Chávez se enfrenta a su propia Mortalidad
Para la mayoría de las personas uno de los principales enigmas de la vida, es la muerte.
Los creyentes de Fe creen en un mundo espiritual que los recompensará o
demandará, dependiendo de sus acciones pasadas en el plano terrenal. Lo
no creyentes piensan que al morir, todo llega a su final y no existen
otros planos distintos al físico que experimentamos aquí en la tierra.
Apartando las contradicciones de cada bando, todos estamos conscientes y
aceptamos como una verdad absoluta: que la muerte es inevitable, no discrimina y es imposible de presagiar.
En
la historia de la humanidad hemos observado personajes que han llegado a
acumular poderes impensables, territorios vastos y riquezas
incalculables. Muchos de ellos han tratado de encontrar la fuente de la
juventud, pociones mágicas, el Santo Grial y hasta han incursionado en
el mundo de lo esotérico, pactando con el mas allá en su afán de
alcanzar la inmortalidad. Ni reyes, ni emperadores, ni dictadores, ni
presidentes vitalicios, ni multimillonarios, ni santos; han logrado
vencer el decreto final: somos mortales y estamos destinados a convertirnos en polvo.
Ayer
cuando observaba el féretro del ex presidente argentino Néstor
Kirchner, rodeado por múltiples presidentes y flanqueado por su esposa
Cristina, actual presidenta de Argentina, recordaba la muerte del Papa
Juan Pablo II y el accidente aéreo en el que murió el presidente de
Polonia con su esposa y el Alto Mando militar; hace apenas unos meses
atrás. Así es la muerte, silenciosa, imprevista y certera. Le
da igual si somos rojos o azules y siempre cumple su cometido. Mendigos
o reyes, no importa; tarde o temprano caeremos en sus brazos.
Me llamó mucho la atención ver a Chávez tan compungido y alterado,
observando con detenimiento y de manera dubitativa la urna del ex
presidente Kirchner, posicionada céntricamente en la rotunda del
capitolio argentino. Y no es para menos, en los últimos meses nuestro colorido autócrata ha sentido la muerte muy de cerca. Falleció uno de sus mentores e ideólogos principales en la figura de Muller Rojas. También expiró Luis Tascón, tristemente recordado por su infame lista que hasta el día de hoy cobra victimas inocentes. Igualmente la muerte de William Lara, ex gobernador de Guárico, lo tomó fuera de base en plena campaña electoral.
¿Qué pasaría ayer por la mente de Chávez? ¿Por qué tan callado y ensimismado? ¿Habrá
sentido la mortalidad propia de los seres humanos observando con
pesadumbre el elegantísimo féretro de su ex aliado Néstor Kirchner? Solo él lo sabrá pero presiento que sí. Creo que entendió que el poder es efímero y que le queda poco tiempo.
Dicen
los ancianos que la muerte llama a la muerte y que a los muertos hay
que dejarlos descansar en paz. Irrespetar los restos sagrados de los
fallecidos, como hizo Chávez con los despojos mortales de Bolívar y su
hermana, es deplorable. Asimismo, jugar con la muerte haciendo pactos
oscuros con las fuerzas del más allá a
través de paleros y santeros, ha de ser contraproducente; especialmente
en un país donde más del 90% de la población es católica.
De igual manera, creo que la sistemática invocación a la muerte por medio del lema: Patria, Socialismo, o MUERTE,
le pasará factura más temprano que tarde a nuestro perturbado caudillo.
La ley de la atracción es inviolable y proyectamos lo que queremos, su
discurso se basa en la muerte, el odio y la destrucción, en algún
momento recogerá lo cosechado. El poder de la palabra es infinito y sus repercusiones muchas veces inmediatas.
Creo
que Chávez poco a poco se va dando cuenta de que es un simple mortal y
que finalmente el destino lo alcanzará. No quisiera estar en su pellejo
porque de solo pensarlo siento escalofríos. Dijo una vez John Adams,
ex presidente de los EE.UU., “que no había nada más patético que un ex
presidente”. Yo modificaría el pensamiento y afirmaría: “No hay nada más patético que un ex dictador”.
Algo
me dice que Chávez inconscientemente se vio reflejado en los restos
inermes de Néstor Kirchner y en el llanto inconsolable de una viuda con
poder.
Finalizo
con unas líneas que me enviaron a mi correo personal y que creo
prudente reproducir a continuación, el autor firma con el siguiente
seudónimo: Wk1
Me has invocado…
Me
llamas constantemente. Desde tu ‘alta’ tribuna, con tu férrea e
inquebrantable voluntad: me llamas en toda ocasión… Me has incluido en
todos los discursos: y en toda tropelía de la que se jactan tus
seguidores… quienes se hacen eco de tu incontinencia verbal… Me incluyes
hasta en los documentos oficiales de ese caos orgánico que denominas
revolución. Una y otra vez, me invocas: en el día, en la noche, en cada
rincón de tu país. Sin descanso. Sin quebranto. Sin dudarlo. En tu
osadía –hasta parecieras quererte apropiar de mí: como si fuese una
ficha más de la ilusión de tu reino pasajero en ese territorio el cual
has manejado y seguirás manejando a tu antojo. Pareciera que no hubiera
rincón del mundo –literalmente hablando- donde tu sombra no se haya
posado –y no muy lejos de ella: tu furiosa verborrea la cual me invoca
de nuevo. Levantas los puños. Fijas la mirada. Golpeas mesas. Gritas sin
descanso. Has logrado extender mi dominio sobre cada parte de la tierra
a la que pagas con diaria traición. Bien recuerdo como no me
mencionabas antes de aferrarte al poder.
En
cada entrevista que dabas –muy bien lograbas sellar tus labios y jamás
derramar mi nombre ante la atónita y fascinada audiencia. Una y otra vez
me negaste. Sabias bien lo que hacías: tan solo esperabas tu momento
para invocarme. Todos tus hipnotizados acólitos repiten en coro –y sin
pensarlo mucho- mi nombre: una y otra vez. En tu corte ‘espiritual’
isleña de asesores, me invocan igualmente. Y así: debo de aparecer. He
estado contigo durante interminables meses y meses… Tan sencillamente
cumplo tu mandato. Me invocas y aparezco. Mi omnipresente sombra ha
quedado plasmada en cada esquina de tu país. Cada día crezco. Cada día
me fortalezco. Cada día tú y tus seguidores: me hacen más fuerte,
imbatible… mezclando en el paladar de tus súbditos el amargo sabor de mí
presencia. Tú me has fortalecido: constantemente, me traes nuevos
miembros –de todas partes del mundo. Los entrenas. Los cobijas. Los
proteges. Los amas… Y yo, siempre silenciosa, ahí estoy. Presente. Para
quedarme. Sigue invocándome. Sigue pronunciando mi nombre. Poco me
importa lo que se pueda decir de mí. Pero jamás te olvides que nunca
podrás apoderarte de mí: pues no respondo a nadie; pues nadie jamás
podrá ser mi dueño. Jamás te olvides que de tanta invocación: no me iré
hasta haberte reclamado para mi reino –a ti, y a tus ciegos seguidores.
Pues siempre me invocas al final de toda frase. Que quien soy? La que
pacientemente espera por ti… La Muerte…
“El hombre débil teme a la muerte; el desgraciado la llama; el valentón la provoca y el hombre sensato la espera”.
Benjamin Franklin
¡Patria, Democracia y Libertad!
Roberto Carlo Olivares
29-10-10