LA VENGANZA SOBRE LOS VENCEDORES….
A Martin Lon y Gustavo Villasmil, dos venezolanos de excepción que me honran con su amistad.
Empezaré diciendo que me nublan el dolor y la ira. Empezaré, igualmente diciendo que un escrito de mi dilecto amigo y compañero el GENERAL Martín Lon Blanco y las reflexiones sobre Salud Pública que otro entrañable amigo, el DOCTOR Gustavo Villasmil Prieto ha realizado en innumerables oportunidades, sirven de base a este escrito, que no hace sino glosar sus ideas. Ellos ponen la razón y yo las pasiones.
Cuando en 1973 ingresamos a la Academia Militar de Venezuela, que no era cuna de un carajo, pero que formaba hombres dignos y útiles a la Patria, nosotros, muchachos venidos de cualquier rincón de la geografía del país, con el secreto deseo de ser SOLDADOS y veíamos en los uniformes de nuestros cadetes superiores, el sencillo distintivo con la punta de lanza y el machete que indicaba haber realizado el curso de cazadores, en nuestra bisoña imaginación, evocábamos gestas y aventuras en lugares no imaginados del territorio patrio.Nuestros oficiales de planta, todos ellos veteranos en la lucha contra la subversión y las tres invasiones cubanas a territorio nacional, eran objeto de preguntas por parte de nosotros para que nos narraran sus experiencias.
Pero entre los instructores invitados estaban los Dioses del Olimpo, los purificados por el combate y las heridas, en un Ejército avaro para reconocer méritos allí estaban, uniformados de interior del cuartel ataviados con la ansiada boina verde, nuestros Dioses: Otto Ludewig , Bernardo Rigores, Ramírez Piñerúa, Rodríguez Corro, Camilo Vethancourt, Duque Vivas, Vinicio Sánchez… los vencedores de Cuba, los miembros del único ejército en América en derrotar completamente al comunismo con las armas y si, los veíamos como Dioses.
Más adelante, en la inhóspita región de El Bachiller, en la fila de Chaguaramal y Fila Maestra, nuestra promoción realizó el ansiado curso en pos de la punta de lanza y el machete. Allí los vimos por primera vez, en el batallón de Cazadores Genaro Vásquez Nº 1. Los Cazadores parecían animales de guerra, tostados por el sol, ágiles, nervudos, sobrios, silenciosos, certeros, letales. Allí estaban nuestros instructores: el morocho Cermeño Carvajal, Hernández Tedesco, el Maestro Ramirez, Aponte y el comandante José Luis Prieto, el mismo que siendo ministro le hizo la corte a Fidel, el que invadió tres veces.
Después, en la locura desatada por Bandera Roja y su frente Américo Silva en los años 70, fue a nuestras promociones a quienes nos tocó poner la carne en el asador, La Simón Bolívar, con todo y su subteniente que soñaba con ser guerrillero, la Carabaño y la MacGregor, la nuestra, que envió el 70 % a los batallones de cazadores: Paez, Carvajal, Aramendi, Briceño, Rondón, Campo Elías, Genaro Vásquez, Cedeño, Zaraza y Silva, los que quedaban.
Allí conocimos al resto de los veteranos. De poco hablar y mucho hacer, con sus virtudes y defectos, esos superiores en grado nos enseñaron a combatir al adversario agazapado, al de la emboscada artera, a los empecinados que querían derrotar la democracia con la boca de un fusil. De nuestra parte hubo una respuesta.
Después nos dio vergüenza la victoria…tanto sobre la Cuba comunista como sobre los mismos venezolanos. Entendimos la pacificación como olvido. Ellos, no. Esperaron a que alguien, de nuestras propias filas para mayor escarnio, les diera la carta blanca para la venganza.
No bastó el haberse quitado, mediante una amnistía parcial y por medio de un ilegal congresillo, toda responsabilidad por los hechos ocurridos entre 1960 y 1999, eso si…SOLO LOS DE ELLOS!!!!...una Amnistía parcial y parcializada. Caso único a nivel mundial. Y nuestros mandos no dijeron nada,
Poco más tarde, empezaron a anularse cosas juzgadas, pasándose por el forro, no sólo toda la teoría del derecho penal en cuanto a sentencias y prescripciones, sino al propio Estatuto de Roma y empezó la cacería de brujas sobre los vencedores de Cuba y lo que es peor, la grosera y ventajista exaltación de los derrotados, como nunca había ocurrido en la historia del país.
Se me nubla la vista y se me quiebra la voz cuando veo que:
Mientras se lleva al Panteón Nacional a dos guerrilleros fracasados, uno suicida y otro asesinado por sus propios compañeros, el general Párraga y el coronel Omaña murieron detenidos en su casa por supuestos delitos prescritos hace más de 20 años y por la sola mención de sus nombres en novelas reeditadas y financiadas por los derrotados, ahora en el poder
Mientras un oficial, mentiroso, resentido y traidor a su Fuerza y a su gente organiza un homenaje en Machurucuto para HONRAR A LOS INVASORES DE SU PATRIA!!!, colocando un monumento, el general Juan Manuel Bogado Velasquez, el hombre que el 9 de mayo de 1967 los enfrentó a plomo limpio, murió de COVID19 en una carpa de hospital improvisado, sin tener derecho, al menos, de morir en el Hospital Militar, como corresponde a un oficial general.
Mientras un resentido exgobernador coloca avenidas, bibliotecas y dispensarios con el nombre de asesinos, los subtenientes Andrés Moreno Uribe y Alberto Verde Graterol, asesinados por ellos, permanecen en el olvido.
Mientras al asesino Elegido Sibada(a) Magoya, le erigen estatuas, el coronel Gabriel Duque Vivas muere de mengua, acompañado, Gracias a Dios, de las dignas mujeres de su casa.
Mientras se editan con dinero del Estado los miles de embustes y calumnias producto de las "memorias" de los derrotados, estas se usan para encarcelar al general Simón Tagliaferro de Lima
Mientras se glorifica el asesinato, robo, hurto, latrocinio, fusilamientos, terrorismo como acciones “revolucionarias” el nombre de los vencedores de Cuba permanecen en el olvido y no han llegado al oprobio gracias al celo de sus compañeros de armas.
¿Por qué negarle a esos oficiales, los vencedores del castro comunismo, hasta la satisfacción que da, el reconocimiento de la misión cumplida?
¿Por qué negarles el derecho a una atención médica digna en los Hospitales militares y el derecho incontestable de morir entre los suyos, como corresponde y no en el colchón mugriento de un hospital público?
¿Por qué las muy dignas, dignísimas mujeres de esos oficiales y me refiero a sus esposas, madres, hermanas e hijas tienen que poner en evidencia la deshonra e ingratitud institucional al pedir colaboraciones para que sus deudos tengan un entierro digno y civil, pues ni un modesto corneta despide a esos guerreros después de tanto servicio, abnegación y a veces sangre?
Y si, respiro por la herida, peor que la recibida en combate aquel día de abril de 1978, al igual que Wilfredo y Henry, los otros heridos de mi promoción…al igual que aquellos que jalonaron con sangre la victoria, antes olvidada y ahora escarnecida
¿Por qué Duque Vivas se murió un poco triste, preocupado y desconsolado?
¿Por qué murió Bogado en la carpa de un hospital improvisado, al igual que Francisco Blanco Berroterán?
¿No eran héroes, acaso, por haber luchado a sangre y fuego por la integridad territorial y la democracia expulsando a los invasores de Tucacas, Cocal de los Muertos y Arapito?
¿No eran héroes por habernos enseñado a combatir y a cumplir con los deberes para con la Nación?
¿No eran héroes, como El Alemán, el Francés y Roco por haber llevado a cabo las misiones más exigentes y peligrosas?
¿Es que acaso perdieron sus derechos a atención médica, a su pensión y a los magros y austeros beneficios del IPSFA y el Hospital Militar o de Horizonte?
Me copio de Martin Lon, quien en ocasión de la muerte del General Atilio Merlina Godoy, llegó a un diagnóstico que escuece el alma: a esos viejos soldados los traicionó la Patria
¡Vergüenza del país que abandona a sus soldados!
¡Vergüenza del país que abandona a sus guerreros que lucharon por él!
Más les hubiera valido haber muerto en combate que abandonados a su suerte por la Institución que los formó…más vale que dijeran como Escipión, el Africano a quien su patria, Roma, jamás le perdonó el delito de haberla salvado. En su dolor y decepción llegó a decir:
-¡!!Patria ingrata!!!! ¡¡¡¡¡Nunca tendrás mis huesos!!!!!!
REMISIÓN: Por bondad de, Pedro Salazar Monsalve. Carlos García Contreras y Miguel Zambrano Becerra.