En su columna de hoy, publicada en El Nuevo Herald, Carlos A. Montaner asegura que la reacción de los senados de Brasil y Paraguay con respecto a la entreda de Venezuela a Mercosur, es todo un símbolo de rechazo ante la “estridente y oportunista” injerencia y la vocación imperial de Chávez.
Esta es su columna completa:
El Senado brasilero ha protestado contra el atropello de Hugo Chávez a la libertad de expresión. Hasta ahora, ese cuerpo legislativo no ha dado su conformidad al ingreso de Venezuela al MERCOSUR.
El Senado paraguayo tampoco parece dispuesto a apoyar la solicitud “bolivariana” de acceso al organismo. El MERCOSUR tiene entre sus reglas de adhesión una “cláusula democrática” y el gobierno venezolano no cumple los requisitos. Los senadores sospechan de las intenciones del “socialismo del siglo XXI” y temen que el presidente Fernando Lugo, de la mano de Chávez, esté intentando arrastrarlos en esa dirección.
La reacción contra el chavismo, aunque demorada y todavía débil, era previsible. La vocación imperial de Chávez y su injerencismo son demasiado estridentes y oportunistas.
Chávez le concede a cada aliado lo que necesita. A los candidatos de su vasta familia política les da dinero y asesoría para ganar elecciones y luego para mantenerse en el poder comprando voluntades.
La maleta repleta de petrodólares descubierta en Buenos Aires con destino a los Kirchner, esa “flor de pareja”, era sólo un botón de muestra. A las narcoguerrillas colombianas de las FARC les proporciona santuario, armas y dinero para sangrar al país vecino y al odiado gobierno de Uribe. A los terroristas de Hamás y Hezbolá y a Gadaffi los corteja con una permanente campaña antijudía y antiisraelí.
En Jerusalén no olvidan que uno de los primeros actos de gobierno de Chávez fue el envío de una carta solidaria al terrorista Carlos Illich Ramírez, el Chacal, preso en una cárcel francesa por sus múltiples atentados y asesinatos contra el Estado judío.
A los rusos los soborna y contenta con la compra millonaria de armas y aviones, los invita a maniobras navales conjuntas, y les ha dicho que el país examinaría de buen grado la presencia militar permanente de ese país o la instalación de una base de escucha como la de Lourdes, que existiera durante muchos años cerca de La Habana, cerrada en el 2001 por Vladimir Putin, y con la cual Moscú espiaba todas las comunicaciones norteamericanas de la costa atlántica. A los chinos, más pragmáticos, los complace comprometiendo las entregas de petróleo a un precio preferencial, para que puedan seguir creciendo al ritmo del 8 o 10% anual.
No hay la menor coherencia moral o ideológica en el sistema chavista de alianzas. A Hugo Chávez le da lo mismo el indigenismo colectivista y autoritario de Evo Morales, el islamismo fanático de Ahmadineyad, la cleptocracia kirchnerista, el estalinismo decrépito de los hermanos Castro, el capitalismo mafioso de Rusia o la versión salvaje y autoritaria que arraigó en China.
Le tiene sin cuidado si sus aliados de Hamás y Hezbolá dinamitan autobuses escolares o instituciones de beneficencia, como ocurrió con la AMIA en Buenos Aires, o si secuestran ciudadanos indefensos, extorsionan y trafican en drogas, como sucede con las FARC colombianas.
Todo lo que se les exige es que practiquen alguna suerte de antiamericanismo, le den respaldo político y diplomático a su proyecto de conquista planetaria y sean renuentes al mercado y a las libertades individuales.
En su gráfico lenguaje cuartelero, Chávez se refirió a uno de sus adversarios, al que obligó a abandonar el país para no acabar en la cárcel, como “un loco con un cañón”. En realidad, el loco provisto de un cañón es él, y no deja de disparar constantemente contra cualquiera que se mueva, lo critique o le moleste.
¿En qué terminará su vertiginosa aventura? Obviamente, en el desastre. No se puede pelear en tantos frentes sin que en algún momento sobrevenga la derrota. La reacción de los senados de Brasil y Paraguay es todo un símbolo.
Después de escrito este artículo, hace unas horas, fue encausado en New York el oficial de inteligencia sirio Jamal Yousef, con pasaporte venezolano, acusado de de intentar venderles a las FARC un impresionante arsenal en el que había 18 misiles tierra-aire para derribar aviones.
La transacción incluía el intercambio de una tonelada de cocaína. Yousef había vivido en Venezuela al amparo del gobierno de Hugo Chávez y se había trasladado a Honduras en época del gobierno de Zelaya. El actual gobierno hondureño lo entregó a las autoridades norteamericanas por medio de la DEA.
América Latina reacciona contra Chávez
Carlos Alberto Montaner
Publicado en El Nuevo Herald