LA ADULANCIA
“No favoreceré
a nadie ni halagaré a ninguno; yo no sé adular a nadie; si lo hiciere mi
creador me castigaría” (Job 32:21-22).
Siempre trate de evadir este tema pero ya es incalable la situación. Jamás se
había visto tamaña muestra de servilismo y adulación corrupta por parte de señores pagados
con nuestros propios fondos públicos. Cada día
podemos notar que los ciudadanos honestos y trabajadores nos fregamos para ganar el sustento a sus hogares mientras que otros a base de
lisonjear llevan una vida ostentosa.
La costumbre de ridiculizar a los prepotentes y soberbios es muy
antigua, y se basa en la simple observación de que detrás de ellos, siempre
vienen los aduladores. A propósito, una sátira a la adulancia que más risa ha
causado: cuando José Tadeo Monagas preguntaba la hora, un adulante que siempre
tenía al lado le respondía: “La que usted quiera que sea mi general”.
La alabanza es la acción de declarar con expresiones de aprecio el buen
concepto que se tiene de otra
persona. Debemos alabar a Dios de todo
corazón y con regularidad en nuestra adoración; con expresiones
sinceras y de agradecimiento. No está mal alabar a los seres humanos. La alabanza merecida por conducta o logros que la merecen
edifica tanto al que lo da como al que la recibe, hace que aumente el afecto
mutuo, anima al individuo a ponerse metas dignas de encomio. La alabanza
merecida estimula los valores que alguien se ha puesto delante. De tal manera que debemos
utilizar nuestra forma de hablar de un modo que honre primeramente a Dios y a nuestros
semejantes.
La adulación en cambio es la acción de alabar a alguien pero de manera exagerada e
insincera, generalmente por el interés de obtener algún beneficio.
Da tristeza ver como algunas personas de manera excesiva adulan al
exterminador –perdón- a su mentor, llegando incluso a darle una imagen
exagerada de su propia valía y recae más propiamente sobre las circunstancias
que hacen notable la cosa exagerada. Saca de quicio esa situación porque esa
desmesurada adulación llega al punto de
deformar la verdad o realidad de las cosas fuera de todo asidero racional, a
tal extremo que en lugar de dar el
mérito esperado, ridiculizan al que
sirven sin vergüenza alguna; es increíble que en su hablar dibujan una adhesión
fanática e irracional. Muchas veces los labios aduladores debilitan la
resistencia que oponemos a la conducta inmoral.
Hombres que en la mayoría de los casos son profesionales y cuando hablan
lo que dan es pena. Se arrastran sin necesidad alguna. Son hombres que otrora
respetaban la ley y por ello, hasta sentíamos respeto y consideración debido a
su manera ejemplar de expresarse y actuar. Este tipo de servilismo no pudiera
ser tomado en cuenta si esta persona fuese
ignorante. Con esto no hacen más que perder la medida de
sus halagos y se convierten en seres patéticos y ridículos y acaban como
simples bufones a quien nadie toma en serio.
Los exhorto a reflexionar, no tengan pretensiones desmedidas, mas bien
sean moderados en su propia estima. No olviden que en la vida por mas poder que se ostente y crean
dominar al mundo, siempre abra un fin idéntico al de todo mortal y el
surgimiento de otro poder lo que trae como consecuencia que cuando el adulado
cae en desgracia, el adulador se hunde con él.
Afectuosamente,
Imperfecto.
VINICIO GUERRERO
MENDEZ
“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y
expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus
opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de
difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
(Art.19 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos)
IMAGEN: Noticias Bolivarianas