contrario, celebrar el nacimiento del Cristo redentor nos invita a modelar bienes de inteligencia motora, de parsimonia activa, que, como la luz de Belén, nos ayude a encontrar ese norte, como el que guio a los Reyes Magos a encontrar el Niño Dios de la esperanza. Es allí donde surge la esperanza; esa que despierta el brillo de la Navidad y hace renacer también los valores más representativos para, en cadena natural transmitirlos a los hijos y vivirlos en familia.
Sin dudas, uno de los mayores lamentos en nuestra patria, que desde hacen más de dos décadas sin rumbo claro, ha sido la pérdida de la esperanza que nos permita el reencuentro con la sinceridad y la democracia, que aunque parecieran contradictorias, son las bases gemelas de un sistema de gobierno que elimine la torpeza como acción y reemplace la estupidez de su ortodoxo socialismo por una obra de paz cubierta de actos inteligentes en un mundo que, sin remedio, asumió la universalidad de la globalización indetenible, que obliga a vivir sociabilizado pero sin mordaza.
Haciendo un alto en el acontecer político, transformado en incertidumbre des pues del 28 de julio pasado, no podemos olvidar que la Navidad es sinónimo de solidaridad, de cooperación, de servicio, de sensibilidad ante las necesidades del otro; lo que nos obliga a ser solidarios con la familia, con quien nos sirve en el centro social, en la escuela, con el compañero de trabajo, con el anciano inmovilizado, con el colega, con el copartidario, pero más con el contradictorio ideológico que en su terquedad, cree que es posible eliminar al adversario por sumo capricho, creyendo que es cierto que todo es de todos, olvidando la gracia de Dios, que como dice la encíclica: "Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno… Ahora bien, la tierra no da sus frutos sin una peculiar respuesta del hombre al don de Dios, es decir, sin el trabajo"
En estos momentos de incertidumbre política, debemos insistir en mantener la esperanza de que, a pesar de los errores políticos, la Navidad sirva para marcar el hito del cambio hacia la Venezuela que todos queremos, una patria en paz, en concordia, pero sobre todo con racionalidad política y constitucionalidad en democracia. ¡Feliz Navidad!
El fin de los subsidios norteamericanos al régimen chavista
Por: Humberto González Briceño
El presidente de los Estados Unidos Donald Trump en su campaña electoral abordó tangencialmente el tema Venezuela desde dos ángulos: Inmigración y política energética. En ambos casos se trata de áreas sensibles para los EEUU que se entrecruzan con Venezuela.
En los discursos de Trump no se escucharon advertencias directas al régimen chavista marcando una clara diferencia con lo que fue su primera administración donde sus asesores recomendaban una política de máxima presión directa y mantener todas las opciones (militares) sobre la mesa.
Hay que subrayar que la política global de Trump en cuanto a sacar a los Estados Unidos de los conflictos internacionales y armados del mundo de alguna forma entra en colisión con la esperanza y la expectativa de millones de venezolanos que en el peor de los casos espera que su nueva administración haga algo para ayudar a sacar al chavismo del poder y recuperar la democracia en Venezuela.
La debilidad estructural de la oposición venezolana y su incapacidad operativa para desplazar al chavismo por vías institucionales es lo que ha cerrado la atención en lo que puedan hacer otros países de la llamada comunidad internacional y más específicamente los Estados Unidos.
Sin embargo, el presidente electro Donald Trump ha enviado suficientes mensajes para inferir que, a menos que el chavismo cometa un dislate y cruce el semáforo en rojo de los intereses de los EEUU, no se puede esperar una política de intervención directa en lo militar, lo político o lo financiero contra el régimen venezolano.
Se puede anticipar que las interacciones entre el nuevo gobierno de Trump y el chavismo estarán reguladas por los temas que le interesan a los Estados Unidos tales como inmigración y petróleo.
En cuanto a inmigración Trump ha anunciado su intención de deportar a inmigrantes venezolanos incursos en delitos y espera que estos sean recibidos por el régimen venezolano en el proceso de repatriación.
La búsqueda de independencia energética y bajos precios del petróleo parecen tener mucho más peso en la agenda de Trump que el aplicar sanciones financieras y embargos petroleros al régimen chavista solo para buscar su debilitamiento. A diferencia del gobierno de Joe Biden Trump buscará la forma de terminar el conflicto Rusia-Ucrania y así liquidar la situación que hoy obliga a los Estados Unidos a entenderse con un proveedor de petróleo barato y confiable como Venezuela.
A nadie debe sorprender las declaraciones de Donald Trump hace unos días confirmando que su gobierno no le comprará petróleo a Venezuela. Esto quiere decir que muy probablemente la política laxa de sanciones tibias con excepciones para el régimen chavista será sustituida por otra más clara y concisa que propone no comprar más petróleo venezolano y por el contrario liberar las reservas petroleras de los EEUU e incrementar las operaciones de fracking.
La nueva política petrolera de Trump será un duro golpe para el régimen chavista que tendrá que ingeniárselas para preservar su estabilidad en medio de una severa sequía petrolera por lo menos los próximos cuatro años.
Se podrá argumentar que en esta nueva situación el chavismo le entregará la producción y la industria petrolera a China e Irán. Esto ya se intentó en el pasado precisamente durante el primer gobierno de Donald Trump y su efecto fue insignificante y marginal. Por alguna razón los chavistas sin ningún rubor ni desenfado se lanzaron a los pies de Joe Biden para darle petróleo a los Estados Unidos cuando este país comprometió sus intereses en el conflicto Rusia-Ucrania.
Más allá de lo que puedan decir de boca hacia afuera los chavistas saben que el mejor comprador de petróleo barato venezolano son los Estados Unidos. Eso justifica mandarle guiños y carantoñas al nuevo gobierno de Donald Trump. Pero todo parece indicar que la política de subsidios y concesiones del gobierno norteamericano al régimen chavista ha llegado a su fin. Por la razones que sean, pero esta nueva política tendrá inevitables efectos en la recurrencia del Estado chavista, un régimen desesperado y hambriento de petrodólares para sostener su aparato militar-policial.- @humbertotweets
Por: Humberto González Briceño
Es una obviedad decir que Venezuela no es Siria. Pero el empeño de algunos en simplificar y banalizar lo político obliga a repetir lo obvio para no seguir dando vueltas en el mismo círculo vicioso en el que estamos metidos los venezolanos desde 1999.
Por supuesto que hay razones para celebrar el derrocamiento de un sanguinario tirano como Bashar al-Assad en Siria, pero un examen más detallado de la coalición de intereses y fuerzas musulmanas que ahora toman el poder debería provocar prudencia hasta que se defina la orientación del nuevo gobierno. Esto no resta importancia al hecho concreto que al menos este nudo ha sido desatado a pesar de lo doloroso e incierto que esto pueda ser.
Lo primero que habría que precisar es que aunque Bashar al-Assad huyó hacia Rusia no es correcto caracterizar el evento como la caída de ese régimen sino más bien como su efectivo derrocamiento. La idea de caída sugiere el desplome del sistema en un vacío cuando en realidad lo que ha ocurrido es el resultado de intensas luchas que se prolongaron en el tiempo para derrotar al régimen. Es decir, sin fuerzas militares actuando contra ese régimen su salida jamás habría ocurrido en forma espontánea y automática.
La tesis de la caída o el colapso del régimen de Bashar al-Assad sin tomar en cuenta las cruentas guerras que llevaron a eso es una tesis propagada por quienes quisieran ver en Venezuela también una especie de desenlace milagroso, esto es que un día amanezca y ya no existiera el régimen chavista porque por razones desconocidas, que tampoco interesa conocer, ha caído o desaparecido.
Una tesis fundamental en la lucha política y en los asuntos militares es que los vacíos no existen. Los espacios siempre son ocupados por fuerzas que están en tensión y lucha unas contra otras. Los regímenes políticos y más concretamente las tiranías simplemente no caen porque moralmente son perversas sino porque en una coyuntura específica un conjunto de fuerzas, internas o externas, alcanzan masa crítica y actúan para su derrocamiento.
Quienes apuestan por la "caída" espontánea del régimen chavista tendrán que seguir esperando que al igual que en Siria ahora en Venezuela se produzca una coalición de intereses y fuerzas dentro y fuera de Venezuela que tengan la capacidad para articularse militarmente y logren derrocar al chavismo.
Y aquí hay otra gran diferencia entre Siria y Venezuela. El derrocamiento de Bashar al-Assad en Siria no fue el resultado de unas elecciones fraudulentas sino de una compleja y prolongada operación militar que combinó fuerzas internas y externas. Por supuesto que se puede invocar las diferencias y las especificidades culturales y políticas entre Siria y Venezuela para explicar porque la lucha armada allí tuvo un desenlace y aqui aun no, pero lo que también es cierto es que si la oposición a al-Assad hubiese optado por por buscar la salida del régimen por vías institucionales seguramente ese régimen aún estaría en el poder.
Venezuela no es Siria, ni Nicolás Maduro es Bashar al-Assad. Esto que es obvio hay que recordarlo para no seguir cayendo en el error de creer que el chavismo se cansara de martirizar y destruir a Venezuela para mansamente entregar el poder o que algún día nos sorprendan con la noticia de que el régimen chavista milagrosamente ha caído. Para ver en Venezuela algo parecido a lo ocurrido en Siria tendría que producirse una conjunción de fuerzas y movimientos militares, internos y externos, que se impongan sobre el régimen chavista y lo expulse del poder. Todo lo cual es posible, pero en actual coyuntura parece improbable.- @humbertotweets
Por: Humberto González Briceño
En condiciones normales el chavismo debería prepararse para entregar el poder después de la aplastante derrota sufrida el 28 de julio. Más aún, en condiciones normales en Venezuela no deberían existir presos políticos y las fuerzas militares deberían ser garantes de los derechos constitucionales para todos los venezolanos.
Esto ocurriría si y sólo si existieran condiciones normales en un régimen político con pesos y contrapesos constitucionales. Pero eso no es lo que hay Venezuela donde lo que impera no es el Estado nacional venezolano sino el fascismo chavista del siglo XXI.
Millones de venezolanos fueron testigos de primera mano de los masivos y sistemáticos fraudes electorales chavistas perpetrados en estos 25 años. Esos mismos venezolanos decidieron momentáneamente abandonar el escepticismo militante y darle una nueva oportunidad al voto como mecanismo para sacar al chavismo del poder.
La gente apoyó en forma entusiasta y mayoritaria esta propuesta porque además se les prometió que esta vez, a diferencia de las anteriores, era posible ganar y cobrar. Sugiriendo de alguna manera que la falla antes había estado en que aún ganando no se había cobrado, quizás por falta de voluntad.
Las dudas razonables de millones de venezolanos fueron atajadas con un fulminante "...esto es hasta el final". Sin certeza sobre el significado de este "final" millones dejaron a un lado el escepticismo y la incredulidad para sumarse al jolgorio de la fiesta electoral orquestada por el chavismo. El final podría haber significado el último día de la tiranía o simplemente referirse al final de los tiempos terrenales. Eso nunca se explicó, sencillamente porque era un sofisma para inducir la emoción y la esperanza, más no la racionalidad.
Esto es, si en los meses previos al 28 de julio se hubiese podido adelantar la película para ver a María Corina Machado diciendo "ya hicimos nuestra parte, ahora le toca a la comunidad internacional" o "si Maduro se juramenta el 10 de enero será peor para él" seguramente menos gente había acudido a votar en lo que terminó siendo un robo a mano armada a plena luz del día.
Pero es que se sabía de antemano que el chavismo se iba a robar las elecciones, como siempre lo ha hecho. Solo que esta vez fue a mano armada. A nadie se le dijo que lo que se buscaba era una victoria moral o simbólica para demostrar ante la comunidad internacional que el chavismo carece de apoyo popular. De ser así, poca gente habría votado ¿Por qué? porque la promesa de ganar y cobrar siempre fue inviable ya que con el Estado chavista no existen garantías institucionales para hacer valer la voluntad popular. Y eso lo sabían desde el principio María Corina Machado y la oposición que le acompaña.
La verdad, la realidad que aún tratan de esconder a la gente es que en estas condiciones no hay forma de cobrar el triunfo electoral de Edmundo Gonzalez el 28 de julio. Por eso María Corina vuelve a matizar su discurso, esta vez para comenzar a modular las expectativas que hay con la juramentación de Edmundo Gonzalez el 10 de enero y adelantarse a la situación más probable que es la eventual juramentación de Nicolás Maduro en Venezuela rodeado de sus operadores civiles y militares.
No es otra cosa la que quiere decir María Corina Machado cuando asegura que si el 10 de enero se juramenta Nicolás maduro "será peor para él". ¿Peor en qué sentido? ¿Es factible una intervención militar internacional para corregir esa desviación? ¿O acaso vendrán verdaderas sanciones financieras contra el régimen y sus operadores? Este es un razonamiento tan infantil como aquel que sugiere que Maduro podría renunciar si se le presentaba una "amenaza creíble", o sea una amenaza que sin ser tal amenaza produzca el efecto intimidatorio de amenaza.
La lógica que usa María Corina Machado para enfrentar al chavismo es tan equivocada como la que ha usado la MUD a lo largo de estos 25 años. En ambos casos no solo coinciden en subestimar al chavismo sino también en suponer que es posible que el chavismo se rinda y mansamente entregue el poder. Esa manera ingenua de asumir la oposición ha sido toxica y perversa embarcando a cientos de miles de venezolanos de buena fe en intentos espontanees y suicidas que terminan en cárcel o asesinato político.
Pedirle al chavismo que se rinda y entregue el poder mientras su aparato militar-policial ejecuta linchamientos masivos de civiles desarmados es un ejercicio de sadismo o masoquismo político. Depende de cómo se le vea.- @humbertotweets